Manuel Rodríguez Fernández “Tito de San Bernardo” (Sevilla, 1929)
El destacado banderillero Manuel Rodríguez «Tito de San Bernardo» ha fallecido en el hospital de San Lázaro a los 91 años.
Los quiméricos cabestros del matadero de San Bernardo ya descolgarían sus cencerros. Señal de luto en las corraletas de aquella vieja forja de toreros por la muerte del último maestro que allí se fraguó durante la clandestinidad de la noche.
Se ha ido el torero que heredó el sobrenombre de su abuelo, que fue banderillero del Espartero y matarife de aquella embrionaria escuela taurina.
Y ahora se estará fundiendo en un abrazo con los que siempre consideró sus hermanos: los Vázquez, compañeros de fantasías infantiles e hijos de quien le dejó perpetuado el primer consejo al escoger los bordados en plata: «el mejor capotazo es el que no se da».
Manuel Rodríguez Fernández “Tito de San Bernardo” (Sevilla, 1929) ha muerto esta pasada madrugada en el hospital de San Lázaro a los 91 años. Más de ochenta estuvo vinculado al mundo del toro, desde que empezó soñando con ser torero hasta que dijo adiós como profesor de la Escuela Taurina de Sevilla.
Entremedias lo intentó como novillero, estuvo treinta y cinco años como referente de los banderilleros y fue apoderado de un tal Rafael de Paula durante cuatro años, etapa en la que surgió la faena al toro de Benavides.
Tito de San Bernardo toreó casi dos mil quinientas corridas –
Nació en la calle Campamento, centro neurálgico del viejo arrabal que más toreros engendró en Sevilla. Hijo de carnicero, nieto de torero y vecino de San Bernardo, estaba clara cuál podría ser su pandilla de amigos: Manolo y Rafael Vázquez, El Chachi e Hipólito. Aquella cuadrilla infantil escondía una muleta que se habían agenciado de Pepe Luis bajo los canalones del agua del matadero. Entrenaban bajo la luz de la luna con el beneplácito del portero (el abuelo de los Vázquez), el conserje (mozo de espadas de El Algabeño) y el operario de corrales (Macareno, el banderillero de Pepe Luis). Una banda con sus bases perfectamente consolidadas.
Su último capotazo con 74 años –
Probó suerte como novillero, presentándose en público en Huelva y debutando con picadores en Granada en el mismo año en el que perdió la vida su homónimo, el «Monstruo de Córdoba». Toreó en Sevilla, Madrid y Barcelona, capital del toreo en aquellas postrimerías de los años 40. Aunque rápidamente decidió abandonarlo y estuvo una temporada sin querer oír nada de toros.
Antonio Ordóñez lo rescató de aquel ostracismo y lo hizo debutar como banderillero de sus hermanos Cayetano y Pepe, con quienes compaginó aquella primera campaña.
Nómina inigualable
En su segunda temporada como rehiletero pasó a formar parte de la cuadrilla de Antonio y desde aquel momento se fue desencadenando una interminable lista de figuras del toreo a las que acompañó hasta el mismo día de su retirada: Manolo Vázquez, Chamaco, Diego Puerta, Paquirri, Paco Camino, El Viti, Dámaso González, Paco Alcalde, Niño de la Capea y Tomás Campuzano.
Treinta y cinco años consecutivos y más de dos mil cuatrocientas corridas. No salía de una cuadrilla sin tener ya atada otra. Siempre priorizó a los toreros que le asegurasen el viaje a América. Le gustaba montarse en el «pájaro» nada más acabar Zaragoza y no volver hasta el comienzo de la siguiente temporada.
El servicio militar obligó a Antonio Ordóñez a dejar de torear casi al comienzo de la temporada de 1955, por lo que pasó a las órdenes de su «hermano» Manolo Vázquez. Allí compartió filas con Manuel Luque «El Aguardientero», quien se acabaría convirtiendo en su suegro.
Junto a su cuñado, Manuel Luque, en Madrid –
El aprendizaje del matadero le sirvió para conocer como pocos los terrenos de los toros. Eran los años en los que se usaban capotes de seda y se toreaba con las muñecas. Y había que salir a dár los tres primeros capotazos de salida y llevárselos a una mano hasta el burladero. Tito se convirtió rápidamente en un referente que todos los maestros querían a su lado. Diego Puerta fue personalmente a buscarle a su casa para ofrecerle el puesto, momento en el que se convirtió en el banderillero predilecto de Camará, atraído nuevamente por otro Manuel Rodríguez.
Siempre recordaba que durante aquellos años fue testigo directo del fin de aquella costumbre de salir a parar los toros como banderillero:
«Puerta sólo entendía dos vías: portagayola o largas cambiadas en el tercio. Y Camino para competir contra él salía de principio a lancearlos con el capote. Ellos acabaron con esa norma».
Se despidió del toreo en la Feria del Pilar de 1985 a las órdenes del Niño de la Capea. Al año siguiente Rafael de Paula le pidió que lo apoderase, estando casi un lustro a su lado. Estuvo casi desde el comienzo de la actual Escuela Taurina de Sevilla hasta el año 2014, cuando puso fin a una etapa en la que instruyó a jóvenes valores que acabaron despuntando como matadores de toros: Salvador Cortés, Manuel Escribano, Daniel Luque y Pepe Moral, entre otros. Hace justo un año, como conmemoración de las bodas de plata de la Escuela, recibió en la Real Venta de Antequera un reconocimiento por aquella labor.
Publicado en El Diario de Sevilla
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