viernes, 11 de diciembre de 2020

EL CAPEA Y LÓPEZ CHÁVES EN LA SOLEDAD DEL CAMPO CHARRO

 
Sobre las corraletas de Albarillo, José Manuel Sánchez Herrero junto a su sobrino Vidal Sánchez.
  • Sabrosa mañana con López Chaves y El Capea ante toros de Sánchez Herrero.
  • Son de los que más han toreado a puerta cerrada desde que en junio los ganaderos empezaran a examinar sus toros antes de enviarlos al matadero por la falta de festejos por el coronavirus.

Por Javier Lorenzo.

El cerrojo de la puerta de entrada a Albarillo estaba cubierto de una película de hielo. Se acababa de ‘estrenar’ un invierno que hasta entonces había estado disfrazado de primavera. Primera helada y debut del signo negativo en el termómetro. López Chaves y El Capea estaban citados en las cuestas de El Bodón, en la finca de los hermanos Sánchez Herrero a las nueve y media de la mañana. Cuatro toros, lustrosos y cuajados, aguardaban en las corraletas para descifrar su misterio. Origen Raboso en su sangre, las hechuras tampoco dejaban dudas cuando fueron desfilando. Sigue la sangría en el campo bravo, los ganaderos continúan enviando sus reses al matadero. Los elegidos para esta gélida mañana no hubieran podido lidiarse en la plaza tras lastimarse los pitones en el campo, que es otro destrozo natural que sufren los criadores de bravo más allá de la pandemia. En Albarillo han decidido mantener una gran parte de los astados de este año: “Hemos quitado 16 ó 18 toros, los que menos trapío tenían, los de caras defectuosas y los que se lastimaron, para depurar la camada ante la ausencia de festejos. El resto los reservamos a expensas de lo que venga el año que viene”. Así, en Albarillo, aguardan para 2021 una treintena de astados que el año que viene ya serán cinqueños, que se suman a los 50 cuatreños que se tendrán que lidiar en su año natural: 80 en total. A la espera de ver si escampa el chaparrón del coronavirus y si los cosos abren sus puertas: “A ver qué pasa…”, afirma con media sonrisa José Manuel, uno de los ganaderos de Sánchez Herrero, de cara a un ejercicio que aún está cubierto de incertidumbres y dudas. Los que están y los que vienen. Es la ley natural del campo, que sigue su curso. Y, por ello, los ganaderos se han visto obligados a tomar medidas drásticas. Han ido miles de toros al matadero, antes la mayoría quiere probar su bravura. Si su trabajo iba por buen camino. Por ello, desde que en junio el campo recobró su actividad, una vez concluido el confinamiento, se sucede la lidia de toros a puerta cerrada. En Salamanca, de los que más intensidad han tenido en esta tarea han sido López Chaves y El Capea.

El ledesmino se las vio en primer lugar con Astifino, un toro con poder que tuvo gran profundidad y entrega en las embestidas por el pitón derecho, sin regalar nada se entregó siempre y Chaves exprimió con mimo y excelso oficio unas embestidas que siempre viajaron surcando la arena. Capea recogió con buen oficio a Robillero, el segundo; para enfrascarse en emotivo saludo a la verónica, con lances poderosos y de manos bajas en los que le ganó terreno hacia los medios. Muleta en mano, el de Sánchez Herrero dio rienda suelta a su buena correa por el izquierdo, por donde el torero de Espino le corrió la mano con limpieza y buen trazo. Dos toros de distinta pero buena condición y alta nota. No dio opciones Presumido a Chaves y El Capea no le volvió la cara a Calamar para imponerse en sus terrenos con autoridad.

