“Estas enfermedades
no te marcan su querencia,
te van siempre al cuerpo”.
Foto: Tauroagencia.
Admito que hoy hablo con una de mis grandes debilidades, el maestro Jorge Gutiérrez. Uno de los últimos exponentes de la época gloriosa del toreo mexicano en la última parte del siglo XX y un auténtico luchador. Con él, a corazón abierto, hablamos de su lucha contra el toro más complicado de su vida y encima en tiempos del coronavirus. Una lección de vida de una figura legendaria.
Maestro, buenas noches.
Buenas noches Jaime.
¿Cómo se encuentra?
Bien gracias a Dios. Con mi familia, entorilados a ver si nos ponen la divisa. Es el toro más difícil que nos ha tocado lidiar a la humanidad.
¿Cómo lo lleva en su caso?
Bien dentro de lo que cabe. Tenemos posibilidad de hacer ejercicio y podemos salir, con muchas precauciones, a caminar con distancia y protegidos. Vivimos en una época de duda porque no sabemos qué ha pasado ni lo que va a ocurrir. Nadie sabe, ni los expertos ni los científicos, qué va a pasar pero tenemos la esperanza de superarlo con la ayuda de Dios.
El maestro nos habla, con brutal entereza, de su enfermedad.
En remisión. Me he hecho unos exámenes de sangre con hematólogos y resonancias. Tengo dos clases de cáncer: leucemia y sarcomas en la cabeza que me han dejado pelón. Estoy sin pelo pero vivo, gloria bendita. El doctor ya me dijo que nunca me van a dar de alta pero estamos en remisión con vigilancia. Con el sistema inmunológico tan bajo por los tratamientos debemos tener mucho cuidado.
¿Cuándo le comunicaron su enfermedad?
En diciembre de 2017 me encontraba mal, sabía que algo me estaba pasando. Fueron claros y, al comunicármelo, me dijeron que no sabían si saldría del tratamiento. Vamos viendo el camino. No me podían decir si me curaría o no. Eso solo lo sabe el Creador, es el que cura. Los doctores ponen la medicina pero de ahí en adelante no saben. Siempre hay que estar dispuesto a luchar.
Empecé el tratamiento en 2018 y tuve todo el año tratándome la leucemia y el año pasado le batallé a los sarcomas. A todos nos puede pasar pero no se lo deseo a nadie. Es muy duro y hay que quedar en manos de Dios.
¿Se siente un nuevo miedo?
Sí. Preferiría sufrir todas las cornadas que he tenido e, incluso, más fuertes. Esto es más grande que cualquier cornada que tuve y eso que las tuve cerca de la raya. Cuando toreaba no pensaba nunca en perder la vida pese a que, como te digo, lo rocé. En las cornadas los doctores te dicen qué va a pasar pero con esto…
¿Cómo se afronta el sentir este miedo tan diferente?
Con muchas dudas. Te derrumbas mucho y dices varias veces que ya no puedes más. Me rindo y digo “Sin Dios no puedo más”. Es el miedo a lo desconocido, no sabes lo que te viene. Es normal tener miedo a lo que no conoces.
Nosotros nos hemos jugado la vida, hemos estado cerca de la muerte, pero de eso no reparas cuando eres joven y más nos vale. Luego lo piensas y te das cuenta que te la has llegado a jugar con gusto porque nadie nos obliga a ponernos delante de un toro. Esta enfermedad te deja mucho tiempo para pensar en estas cosas.
La Fe es algo que los católicos sentimos como una forma de agarrarse.
Es la medicina Jaime, Él es el único que nos cura y nuestra única salvación. Es la Verdad absoluta y no debemos tener duda de esto nunca.
Maestro, usted ha estado con la muerte de cerca, ¿se la tiene miedo?
Sí, parece una incongruencia sentir esto cuando te la has jugado con alegría delante del toro. Ese gozo de torear no se cambia por nada, no puedes suplantar esas emociones por nada. Una vez me preguntaron qué pasa cuando se retiran los toreros. Les dije que uno se empieza a morir. Es ley de vida pero luego lo pensé y dije que para qué había dicho eso (risas).
¿Es inevitable pensar, hasta en estos momentos, como torero¿
Sí. El toro y su ambiente te hacen madurar mucho. Aprendes sobre la vida, sobre tu entorno… El carácter que te forma el toro te sirve después. Se añora al toro, él es noble y te enseña sus caminos imponiéndose si no le tratas bien. Estas enfermedades no nos van bien, no sabemos qué quiere, no conocemos su querencia y tienen mucho sentido, te van al cuerpo.
¿Se siente arropado por la gente del toro?
Sí. He tenido momentos muy duros y siempre he contado con los mejores deseos de compañeros y personas del toro. Los aficionados se han preocupado mucho y me han animado, lo siguen haciendo.
Piensa como torero, vive en torero, ¿el toro sigue en sus pensamientos?
