lunes, 16 de noviembre de 2020

CUANDO SECUESTRARON A GIRÓN EN LIMA Por Víctor José López EL VITO

 



Fue la de aquel año mi primera visita al Perú. Me estrenaba como aficionado taurino con la feria del Señor de los Milagros y tuve el privilegio de ser testigo de un gran triunfo de Curro Girón en la bicentenaria plaza de Acho. 

Girón cortó tres orejas y salió a hombros de los limeños.

 Lo pasearon por las calles de la virreinal ciudad, hasta altas horas de la noche.  Cuando pasada la madrugada llegó al Hotel Astoria. Llegó con el vestido de torear destrozado, andrajoso, lo contrario a la felicidad que expresaba su rostro, la alegría de su mirada y el incontenible discurso de gratitud expresado al relatar el trato de los limeños.   En el hotel, junto a Luis Pietri y Manolo Malpica estábamos francamente preocupados. Se había corrido la voz que una peña de sol le había secuestrado,  con el propósito de amanecer con Curro celebrado el triunfo. Algo ocurrió, pero además de la peña en La Alameda, Curro Girón departió la noche entre amigos y junto a Chabuca Grande.

Es decir, con el corazón de Lima.

Curro fue un verdadero ídolo en Lima, reconocido por los limeños de todas las clases sociales. Daba gusto ver cómo la gente se le entregó sin reservas, desde el instante que hizo el paseíllo. Luego se entregó él, también sin reservas. Me agradó el público limeño sobremanera. Se trata de una afición que además de ser entendida es participativa, y en esta característica radica lo más importante de Lima.

La plaza de Acho es una joya de la arquitectura limeña, mezcla de soluciones españolas y respuestas peruanas a cuestiones de espacio estético y funcional de la construcción.

Si va usted desde el Hotel Bolívar, hospedaje muy antiguo situado frente a la Plaza de San Martín, se cruza el famoso Jirón de la Unión, calle peatonal atiborrada de comercios a la que se penetra al traspasar unos arcos bajo hermosos balcones que miran hacia la estatua de un José de San Martín, cabalga un fatigado caballo hecho polvo, agotado cual Anibal tras el titánico esfuerzo de cruzar la Cordillera de los Andes. Al salir del Jirón se encuentra usted con varios edificios de importancia, a medida que va caminando. Un templo color rosa limeño, donde se venera a Santa Rosa de Lima y a San Martín de Porres. Más adelante, sólido cual piedra, el Palacio de Gobierno con un gigantesco bronce en una de sus esquinas, desafiante, lanza en ristre, el fundador de la ciudad Francisco Pizarro González. Adelante y bajo curiosos árboles llenos de traviesas avecillas, es el bronce original de la estatua de Simón Bolívar cuya réplica está en la plaza mayor de Caracas. Un Bolívar triunfador, agresivo, sobre un caballo presto a emprender otra vez la Campaña Admirable que llenó de sueños de Libertad un continente. El Libertador caraqueño con sus destempladas aventuras ofendió hasta la eternidad a los orgullosos limeños y dejó su imagen altanera prendida en los corazones de arrebatadas peruanas. Bolívar vive en rebeldía bajo el cielo limeño, sobre el suelo peruano, porque frente a él se guardan los instrumentos de suplicio que en la colonia fueron las armas de la Iglesia Católica para sembrar “temos a Dios”, las armas de la Sagrada Inquisición. Sigo hasta un enjambre de callejuelas en la que en cada esquina hay ventorrillos de fritangas, con hedores que emanan del aceite de anchoveta, desagradable al olfato del que no esté acostumbrado y abominable para el que lo paladeé por primera vez, como fue mi caso al intentar desayunar con huevos fritos en este espantoso óleo.

En mi mente, como en la de todos, los versos de las canciones que Chabuca Grande dedica a la Ciudad de los Virreyes; y por ello decepcionante cuando se llega ” al viejo puente y la Alameda”. Reminiscencias de un ayer no lejano, que ese puente pudo ser hermoso, y de una Alameda que pudo haberse prestado para la más ardiente declaración de amor. 

Acho es una plaza de ruedo grande, al contrario de las plazas de México, Colombia o Venezuela redondeles donde su reducido diámetro les da ventajas a los toros y hace de mayor movilidad el espectáculo. Rematados con arcadas los tendidos tienen aire hermoso. Españolísimo es el interior. La parte baja, exterior de los tendidos, está circundada, como si la ahorcaran unos pasillos sostenidos por arquería peculiar y única. Los numerosos corrales son muy grandes. Sobre estos un restaurante que se llena de aficionados y de comensales los días de corrida. La comida se ameniza con guitarras y cajones, que acompañan los cantores de los tristes versos de los valses peruanos, versos que hablan de desamores y de castas sociales, de hombres humildes que quieren a hijas de ricos, indios y cholos depreciados por blancos, el negro se cruza en el vals al aparecer su golpe africano, suave y tenue, en el acompañamiento del cajón; y los mesoneros sirven raciones de humeantes anticuchos y helados pisco sour.

La plaza de Lima reúne en sus barreras elegantes damas. Muchas de ellas encargaron un traje a Londres, Nueva York, París o Roma, para cada una de las tardes de la temporada del Señor de los Milagros. Es la gran fiesta anual de Lima, la temporada de toros. Además de las bellas y elegantes limeñas de barrera se siente el revuelo en el sector popular con la presencia de las peñas. Peñas de negros, peñas de cholos, peñas de españoles y peñas de aficionados. Al quinto toro la banda interpreta La Marinera, y en los vomitorios de los tendidos surge la pareja; ella y él, unidos por pañuelo de fina batista que toma cada cual con preconcebida delicadeza por las puntas.

El Perú está presente: Dentro de la plaza con los aires de La Marinera, en los tendidos en la variedad de las razas que forman al pueblo peruano, antes de las corridas con sus chalanes que con riendas de sedas con colores de la bandera peruana, pisan la arena de Acho con el conocido “paso peruano”.  Bonita experiencia la limeña, que se repetiría luego en el tiempo cambiando escenarios y circunstancias, superando el Perú el agobio de la dictadura militar que le oprimía aquella época hasta convertirse en una nación líder del continente. Eran los días cuando en el Nuevo Circo de Caracas se celebra la segunda temporada organizada por Curro Girón y sus socios Augusto Esclusa, Rafael Ernesto Santander, Alberto Vogeller y Carlitos García Vallenilla.

 Girón fue el triunfador de las temporada de Lima y de Caracas, para erl Nuevo Circo contrató como atractivo a Rafael Pnzo y había traído especialmente para  Curro, en el rol de empresario  organizó ruedas de prensa y hablaba de Rafael Ponzo con el propósito de entusiasmar la rivalidad. “Haré todo por mantenerme, que Ponzo luche por quitarme” fue uno de los titulares de Meridiano en aquel ambiente de rivalidad.



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