Con aspecto de mambí, el sombrero a un dedo de la ceja, una guayabera manga corta por uniforme, la anécdota rematada con un fandango que rompe a flor de labios es Ángel Escobar Bola de Nieve, en la arepera a espaldas del Nuevo Circo. De frente al patio de caballos, cruzando la avenida. Así cada mañana, muy temprano se paraba en la esquina, en aquel rincón que ha sido por años minarete y testigo de la transformación de la ciudad.
Ángel Escobar le brindaba diario homenaje con el relato de su historia fabulada, en homenaje al más grande toreo que ha conocido América, César Girón. Exaltaba Bolita la grandeza de los ángeles del toreo que por su magistral uso del percal se han convertido en mitos y leyendas de la fiesta de los toros.
Entre ellos se refería Bola de Nieve al vallisoletano Fernando Domínguez, retratado por Sánchez Felipe en un inmenso lienzo colocado a la entrada de la plaza de toros. Un óleo que la vorágine urbana destruyera con la invasión de okupas al Nuevo Circo. Cuando del vallisoletano hablaba, Bola de Nieve juraba que se levitaba cuando toreaba a la verónica. También al mexicano en su crónica el viejo Mozo de Espadas se refería al hidrocálido Alfonso Ramírez El Calesero, asegurando que el poeta torero se hundía hasta los hombros para con la planta de sus zapatillas llegara el corazón de la tierra cuando toreaba por verónicas.
- Los toreros de hoy no saben nadar en lo hondo, lo decía sentencioso, perdiéndose en el infinito de aquellos ojos vidriosos, ojos de negro cansado.
- Ahora los toreros chapotean en la orilla, y se ahogan.
Bola de Nieve siempre estuvo al lado de César Girón. Siempre, en los días más difíciles cuando Girón era insoportable hasta para él mismo. Clavado en su sitio estaba “Bolita”, en aquellas horas de angustia que viven los toreros, cuando solo los acompaña el miedo. Es que la soledad es mucha cuando es la soledad del miedo.
Como novillero lo vi solo una vez, responde cuando preguntamos cuándo conoció a Girón.
- Fue la noche de las cinco estocadas, cinco truenos que abrieron la tempestad que bañaría al toreo como una regadera. Fue la noche que César se descubrió como genio del toreo en el Nuevo Circo.
- Aquella noche de las cinco estocadas armó un revuelo entre los buenos aficionados.
- Algunos, deslumbrados por el relámpago de Joselito Torres no lo querían creer y otros se resistían reconocer el milagro presenciado.
- Fue de tanto impacto de lo que hizo César, que personajes muy influyentes como Juan Vicente Ladera y Musiú López le recomendaron a Fernando Gago se lo llevara a España. Hubo la promesa que ellos le ayudarían, porque si buscaba una figura del toreo, este Girón era lo que buscaba.
- Me pidieron la opinión sobre el viaje a España. No fue entrepitura, simplemente corroboré lo que los más entendidos habían descubierto sorprendidos en el muchacho.
- Todo se decidió en una reunión de aficionados en la Joyería Quinta Avenida, de Musiú López donde Fernando Gago me impuso como Mozo de Espadas de Girón.
Con aire de trovador Caribe sentencia el negro:
-Sabes que siempre he estado con las figuras, y es por eso que mis amistades han sido muy selectivas.
-Es decir, escogidas. Comencé con maestros como te dije Fernando Domínguez, Luis Castro “El Soldado”, Silverio Pérez y también con Alfonso Ramírez El Calesero, que fue quien me enseñó cantar por fandangos.
-Con ellos comenzó mi amistad con los hermanos Gago, que como te dije me impusieron como Mozo de Espadas cuando regresó a Caracas convertido en matador de toros.
-Al principio los caraqueños no lo querían. Tampoco en Maracay.En Valencia lo querían desde novillero, donde había toreado en la plaza de las Arenas.
¡Vivían obnubilados con su idolatría por Diamante Negro y lo comparaban con Joselito Torres…pero, a la larga el veneno mata!