Siempre, mucho. Ahora estoy muy flaco y me queda el vestido de la alternativa. Tengo tres vestidos sólo que son para mis hijos, mi herencia de torero. Estoy más fino que cuando toreaba, como cuando empecé. He tenido la suerte de ir a tientas tras mi retiro y me sigo conformando con pegar un muletazo a gusto.
Con eso soñaba cuando empecé. Luego te exiges más: una tanda, rematar bien, la faena… Así uno se exige. Ahora parece, al desear el muletazo, que estoy como cuando empecé de novillero y me encantaría echar el tiempo atrás. Me gustaría sacar cosas que no debí hacer. Ahorita torearía diferente.
¿Se replantea uno todo?
Sí. Me arrepiento de muchas cosas por qué no decirlo. Hubiera cambiado muchas cosas. Perdí mucho el tiempo por necio, por conformista en unas épocas de mi vida en las que no tire hacia adelante. Cuando pasa el tren hay que subirse porque no va a venir después otro aunque le esperes.
En ese echar la vista atrás, ¿cambiaría faenas también?
Siempre. Me acuerdo de casi todos. Bueno, mejor dicho me acuerdo de los toros con los que me sentí a gusto que fueron pocos (risas). Hubo muchos toros buenos que se fueron que para la gente eran buenos para la gente pero para uno no. Por circunstancias de carácter, sentimiento, clima no los pude cuajar. Me afligía mucho el aire, siempre tuve miedo, aunque me decían que era muy valiente. Si los valientes tienen el miedo que yo… Un valiente es otra cosa. Amanecía con valor al día siguiente pero no soy un valiente.
Maestro, sus faenas están ahí y su valentía igual. Este testimonio y su lucha contra la enfermedad deja claro que en la vida tenía el mismo gran valor.
Ahora no vives para ti. Te das cuenta que lo que más merece la pena es la familia, piensas en ver realizados a tus hijos y también hacer un poco más en esto para verles realizarse como hombres, con una familia que es la fortaleza de la sociedad, lo auténtico. Verlo es mi anhelo y te hace pelear y no darte por vencido.
Y los nietos…
Los chavos lo piensan mucho para casarse. Saben que el matrimonio es uno para toda la vida, es lo que he visto y debe ser. Muchos modernos no lo ven así, están fuera de la tradición y de los valores.
Pero desea esos nietos.
Si (bien alto). Me da envidia ver a los compañeros con nietos, envidia de la buena. Yo quisiera verlos y tenerlos y hacer lo que no pude hacer por mis hijos por andar toreando. Cambiaría muchas cosas de esto. Me gustaría mucho cambiar cosas.
¿Haber pasado más tiempo con ellos?
Sí. Pasé mucho tiempo porque en México no se toreaba tanto como en España dónde no se para por la casa. Teníamos tiempo al torear cada 8 días pero el tiempo no se lo dedicabas. Pensabas en otra cosa, en el toro con la intranquilidad en la cabeza para disfrutar de los tuyos. Sabes que tienes que cuidarte, prepararte y no disfrutas de la familia.
Maestro, voy terminando. Usted ha dicho antes que le gustaría dar un muletazo, que cambiaría cosas. ¿Sería mejor torero poniendo delante suyo todo lo que está viviendo?
Sí, todos valoramos más esta vocación, valoramos más la vida tras la enfermedad y ahora con el virus. Es triste que no la valoremos hasta que no pasemos esto. Tenemos que recapitular, empezar, enfrentar a la vida de forma diferente. Debemos pensar en el prójimo, en la vida, cuidar tus amistades, dar cariño, ser misericordes y practicar la piedad. La pandemia nos ha inspirado esto.
Cuando hablamos hace unos años me habló mucho de España. ¿En sus pensamientos sobre el toro, cuando me habla de que pecó de conformista, piensa en España?
No lo supe ver. Me faltó cultura taurina, no supe ver esos momentos. Ahorita me siento conformista, pude haber hecho más cosas pero no me di cuenta. Pensé que venía otro tren esperándome y eso no vino porque no estaba maduro. Nunca me conformé, la faena ideal no la hago. Esto te hace moverte como torero, te hace aspirar y cuando llegas al techo solo puedes ir para abajo y que bonito es decir que no tiene techo un torero. La gente no le ve el tope y eso es bonito, eso hace a uno vivir y tratar de mejorar siempre.
El maestro mexicano resume una vida feliz por la que sigue peleando cada día con su ejemplo.
Mi vida es muy feliz. Doy gracias a Dios por la mujer maravillosa que tengo, el amor de mi vida. Mis hijos son muy buenos. Estoy y estaré siempre en deuda con Dios por lo bueno que ha sido conmigo al darme mi familia, mis amigos… Mi vida es preciosa y la familia es inmejorable, el mejor regalo que Dios me pudo dar.
Muchas gracias, maestro.
Gracias Jaime y me gustaría mandar un saludo a España a la que quiero mucho. Cuídense.
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