Chucho Solórzano reunió un grupo de amigos que invitó a participar en cuatro festivales en México. El primero en Mérida, Yucatán, luego otro en Cancún y pegando un enorme salto a Guadalajara Jalisco, para rematar al final en el Rancho del Charro de Polanco en Ciudad de México, sede de la Asociación de Charros Mexicanos. Entre los toreros fijos para el tour estaban Manolo Vázquez, Joselito Huerta, Eloy Cavazos, Jaime Rangel, Manolo Arruza y el mismo Chucho que fue el que me llamó una noche para solicitar – Por favor, habla con Antoñete porque sería muy bonito reunirnos en estos cuatro festivales.
Antonio con la parsimonia que le caracterizó vertió la bolsita de azúcar en la taza, y a su estilo, contra reloj, revolvió el café con leche. – Voy si vas tú.
Llegamos a Mérida donde nos esperaban Jaime Rangel y Salerito, el muy famoso Mozo de Espadas que Chucho Solórzano Pesado heredó de su padre el maestro Chucho Solórzano Dávalos, histórico torero moreliano quien en su casa, en una pared del frontón y la alberca tenía un azulejo que decía: -“El que trabaja es porque no sabe hacer otra cosa”.
Temprano a la plaza, para conocer de cerca los toros a lidiar. Bellísimos los novillos los que, con las ocurrencias de Salerito, lucían hermosos y arrogantes. Luego de una vuelta en un coche, tirado por dos hermosos y nerviosos caballos, nos pegamos una vuelta por El paseo Montejo, bellísima avenida homenaje de los yucatecos a al fundador de la Ciudad Blanca.
Luego del festival, pie en tierra y en una camioneta que condujo Manolo Arruza hasta Chichen Itzá, convertido el grupo en una academia taurina, emprendimos camino a Cancún, a un par de horas por una carretera rodeada de sabanas xerófilas y de esparcidos oasis, manchas cerradas con vegetación que cuida de los cenotes. Se trata de cavernas profundas, pozos de agua fresca y cristalina, son ideales para bañarse y para bucear o hacer snorkel porque el agua es fresca y transparente. Los cenotes son sagrados para los mayas, cuentan que en estos pozos sacrificaban doncellas cuyos huesos reposan en honda profundidad para la eternidad.
Y la tertulia de no haber sido porque la carretera y el viaje tienen finiquito, habría sido también eterna. Una tertulia cuyo tema surgió de una ligera conversación, muy repetuosa y aparentemente superficial de una pregunta que le hizo Manolo Arruza a Chucho Solórzano sobre su experiencia de amistad con Antonio Ordóñez. - Un gran torero, comenta Remedín Gago de Vázquez, hija de don Andrés Gago.
-¿Hombre difícil? Comentan.
-Indiscutible figura del toreo.
Trenza en la conversación Antonio Chenel “Antoñete”…
-¿Amigo tuyo, Chenel?
- Admirado por mí … no es así Manolo? Dirigiéndose a Manolo Vazquez, el gran torero sevillano que Madrid adoptó en afecto y admiración.
-No hay duda de ello, Antonio. No hay duda alguna, lo que es incomprensible es que no se haya encendido la llama de la apasionada hoguera de una rivalidad entre los dos Antonios más importantes que ha tenido el toreo en su muy larga historia..
-Fueron los dos, en su día, los más puros del toreo. Palabras de Manolo Arruza, que Chucho Solórzano confirma al afirmar, dirigiéndose al grupo en estado catedrático, solemne como era Solorzano cuando defendía posiciones: - Es cierto eso que afirman ustedes de Antonio Ordóñez, pero no es menos cierto que está entre nosotros hoy, en este momento, la expresión cumbre del clasicismo taurino. Antonio Chenel “Antoñete”.
Manolo Vazquez, se hergue y ratifica lo expresado por Chucho Solórzano, organizador de este tour que por taurino, hermoso y afectivo guardaremos eternamente conmovidos por el hecho que cada minuto de tan maravillosa estada ha sido para nosotros un tesoro.
Tesoro que se enriqueció el Guadalajara, con la presencia de Manuel Capetillo y la actuación de Eloy Cavazos. Reforzándose en el Lienzo Charro de Polanco cuando Luis Procuna, el berrendito de San Juan, bajó del tendido para rendirle un sentido homenaje a Antonio Chenel “Antoñete” en presencia de la directiva de la Asociación de Charros Mexicanos, una agrupación que hoy como nunca está de pie y en armas en defensa de la Fiesta de los Toros en México.
Son aires que llegan a la memoria cuando la refrescamos con recuerdos de los cenotes de Chichedn Itzá.
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