Revisando, como ocurre ahora con el periodismo sin periódicos y con pandemia, revisando los chats taurinos veo, descubro y leo que crece y se difunde el culto a Rafael de Paula.
Un culto de creyentes, fanatizados; y siento, por lo que escucho y leo, fundamentado muy poco en el conocimiento de lo que en la realidad ha sido y es el jerezano Rafael de Paula.
Veo, escucho y leo, cómo se difunde aquello de “La música callada del toreo”; y, quien lo repitete, como si fuera de perogrullo cuando la realidad es que nació y surgió la tarde que en La Chata de Vista Alegre, Paula le ordenó a la música dejar de sonar.
El de Jerez consideró, y más tarde lo confirmó, que basta con “el arte mágico y prodigioso de torear que tiene su música por dentro y por fuera y es lo mejor que tiene”.
No creo lo haya pensado, dicho o repetido, Rafael de Paula, pero es que hay música para los ojos del alma y para el oído del corazón. Es el tercer oído, del que nos habló Nietzche: el que escucha armonías superiores.
Eso lo dijo, lo escribió y lo repitió don José Bergamín. Se inspiró por lo hecho por Rafael de Paula en Carabanchel…
-“Dos veces he visto torear en la pequeña plaza de Vista legre de Carabanchel – antes pueblerina, ahora verdaderamentre madrileña frente a la desproporcionada y de tan feísima arquitectura de la de Ventas – al que es, para mi gusto, extraordinario torero gitanísimo Rafael de Paula. En las dos le he visto hacer y decir el toreo admirablemente, con una finura y profundidad de estilo incomparables. En las dos tardes pidió el torero que no tocase la banda de música mientras él toreaba.
A los meses se presentaba Rafael de Paula en el Nuevo Circo de Caracas. A los meses de su primer triunfo en Carabanchel, y como periodista me reuní con él en Los Cuchilleros de los herrmanos Campuzano, en La Candelaria en Caracas.
Entre un saludos, una pregunta y ubicarnos para la entrevista le pregunto a de Paula cómo sintió la entrega del público de Madrid.
Expresión para algunos exagerada, para muchos acorde con las alturas artísticas remontadas por el torero de Jerez.
-¡Es que lo madrileños son gente “mu” rara!
Eso fue lo que contestó.
La respuesta la había escrito José Bergamín en su libro “La música callada del toreo”. Esa música que “en el aire se aposenta”, como diría Lope.
Y en la luz está callada música del toreo, escribió, esta música puede a veces , tener apoyo y estímulo en los oles y en las palmas. Y
así lo veíamos en el gitano Rafael de Paula que se apoyaba y se crecía en su toreo finísimo y profundo al oir el palmoteo de los suyos, que no era de otra música que le estorbase, sino de la de su toreo mismo, a tino con él.- Música es cuanto hace consonancia-, nos dijo Calderón.
La callada música de su torear consonaba con aquellas palmas, afianzándose más con ellas.
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