Cuando conocí a Tobías Uribe, él ya era el Toreo.
Llegué a Tobías vía Carlos Lazo, quien vació su río emocional en la fotografía taurina y hablar de toros, el tema del doctor Uribe.
Era el doctor Uribe, cuando llegué a él la voz de la autoridad. Era, crítico de críticos y letra de la Ley.
No le había visto torear, ni siquiera de salón, pero había escuchado que lo hacía muy bien.
Las fotos de Carlos Lazo y los relatos de Juan Campuzano me lo pintaban de cuerpo entero, elegante en el traje corto y de torero andar por la plaza.
Al paso del tiempo, habiendo transcurrido meses de aquella primera reunión coincidimos con el doctor Uribe en las tertulias de los martes, que reunía la Peña Los Amigos del Toro en Los Cuchilleros. En una de estas reuniones fue el doctor Uribe el que nos entusiasmó actuar en un festival que se organizaba en la plaza Vista Alegre de Tovar. Toda nuestra experiencia se resumía a haber echado capa en uno que otro tentadero en Guayabita en Boca de Aroa y Los Aránguez en Carora. Ni siquiera habíamos pensado vestirnos de corto y mucho menos lidiar una res.
Juan Campuzano su hermano Pedro lograron que formáramos la peña que marcó un camino histórico en los toros en Venezuela.
Historia en la que mucho tuvo que ver Tobías Uribe y su amistad con el doctor Alberto Ramírez Avendaño y el ganadero Alejandro Riera Zubillaga, ganaderos de Los Aránguez.
Aquel festival en la Vista Alegre, en honor a Nuestra Señora de Regla la patrona de Tovar, fue todo un acontecimiento en el Valle del Mocotíes.
El festival, su resultado y la calidad del ganado de Los Aránguez, contaminó con fiebre taurina al grupo de aficionados que actuamos en aquel cartel.
Además de Tobías Uribe, el tovareño Cheo Ramírez lesionado con fractura del brazo izquierdo, César Dao Colina que triunfó ampliamente aquella tarde, Raúl Izquierdo que iniciaría una marcha indetenible en festivales, tanto en México como en Venezuela y nosotros como iniciados en los primeros días de los más felices en nuestra vida taurina.
México, como ha ocurrido siempre, ha sido amplio y generoso con sus amigos. Hubo un año que viajamos en compañía de Constantino Hernández, un aficionado de Talavera de la Reina muy amigo del grupo, frecuente en Los Cuchilleros y compañero en faenas camperas, quien junto a Roberto Molares Legaspi, en México, se convirtió en el organizador de los tentaderos de varias ganaderías de Tlaxcala y de Puebla.
En Tlaxcala Tobías Uribe, en casa de don Manuel de Haro, padre de los ganaderos Jorge, Antonio y Vicente…
Una tarde en casa de De Haro, tarde sin sol y muy fría ante las encastadas cárdenas de la ganadería Tobías Uribe “le dio las tres” a un muchacho que estaba en la tapia, calado hasta los huesos por la helada y pertinaz lluvia. El torerillo solo pedía una oportunidad. Le llamaban los muchachos de Haro González “El Pana”, porque trabajaba en la panadería de Apizaco. Fue la tarde de Rodolfo Rodríguez “El Pana”, cuando se descubrió la personalidad de quien años más tarde encantaría con su mensaje a mexicanos y españoles por igual. No sé si fue la de aquella fría tarde la primera de El Pana. Imagino que le habrían dados “las tres” en otros tentaderos, per aquella tarde sirvió de acicate para escribir la historia de un torero de leyenda, bohemio y atrevido, hombre de contradicciones enfrentado siempre a los conceptos establecidos, aunque siempre manifestaría su agradecimiento a la generosa acción de Tobías Uribe aquella fría tarde en la estepa tlaxcalteca de la vieja laguna.
Al otro día nos fuimos con Juan Diego de México y Manuel del Prado El Triste a las faldas del Popocatépetl, el volcán que duerme y asusta con sus ronquidos a los más escondidos rincones del Valle de México. Fuimos a los predios de los señores de La Concha, donde por aquellos días pastaban las vacas se Marianito Muñoz, las vacas de Zacatepec. Una ganadería tlaxcalteca que hizo época en la época dorada del toreo mexicano. Mariano Muñoz, señor entre señores fue cuñado de Jorge Aguilar “El Ranchero”, que aquella mañana en Zacatepec fue el picador de las vacas tentadas. Un tentadero que condujo con sobriedad de artista consumado Tobías Uribe. Capaz, gracias a la inspiración, de trazar sobre el pastizal naturales de sea con el sombrero de charro de El Ranchero por muleta.
Aquello fue la preparación para su exaltación como aficionado práctico pues al día siguiente hicimos el paseíllo en la Plaza de Toros “Antonio Velásquez” de Arroyo, en Tlalpan, México, en un festival con todas las de la Ley. Se lidiaron novillos de don Carlos Cuevas, el Santa Coloma en México entonces, que Luis Procuna había exaltado con su arte, paroxismo e inspiración al histórico “Muñeco” de Cuevas el 15 de abril de 1951, para registrar con su nombre el primer indulto en la historia de la Plaza México.
Tobías estuvo inmenso ante el novillo de don Carlos, nunca ante le había visto tan aplomado e inspirado habiendo pactado con el noble toro un contrato de armonía que debe ser guardado en la memoria de la eternidad.
Este triunfo fue celebrado, y lo hicimos entre guitarrones del Mariachi Vargas y las voces del Trío Calavera en el Jaragua del Hotel María Isabel en Reforma, Ciudad de México. Celebración con testimonio de los hermanos Javier y Pepe Garfias de los Santos, el matador de toros lusitano Mario Coelho, el gran torero de Monterrey Raúl García, que indultó dos toros en la Plaza México y salió de la Plaza a hombros de Javier Solís se convertido en su máximo admirador.
Estaban presentes Rafael Báez, matador de toros venezolano y apoderado de Eloy Cavazos y mi compadre Raúl Izquierdo que aquella tarde maravillosa compartió éxito taurino el Uribe.
Más tarde, y como dicen en México “siguiendo la huella” nos fuimos de madrugada por los caminos de Hidalgo, Querétaro, San Luis, hermosas y añoradas tierras toreras del Bajío, pisando arenas de plazas de tienta, sembrando recuerdos, cariño y amistad con el señor del toreo mi amigo Tobías Uribe.
Exelente un abraso don Víctor su amigo y Torero gitanillo de america
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