Al acabar, los dos toman la palabra para analizar esa nueva y, a la vez alarmante realidad del campo. El toreo lejos de las plazas y del contacto con el público. “De la tauromaquia se está hablando poco y es uno de los sectores más afectados y damnificados. Del toreo dependen directa e indirectamente muchas familias que llevan muchos meses con cero ingresos. Se habla poco de ello”, espeta Chaves. Más allá de los ingresos, todo hacía indicar que, tras el buen 2019, este hubiera sido el de su reencuentro con las grandes ferias. Sin embargo, se ha visto obligado a refugiarse en el campo para seguir creciendo: “Toreé más que nunca”, confiesa. Ahí se ha ido redondeando en silencio antes de que los ganaderos firmaran el pasaporte de sus toros al matadero: “He llegado a torear más toros que las corridas que hubiera podido actuar este año. El campo es otra cosa, otra presión, los toros están arreglados, pero son toros, y se pasa miedo. Uno quiere estar bien y siempre brota el amor propio de estar por encima”, matiza. Ahí entra en la conversación El Capea: “En el campo todo es más frío, pero ahí la técnica aflora más. Se crece más en el sentido técnico; en la plaza prima más el sentido artístico de la lidia, tienes el calor del público, la responsabilidad del traje de luces…”, puntualiza. Hubo figuras, como el maestro Antoñete, que llegaron a manifestar que no le gustaba torear toros a puerta cerrada, ni como preparación. El Capea sigue: “Yo no le veo nada malo, nada. Ferrera me lo ha dicho también eso que comentas. Yo paso más miedo en el campo que en la plaza, apenas hay gente, tu mente trabaja de otra manera. En el campo cuesta más. A mi se me quedó grabada una lección que un día me dio mi cuñado (Miguel Ángel Perera) que me dijo Si no eres capaz de hacerlo en el campo, en la plaza no saldrá jamás. Lo que sí veo que puede ser perjudicial es si toreas desmotivado, se pierde el gusto. La monotonía y la rutina juegan en tu contra”, confiesa Pedro Gutiérrez. López Chaves reflexiona de manera similar a El Capea y razona sus argumentos: “El volumen te da tu sitio, te familiarizas más con el toro, con la mirada, la respiración, la suya y la tuya. Eso es bueno. Es como si estuvieses en activo porque no desconectas. Sirve para medirse uno mismo, a ver cómo te late el corazón. Personalmente, ahora, delante del toro no sufro, estoy feliz, intento hacer cosas nuevas. No es malo”. ¿De qué sirve esa intensidad de “temporada” en el campo? Cuestiono. Vuelve el de Ledesma: “En mi caso de lealtad con quien cuando yo lo necesitaba y no tenía nada me lo dieron todo y me abrieron las puertas de su casa. Ahora que ellos necesitaban ver sus toros antes de mandarlos al matadero y no podía decirles que no”.

¿Se crece de igual manera toreando allí que en una plaza? Responde Chaves: “La motivación es diferente. Y eso que cuando sabes que al día siguiente vas a ir al campo y te esperan toros en vez de vacas, se siente un hormigueo diferente. Te encuentras con cada pedazo de toro… Y puede surgir un error, un porrazo fuerte. Aunque los toros estén arreglados, también hieren. Es bonito ese hormigueo y la sensación de intentar mejorar, de hacerlo bien, de expresar tu tauromaquia, que se hable bien de tí”.

Los toreros siguen creciendo en el campo. Continúa el aprendizaje que en el toreo no tiene límites: “Este año toreé el 1 de enero en México y luego solo el festival de Ciudad Rodrigo. Los aficionados llevan sin verme en España, casi dos años. Quiero que noten un cambio, que he evolucionado en todo este tiempo”, espera El Capea. “La gente no es consciente de lo que el campo bravo está viviendo en estos momentos”, exclama el torero de Espino, la finca donde pastan sus murubes: “Económicamente es un desastre y moralmente es aún peor. Como ganadero le dedicamos la vida a la cría del toro bravo, pero no lo hacemos para que muera en un matadero ni para torearlos en mi casa, sino para que se luzcan en una plaza, se emocione el público y demuestren su grandeza”. El Capea va más allá: “No se están tomando las medidas que requiere la cabaña brava, cuando es una especie única. Es nuestra en exclusiva. Y duele que los políticos no sean capaces de valorar lo que es nuestro… Espero que recapaciten. Desde el desconocimiento, están jugando con el trabajo genético de hace décadas. El toro de hoy es el resultado de siglos de trabajo del hombre. Y que nos hablen de ecología…”.

Les dejo otra pregunta en el aire: ¿De qué puede servir 2020? Chaves vuelve a la carga: “No hemos gastado el valor…”, comenta entre risas. Y a partir de ahí muestra sus sensaciones de cara al futuro: “Soy optimista, siento que esto ha sido un paréntesis global, y creo que la vida volverá a llevar su curso por naturaleza, por la economía, por el hambre. Me da más miedo el Gobierno que el virus y que el toro. Siento que volverá a haber toros y ferias… Eso quiero pensar, pero es una incertidumbre terrible”.

Publicado en La Gaceta de Salamanca

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