Con todo respeto
para
D. Joaquín López del Ramo
Constantemente escuchamos los inconvenientes que surgen para interpretar a lo que el léxico taurino se refiere. Para muchos, una barrera insalvable. La realidad es que nuestro vocabulario es semiótico en exceso. La relación explícita, entre el hablante y el oyente tal y como ocurre en el campo bravo donde una sola palabra basta. Una palabra es un mensaje claro para el receptor por parte del emisor.
La ecuación comunicacional perfecta.
El mensaje basta para saber a qué toro se refiere el vaquero, en caso que el receptor sea el ganadero. Además, nos referimos a un espectáculo anacrónico, y teniendo en cuenta su solera, debemos considerar que muchas de sus expresiones son tan antiguas como la exigencia misma de la fiesta de los toros.
Actividad de castizas raíces en sus orígenes idiomáticos.
Cárdeno, por Carlos Castañeda en QuerétaroEl caso de la palabra “Trapío” confunde a los más avezados. Confunden "trapío" con peso, tamaño, cornamenta cuando la realidad es que se trata de una expresión morfolófica del encaste.
La metáfora es un recurso permanente en los toros, muy especial en el caso de la descripción de las reses como cuando se refiere el vaquero al toro “chorreado en verdugo” o “chorreado en morcillo”, el hombre se refiere a la piel que se distingue por sus chorreras oscuras que resalta sobre el resto de su cuerpo. Los chorreados se asemejan a las ropas sucias y desteñidas de los verdugos, personajes terriblemente populares.
El del “chorreado en morcillo” es lo contrario, pues sus chorreras serán más claras que el resto del cuerpo y le recordaron a quien distinguía aquellos astados a las morcillas.
En Venezuela, el toro “Pato real” es el toro bragado en España, y es que el vaquero del llano está muy familiarizado con los patos reales que llenan las lagunas de las sabanas de nuestros llanos en época de lluvias, y eso de “bragas” no le es familiar.
Donde la puerca tuerce el rabo es en cuestiones de “trapío”, donde varía el criterio entre profesionales de la veterinaria, las autoridades taurinas, veedores de toros, ganaderos, aficionados y periodistas. El siempre recurrido Larousse nos habla de “gracia de una mujer en sus movimientos”; y agrega “conjunto de cualidades que debe poseer el toro de lidia”. Entendiendo que “cualidad” es una de las características que distinguen a las personas.
Piedras Negras por Marco González
Echamos mano a la metáfora, una vez más recurriendo al diccionario de la doctora María Moliner, salvavidas de quienes nos extraviamos en el océano de las palabras de nuestra maravillosa lengua castellana.
María de Moliner nos informa que “Trapío” es una palabra de origen portugués, adoptada como metáfora al referirse al “garbo y la gracia con la que se mueve una mujer”; y agrega: “Gallardía y buena planta del toro de lidia”.
Su expresión reuniría cualidades morfológicas, más en ninguna parte se entendería que debe tener un determinado peso o volumen; y estos, el peso y el volumen, son los recursos permanentes de quienes carecen de capacidad de apreciación para distinguir individuos en la diversa variedad que tiene el bosque del toro de lidia.
Lo del portugués no es una travesura de relación semiótica-semántica. “Velamen” es, amable y paciente lector, el conjunto de lonas que por piezas se sostienen en los palos de los barcos, de aquellos que trajeron desde España a nuestros valles y montañas, los toros y las vacas que formaron los rebaños de los toros de lidia en América. Lonas sobre las que la fuerza de los vientos hará presión al inflarlas, para impulsar las naves sobre las aguas.
El velamen en la barca, como el trapío en el toro de lidia influye en su aspecto. Tanto que, el trapío, llega a ser característica de cada variedad en el toro de lidia. Cada una de las cinco castas fundacionales, que dieron origen al actual toro de lidia, aportó características muy particulares como la casta Jijona, toros voluminosos y astas muy desarrolladas, y de pelo colorado encendido, que contrastaban antiguamente con los toros Navarros, pequeños de tamaño, cabeza pequeña, son chatos, tienen los ojos grandes y saltones, cuello corto y ancho y cuerpo pequeño. Este ganado fue traído a Sudamérica por los dominicos al Ecuador, y por los jesuitas para cuidar sus misiones en el Paraguay.
Su transporte fue menos complicado que el de otras variedades, por su tamaño. Cumplía el toro bravo función de celador, pues para el nativo este herbívoro agresor era una terrible novedad.
Un buen aficionado, como en sus días lo hacía Pepe Chafik debe especializarse en el trapío de los encastes. El caso del Saltillo de Llaguno, como con gran acierto lo distingue el investigador Luis Niño de Rivera, nada tiene que ver con el Saltillo de Alonso Moreno de la Cova o con el toro de Victorino Martín, ese remozado toro del Marqués de Albaserrada. Exigirle volumen y romana, de un Conde de la Corte a un Santa Coloma, más que una majadería es una crasa manifestación de ignorancia.
Igual que ocurrió en la Inquisición, la ignorancia será más devastadora en la cabaña brava que la más terrible de las pestes.
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