En este tan atípico y extraño 2020 con una situación dramática en todos los órdenes de vida, el toreo ha salido duramente golpeado en todos los países taurinos, por todos lados han salido las cosas buenas pero también las malas, esas carencias que siempre han estado allí pero de las que solo se habla “off the record”.
En Europa, España, Francia y en parte Portugal van salvando los muebles del naufragio, no sin dificultades, políticas, económicas, sanitarias y de los que estando dentro de la fiesta la atacan. Porque en todas épocas ha habido quienes como el beso de Judas, aparentan querer la fiesta pero por dentro la destruyen.
En América la cosa pinta igual o incluso peor, porque México y Perú, los dos países autosuficientes empiezan a salir del letargo y otros como Colombia y Ecuador apenas vislumbran la recuperación. Por cierto que es loable la lucha que se tiene por rescatar la tradición taurina en Quito, con todos los estamentos de la fiesta ecuatoriana trabajando en conjunto. Sin embargo, los profesionales siguen padeciendo los estragos de la cornada del coronavirus, ganaderos, matadores, cuadrillas, empresarios por igual están en el dique seco.
En nuestro país los problemas son más graves, con las connotaciones ya sabidas de la crisis económica, social, política y energética. Urge concretar la unión de todos para rescatar la fiesta, buscando que el sector taurino salga fortalecido Se debe empezar por los pueblos, por las raíces mismas del toreo, con novilladas, corridas y espectáculos a la medida de la situación, brindando un apoyo total a los organizadores y protagonistas. Es hora de actuar, esperar más es condenar al toro y al toreo a la extinción. Fatalismo? No. Realidad. Sí. El toreo en Venezuela tras la pandemia debe irse a sus comienzos, a esa maravillosa esencia que tenía en sus años de esplendor. No será fácil pero el esfuerzo será reconfortante.
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