Por Patrica Navarro.
Dice JoaquínSabina, que “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”. Y esa idea perseguía año tras año la memoria sagrada que José Tomás tatuó una mañana de un 16 de septiembre de 2012. Ha llovido. Y tronado. Pero ahí quedará para siempre. Fue el “solo” de José Tomás aquel día en el anfiteatro romano. La mañana en la que el diestro José Tomás hizo su obra maestra. Hablar de cifras es empequeñecer la magia de lo que ocurrió en esa plaza: la emoción de lo imprevisible. El mismo Sabina se dejó caer aquella soleadísima mañana del mes de septiembre de 2012 por la plaza francesa, acompañado de Serrat. Aquel día José Tomás bordó el toreo. Una frase tan manida, pero sustentada por lo que se vivió allí. En esa sensación de puerta cerrada, en esa plaza “hundida”, en un escenario privilegiado y donde se vive el toreo de una manera tan distinta y tan espectacular. A Francia le late el toreo.
Ocho años después, en plena celebración de San Isidro, estaba previsto desandar la ruta para volver. Para volver a volver. Laberinto de aviones y trenes, un alto en el camino isidril para ver a José Tomás en el regreso a Nimes. Cuatro toros estaban previstos y dos para el rejoneador Hermoso de Mendoza. Así lo había hecho posible el empresario de la plaza de Nimes, Simón Casas. Un hecho histórico, el mismo gestor al cargo de un coso de primera.
No pudo ser, como no pudo ser Fallas, ni Castellón, ni la mismísima rejuvenecedora Feria de Abril de Sevilla ni Madrid. Como no puede ser la vida con la invasión de un virus que se ha llevado a muchos de los nuestros y nuestro modelo de vida.
También nuestro viaje idílico al lugar donde fuimos feliz. Aquella mañana. Aquel mes de septiembre. Tan lejos todo. Tan torero José. Tan ronca Nimes. Tan Sabina.
Y ahora lejos de todo lo que fue nuestro, o creímos, es el toreo, el de José, el de los buenos… El verso libre de su tarde 2019 en Granada ese halo de esperanza para no dejar de soñar. La memoria, aun frágil, no está dañada.