Acho
Acho. Pintura y foto: José Álvarez Blas, El Comercio |
Una bella nota de Magaly Zapata en Burladero, nos recordó a todos anteayer que Acho estaba cumpliendo 255 años. La plaza de toros más antigua de cuantas en América quedan en pie. Que las hubo, desde lo que ahora es EEUU a la Argentina, pasando por el Caribe.
Sin duda, con su prolija historia y su significado, el viejo coso del Rimac es no sólo emblema de la identidad, la tradición y la cultura peruana como escribe Magaly, sino de Hispanoamérica entera y patrimonio de la humanidad, reconocido por la Unesco.
Si, pero no fue con mucho la primera en este lado del mar. Aunque quizá sí la primera en firme y la única que aun bajo el maquillaje de su remodelación guarda testimonio auténtico del siglo XVIII. Cuando Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares no habían cimentado aún la liturgia moderna. Sólida prueba para los aficionados, no aficionados y antiaficionados acá, de que la Fiesta es parte ancestral en la fusión que somos.
Hacho, nombre original que por el camino de la costumbre coloquial perdió su “H” más no su significado: lugar de la costa, desde donde se veía el mar y se lanzaban señales luminosas (hachos). Proyectó siete años después de su inauguración, al torero peruano “Mariano Ceballos” hacia España (Pamplona, Zaragoza, Madrid, etc.) donde oscuro, alto y esbelto abrumó con su destreza y arrojo a los públicos del siglo de las luces.
Cautivando al mismísimo Goya, quien lo llamó “indio” (que por cierto no lo era, sino negro y esclavo liberto), al punto que le dedicó cinco obras a lo largo de su vida genial, inmortalizándolo. Todas, pintadas o grabadas después que le matara un toro en Tudela por 1780.
Mariano, quien lidiaba y montaba bravos, fue la primera gran figura americana del toreo en Europa, precediendo por más de uno y dos siglos a los mexicanos: Díaz, Gaona y Armillita, el venezolano Girón, el colombiano Rincón y el también peruano Roca-Rey.
La venerable plaza, con su arquitectura simbiótica y su museo, ha sido escenario de la evolución de aquel toreo-combate al toreo-arte. Sobre su arena han oficiado muchos primados del culto a través de cuatro siglos En el XX, por ejemplo: Rafael, Rodolfo, José, Juan, Manuel, los dos Antonios, Francisco, Santiago…
Abundan hoy los neobárbaros, ahistóricos, hirsutos o con doctos aires, incluso limeños, que no solo pujan por negarle su condición de monumento genealógico y despojarla de su función propia, sino por borrarla del mapa y la memoria colectiva. Valga el cumpleaños para llamar a su defensa, pues Acho somos todos.
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