JUAN DIEGO MANDUEÑO/ El Mundo, MADRID
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1.600 personas estaban a las 22.30 conectadas a la plaza de tientas de El Pilar, que ha quemado este viernes tres toros sin que Urdiales entrara a matar. El reclamo era presenciar una faena campera a la luz de la luna llena. La ganadería salmantina abrió las puertas a los aficionados previo pago de entrada usando como intermediario a Eventbrite. Tras comprobar sus defectos y virtudes, los toros anónimos enfilaron de vuelta los chiqueros cuando se acabaron, igual que en Portugal, en un experimento de retransmisión en streaming sin muerte. ¿Se habrían matado en el ruedo si hubiera intimidad? Supongo que sí. Diego Urdiales fue el primer torero en escuchar un ole esta cuarentena en una plaza de toros iluminada por velas. Un fallo de conexión redujo el aforo a la mitad: no estaban rotos los ordenadores, se había ido el directo. Obligó al ganadero a echar un toro más de los dos previstos.
La retransmisión ha estado dirigida por el periodista Marco Antonio Hierro. Los problemas técnicos persistieron. Casi una hora después, no se veía a Urdiales, sino imágenes de archivo de toros en el campo y de los ganaderos producidas por el locutor. El logo desvelaba su origen. Hierro recogía el proyecto de retransmisiones en streaming que no pudo sacar adelante en 2015 con Cultoro, el portal de información taurina que dirige. El gafe sobrevolaba de nuevo. Parecía que los taurinos golpeaban otra vez en el confinamiento. El directo estaba congelado y la entrada (3,30) no era reembolsable.
La programación no anunciada dio dos vueltas. Contaba con publicidad. Pudimos ver faenas de El Cid y López Simón toreando toros de la misma ganadería. Después de las entrevistas, de las imágenes de la finca y un plano de la UVI móvil, estaban preparados "tres médicos", Urdiales apareció toreando con la muleta al primero de la noche, un torillo negro que apenas sirvió. Como los otros dos, estaba arreglado bien, no parecía una chapuza. Más que suficiente para un entrenamiento. Un ejercicio de selección ganadera.
En los burladeros había crespones negros en recuerdo de las casi 30.000 víctimas que ha provocado la pandemia en España. De fondo sonaba una guitarra. Habría sido perfecto sin los acordes porque no comentaba nadie lo que sucedía. Se escuchan los sonidos del campo, que era lo interesante. A Urdiales le pegaron un agua, que es la experiencia campera definitiva.
Marco Antonio Hierro pidió disculpas. Dijo que "los duendes del directo" habían actuado, pero luego se le escapó, pensando que tenía el micrófono cerrado, "ha sido un fallo técnico". Se escuchaba también la voz de la realizadora. Había, al menos, tres cámaras. El segundo toro, castaño, bien hecho, derribó al caballo. No duró nada. A Urdiales le voló la verónica a las 23.32. En un cambio de mano muy templado se desprendió el toro de sus cualidades, se paró después, creo que extrañaba las sombras. Puerta.
El tercero, el bis del ganadero y el bis del matador riojano, tenía las hechuras de la casa. Más fuerte que los anteriores. Buen embroque sin finales. A mí me salía decirle ole a la colocación. Después de dos meses sin toros, se le da más importancia a cómo coge Diego Urdiales la muleta, cómo le da el pecho o la suavidad de los toques. Así redondeó la mejor tanda. Se le vio más relajado. Cinco o seis naturales para olvidar los problemas técnicos y confirmar que el streaming, para los días que vienen, es un camino a explorar con talento.
No hubo declaraciones del matador. Sólo el gesto de colocar sobre la arena un par de velas y un lazo negro y brindar al cielo. Por las víctimas del coronavirus
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