Agradados y emocionados hemos seguido de cerca la sabrosa diatriba surgida en los chats El Toreo y su Sombra, que promueve y organiza Asdrúbal Blanco, infatigable en sus propósitos de mantener y propagar la fiesta, y Taurinos de Caracas que reúne aficionados prácticos y entusiastas del toreo nacional como Arnold Miranda, Orlando Faroh, Antonio Larez, Isaac Araujo, Vitico Ramírez, José Castañeda, Miguel Guía entre muchos que, arando en el mar ,han logrado cosechas importantes en beneficio de la Fiesta de los Toros en Venezuela.
La referida diatriba, entre otras, tiene que ver con la publicación de un par de fotografías colosales de Luis Castro “El Soldado” y de Manolo Escudero, ambos toreando a la verónica. El de Mixcoac templando hacia el infinito un lagunero por el pitón izquierdo, mientras que el de Embajadores lleva al toro por el derecho con el percal asomándose entre las piernas.
Estas fotos estimularon a varios participantes de El Toreo y su Sombra de proponer una consulta entre los seguidores del chat sobre los toreros que se han destacado con el capote, perfilándose la deliberación sobre toreros nacionales. Entre muchos surgieron dos nombres, Celestino Correa y Carlos Osorio “Rayito”, ignorándose los de Carlos Martínez y Héctor Álvarez, dos artistas de trascendencia entre los más exigentes aficionados pero que debido a la brevedad de su existencia en los escenarios no es tomada en cuenta por quienes ahora repiten conceptos taurinos menudeando lo que le han contado, o le han dicho.
A Luis Castro “El Soldado” le conocí en Caracas, en sus diversas visitas provocadas por su actividad en aquellos añorados festivales del recuerdo y porque en México tuve el honor de compartir con él una reunión que organizó el gran torero regiomontano Manolo Martínez, en honor a los ganaderos Ramón e Idelfonso Riera Zubillaga, en compañía de sus esposas Luces y Marisela, en Pachuca, Hidalgo. Quiso Manolo agradecer lo que Venezuela significaba para él y conversar un rato con Monchito Riera de su pasión ganadera, específicamente sobre la cría del Beefmaster, ganado tejano al que Manolo Martínez dedicó casi tanta atención como su muy exitosa ganadería de bravo. Manolo Escudero, el torero de Embajadores, vivió muchos años con notros cuando fue precisamente su torero de capa en el Nuevo Circo, la tarde de un festival que promovió al también madrileño Antonio Chenel “Antoñete” convertido en el consentido de la afición gracias a la promoción que de él hizo Jesús Nieves y por la protección y afecto de sus amigos los ganaderos de Tarapío, Marcos y Maribel Branger.
Con el permiso de nuestros lectores, con todo respeto, sin pretender abusar del tiempo concedido a todos por la situación del Corona Virus que nos mantiene recluidos, agrego dos notas y dos fotos de estos dos grandiosos toreros que están, sin duda ninguna, entre los cinco mejores toreros que se han distinguido entre los que han sabido torear con el capote.
Cosa nada fácil.
ESE ES EL SOLDADO
La Feria de la Magdalena de Castellón cumplió cien años. Junto con las Fallas de Valencia abriendo con sus abonos la temporada española. Lamentable, este año, fueron las primeras víctimas taurinas del Corona Virus.
Hace poco más de 50 años, un torero mexicano, de recia personalidad tomó la alternativa en una de las corridas de Castellón. Su nombre Luis Castro, anunciado en los carteles como El Soldado. Fue un torero de barrio, nacido en Mixcoac y formado y criado en la calle de Tiziano. Luis Castro no se parecía a ninguno, como ninguno se ha parecido a él... En una entrevista que le hizo José Pagés para su interesante libro Los machos de los toreros, comentó que sus mejores amigos habían sido la miseria y el toro; “la pinche miseria, porque nunca me ha abandonado, y el cabrón toro, porque me lo ha dado todo”.
Ese es El Soldado. Ingenioso dentro y fuera de los ruedos; encarnizado rival de Lorenzo Garza porque el de Monterrey le quitó una novia en Lisboa “que me había quitado el hambre, me mantenía y me llenaba de ilusión la vida”.
Se llamó El Soldado sin jamás haber vestido un uniforme, porque de niño jugaba a los soldados en el patio del cuartel que estaba cerca de Mixcoac, ese barrio que tantos toreros le ha dado a México.
Se inició como banderillero en la placita Merced Gómez. Al poco tiempo se estrenó como novillero y se hizo puntero. Tomó una alternativa en El Toreo de manos de Cagancho, a la que renunció para irse a España en 1934. Su primera temporada como novillero en España toreó en 43 festejos, varios de ellos en Madrid, donde cortó un rabo la histórica tarde que actuó a lado de Lorenzo Garza. Fue ídolo de la capital española, llegando a actuar muchas tardes en compañía de Lorenzo, sin toreros españoles. Los dos mexicanos llenaban el santuario de la catedral del toreo.
Los triunfos de Luis, los de Garza y de Armillita volvieron locos a los españoles, quienes rompieron el convenio taurino prohibiéndoles a mexicanos actuar en España.