Recuerdo que cuando debutó en Caracas le dije:
- Mire matador, esta gente es fregada, no venga a tirar línea. Me miró evidentemente molesto. Lo hizo de arriba abajo, y de abajo para arriba y me dijo: - No jile negro, nunca he tirado línea. Siempre me quedo más quieto que un poste. Y como un poste dibujó seis verónicas que recuerdo como si hubiera sido ayer.
- César no manifestaba miedo o preocupación cuando se vestía. Más miedo pasaba yo. El bromeaba con los amigos en la habitación de los hoteles. Era muy cordial con quienes le visitaban. Ni maniático y mucho menos supersticioso. Le decía a la gente lo que pensaba, y lo decía en la cara, por eso lo consideraban mal educado. Decían que “César es una vaina”, y es que César era mordaz y directo. Los días de la corrida no desayunaba. Apenas una taza de café con leche. Los primeros seis años de ni fumaba ni bebía. Lo hizo después, cuando tenía la cartera llena y el corazón vacío.
-
A los toreros que más respetó fueron a Carlos Arruza su padrino, por su carácter, me decía: -
-“Puso a todo el toreo a parir desde Manolete hasta Luis Miguel, Bolita … Arruza era un cabrón en la plaza. Admiraba mucho por valiente y atrevido a Chicuelo II que se arrimaba como nadie y Antonio Chenel, Antoñete al que más admiró. Decía que gozaba viéndole torear. Al que le tocaba las palmas fue Rafael de Paula
“cada vez que torea por verónicas, lo aplaudo porque es único…”
Una tarde en Maracay, lo recuerdo muy bien porque se arrimó como un león, le dijo a Antonio Ordóñez, “mira rondeño, hasta aquí te trajo el río”. Se arrimaron los dos como bárbaros y César hasta una pata cortó. Hubo una época cuando los periodistas venezolanos, que no eran muy gironistas que digamos, apoyaban a Pepe Cáceres. Por meterse con César decían que “Alfredito Sánchez iba a abarcar con el cuadro”. Una tarde, aquí en esta plaza – estábamos en el patio de caballos del Nuevo Circo’-, una tarde que llovía mucho la Comisión Taurina propuso suspender la corrida. El ruedo era un desastre. César, sonriente, se acercó a Pepe Cáceres y le dice: - Mira Pepe, no podemos suspender la corrida porque voy a darle la alternativa al fenómeno este” … Solo con esa frase le metió el miedo en el cuerpo a sus alternantes y hasta los monosabios.
César siempre vestía de claro. Le gustaban sedas claras y vestidos bordados en oro. Sus colores favoritos fueron el rosa, el celeste, el manzana, el plomo y el perla. Solo vistió perla y plata para su alternativa y para su debut en Caracas. Una vez en Caracas, la tarde del debut en el Nuevo Circo de El Pireo vistió de tabaco y oro… ¡Y le pegaron una paliza! Pocas veces vistió de corinto t de obispo y, jamás de grana.
El orgullo de César eran sus hermanos. Era el más feliz cuando triunfaban, pero cuando alternaba con ellos era una fiera. Salía a dejarse matar.
A veces había más suerte del otro lado y le decía: - César, te jodieron esta tarde…. Me respondía que me dejara de pendejadas, que era la segunda edición de una novela. La tarde que toreó con Luis Miguel y Antonio Bienvenida en Valencia le dije en broma “no te vayas a dejar ganar la pelea”. Se quedó mirándome los ojos y me dijo: -Parece mentira, tantos años juntos y todavía no me conoces. Te apuesto el sueldo que a que les pego un repaso.
Luis Miguel Bienvenida no estuvieron afortunados en sus primeros toros. César le cortó dos orejas al primero de su lote, y las dos al sexto de la tarde. Fue el primer torero en la historia de la Plaza de Toros Monumental de Valencia que abrió la Puerta Grande. Cuando le llevaban a hombros al verme me tiró las orejas, y me dijo: - Tómalas y guárdalas de recuerdo en tu rancho.
Fue el epílogo en la carrera de la gran figura del toreo que en vida fue César Girón.
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