lunes, 12 de octubre de 2020

• FRANCIA TAURINA: PRIMERO LA LIBERTAD Y LA CULTURA Por Pablo J. Gómez Debarbieri • / El Comercio, LIMA •

El Observatorio de las Culturas Taurinas, presidido por André Viard; y el diplomático Francois Zumbiehl son los grandes defensores de la tauromaquia gala.

La semana pasada, el parlamento francés –la Asamblea Nacional– rechazó tres iniciativas presentadas por grupos antiespecistas contra la tauromaquia. Una pretendía prohibirla y las otras dos intentaban impedir el ingreso de menores a las corridas. Que el Parlamento de la cuna de los derechos humanos, al promulgar hace 231 años, en 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, rechace semejantes iniciativas es un vibrante grito a favor de la libertad, un triunfo del humanismo y una derrota del antiespecismo y la falsaria ecología radical 

 El especismo, corriente seudofilosófica, la inició el inglés Richard Ryder y la popularizó el australiano Peter Singer. Iguala a humano y animales. Según ellos y sus seguidores, especismo es discriminar a los animales por ser de una especie diferente que los humanos, y sostienen que es igual de grave que el racismo o el sexismo. Singer cree, por ejemplo, que un cerdo o un potrillo recién nacidos tienen más valor que un niño recién alumbrado, y si hubiera que elegir, él optaría por los animales, pues se valen por su cuenta desde que son paridos, mientras que el neonato no podrá sostenerse por sí mismo durante sus primeros años. Sus seguidores defienden el infanticidio si los padres no desean al recién nacido o si tiene una grave enfermedad, pues para ellos el bebé es un “ser moralmente irrelevante”. Encubren semejante monstruosidad, llamándolo “aborto después del nacimiento”. El actual auge de los animalistas deriva de esos principios, enunciados por Singer desde 1975 en su libro “Liberación animal”. Es evidente que si eso progresase y se aceptase, como parece estar sucediendo, sería el inicio del final de nuestra civilización.


 En los últimos años, los festejos taurinos en Francia se han triplicado. A pesar de lo que muchas personas piensan –erradamente–, el rito taurino en Francia es igual que el español, con pica, banderillas y estoque. A la culta y educada afición francesa le apasiona la suerte de varas bien ejecutada y luciendo al toro; la mayor parte son partidarios de ganaderías duras y astados con mucho trapío. Las regiones taurinas son la del suroeste, cuyas principales plazas son Bayona, Dax y Mont-de-Marsan, y las del sureste, donde brillan Nimes y Arles, dos antiguos circos romanos magníficamente conservados. La Unión de las Ciudades Taurinas Francesas, constituida por 50 alcaldes de la mayor parte de las urbes en las que se celebran corridas; el Observatorio de las Culturas Taurinas, presidido por André Viard; y el diplomático Francois Zumbiehl son los grandes defensores de la tauromaquia gala. La tauromaquia está inscrita en el inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial francés. Además, se han emitido muchas sentencias a favor de las corridas en Francia. La última, por su Consejo Constitucional ante una demanda referida a la legislación de protección animal, muy similar la reciente sentencia 0022-2018 de nuestro Tribunal Constitucional. Ahora, la Asamblea Nacional. Sana envidia por un país que defiende así la libertad.    

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