miércoles, 29 de julio de 2020

LO QUE NO SABÍA DON FERNANDO Por Víctor José López EL VITO


El 27 de abril de 1954, estaba marcado como la fecha del cartel de la temporada con toros de Juan Cobaleda y de Salvador Guardiola. Reaparecía en Sevilla Manolo Vázquez en su tierra. Regresaba el hermano de Pepe Luis a la Maestranza,  envuelto en el perfume de los éxitos en Madrid.
 Se presentaba el venezolano César Girón, triunfador de  las ferias del Norte de España a finales de la pasada  temporada. Traía certificado de triunfo en México, Lima, Caracas y Maracay. En toda América lo reconocían a César Girón como un buen torero. 
El tercer hombre en el cartel era Pedro Martínez “Pedrés”, la novedad ante la que tarde a tarde se santiguaba la afición,  rendida ante su valor. Lo llamaban “torero de cercanías”, por lo cerca que se pasaba los pitones de los toros, era  la tauromaquia hecha realidad a pocos centímetros de la cornada, de la muerte.  Torero de valor seco, desgarrado, valores como el de Pedrés que lacran las agrestes tierras albaceteñas,  como más tarde lo haría el insobornable Dámaso González.

Cosas de los hombres en la tierra de las navajas.

Todas estas circunstancias que rodeaban a los rivales de César Girón, las consideraba su apoderado Fernando Gago.  El hermano de don Andrés acompañaba al caraqueño desde la tarde del primero de noviembre de 1950, cuando en  Caracas, en solitario por lesión de Moreno Sánchez despachó seis novillos de cinco estocadas y un pinchazo. 
Fernando Gago no paraba, caminaba y caminaba y recorría la habitación en el Hotel Colón de un lado para otro. Un cigarrillo después de otro. Se asomaba por la ventana. Observaba las ramas de los árboles. Seguía el curso de las nubes. Quería enterarse si molestaría el viento, si alumbraría la tarde el sol … Hasta que César enojado le dijo:

- ¡Cálmese usted don Fernando, que me tiene nervioso!
- Nervioso me tienes tu con tanta tranquilidad. ¿Cómo que no te has enterado lo que tenemos por delante?
- ¡El que todavía no se entera es usted. No sabe quien es César Girón,  don Fernando!

Aquella tarde Manolo Vázquez y Pedro Martínez Pedrés, se fueron de vacío. César Girón cortó las dos orejas y el rabo a un toro. Los despachos de las agencias se desbordaron para el venezolano.


El enviado de la United Press, escribió:

El encierro de Cobaleda – remendado con dos mansos de Guardiola- traía en su lote dos toros bravos, de muy distintas características. Uno de ellos era por su brío y codicia un animal peligroso, con mucho que torear antes de rendirse a las exigencias del espada encargado de pasaportarle. Entonces vimos lo que es capaz ese gran torero de Venezuela que se llama César Girón, cuando tras endilgarle media docena de muletazos de verdadero asombro se hizo con él, lo desengañó y se lo llevó con valor y arte de muchísimos quilates por el camino de una verdadera apoteosis triunfal. 
Todo fue perfecto de principio a fin en la labor de César Girón. Desde las verónicas de salida, echando las manos abajo y cargando la suerte  con estilo de capotista maravilloso, hasta la estocada en la yema, pasando por tres pares de banderillas de antilogía -uno de ellos de dentro hacia afuera que no lo mejora nadie- y la faena, la extraordinaria faena, en la que todo fue tan bello, tan artístico – los naturales se recordarán siempre en Sevilla por su suavidad de seda, su temple y su mando – que desde ya se puede calificar como la mejor faena de la feria y de muchas ferias.
 Cómo sería la cosa que, aparte de las dos orejas, se le concedió a Girón el rabo, trofeo que no se otorgaba en Sevilla desde hacía muchos años.

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