En México Luis Castro tuvo cartel de primera figura, y sus triunfos se contaban por actuación. Inolvidable la tarde de los sanmateos en la que actuó con Lorenzo, su archirrival, mano a mano (Garza era el torero consentido de San Mateo), y su triunfo provocó aquello que escribió Armando de María y Campos y que dice así: Con una mano puesta en el corazón y la otra en la historia del toreo, desde El Cid hasta nuestros días, juramos que nadie ha toreado así y profetizamos que nadie toreará más cerca de lo que lo hace El Soldado. La verónicas de Luis han sido únicas, sus banderillas eran dramáticas y su muleta poderosa. Como estoqueador, jugaba a su antojo la mano izquierda y por eso mataba bien, cuando se lo proponía.
Pero, era su personalidad lo importante.
Inolvidables sus petardos, que provocaron broncas legendarias como aquellas de la tarde de Corvejón de San Diego de los Padres; al que mató escondido en un burladero, cornadas como la de Calao de Piedras Negras que le partió la femoral; sus éxitos, como los de Rayito, Porrista y Silvestre que tapizaron los ruedos de El Toreo y la México de flores y sombreros.
El Soldado se despidió de los ruedos el 29 de abril de 1962 con Manuel Capetillo y Joaquín Bernardo, pero siguió actuando en los bien llamados festivales del recuerdo. Aquí le vi torear algunos y gracias a ellos le conocí. La última vez que vi a Luis Castro "El Soldado", fue en Pachuca, estado de Hidalgo, México, cuando coincidimos con los hermanos Raúl, Ramón e Ildefonso Riera, junto a sus esposas las dos Marisela y Luces, en una comida a la que nos invitó Manolo Martínez.
Luis estaba junto a su esposa, lo que no impidió que nos narrara su fantástica vida amorosa, nutrida de capítulos que llevan el nombre de Rita Hayworth, Ava Gadner y Marilyn Monroe.
EL TORERO DE EMBAJADORES
Manolo Escudero una tarde que visitó la tertulia de "Los Amigos del Toro", en casa de los recordados hermanos y amigos Pedro y Juanito Campuzano Álvarez nos manifestó que no cabía de gozo por sus dos grandes triunfos en Caracas. Triunfos en dos festivales que tuvieron inusitada trascendencia en una ciudad de trascendente importancia taurina, entonces, al extremo de avivarse la fiesta, cruzando la noticia los límites de lo taurino e invadiendo territorios que se habían mantenido indiferentes a los toros. Manolo Escudero, torero del barrio de Lavapiés, de la calle de Embajadores, donde el mismísimo Vicente Pastor tuvo la ocurrencia de ponerle ascensor a su piso fue un torero irrepetible. Escudero encarnaba con toda propiedad un personaje del Viejo Madrid, del Madrid de Manolo Lozano y de la calle de Alcalá. Un ciudadano del pueblo de la plaza del Cascorro, la ciudad con cicatriz abierta con la herida por una faca sobre la que se extiende La Ribera de Curtidores, con su gente llena de gracia como el hablar como habla Pepe Teruel . Madrid con su Rastro, lleno de objetos que tejen entre unos y otros recuerdos y sueños y esperanzas e ilusiones perdidas.
Fue Manolo Escudero un torero de la época de Manolete, un hombre que recuerda la crueldad de la Guerra, como un bisturí que le cortó en dos su vida. Sin huella aparente, pero que dejó una cicatriz profunda, cercenándole su alma de torero.
La herida del torero fue distinta a la del hombre. Esta se abrió en el pitón de un toro que le perforó el pulmón en San Sebastián, Guipuzcoa. La tragedia apareció l hacerle un quite al matador de toros potosino Gregorio García. Cura eterna, olorosa a sulfas, yodo y cloroformo. El terrible hule de las enfermerías de antes de la Guerra, que partió en dos la Fiesta Nacional. Lo hizo al diezmar la cabaña brava, al ubicar caprichosamente a los españoles en zonas antagónicas y en conflicto, lo hizo al crear un paralelo fatídico con el antes y después de Manolete; y Escudero fue un torero de antes y después de Manolete, exaltado por la pluma de don Mariano de la Cavia, que lo refirió con este epigrama:
Y escribió con la roja percalina / todo un curso de estética taurina
Así habló Escudero, aquella tarde en Cuchilleros:
- Un mono puede que sea gracioso, pero no tiene arte porque le falta elegancia. Hay muchos toreros que dominan la técnica a la perfección, incluso se puede decir que "tienen gracia”, pero no son artistas.
Sentencioso, con las manos extendidas sobre el mantel que cubría la mesa. Esbozo de sonrisa con intención de equilibrar los ojos azules. Diminutos, escrutadores, ocultos y de travieso movimiento entre unos párpados que pretenden esconderlos.
Manolo Escudero inicia su charla en la tertulia de Los Cuchilleros.
-Está el caso de Pepe Luis Vázquez. Admirado y respetado torero sevillano. Pepe Luis conoce la técnica como pocos toreros, tiene mucha gracia y nada de arte. En cambio, Curro Romero, Rafael de Paula y Antonio Ordóñez tienen arte a caudales, ¡Y gracia!
-Aquello de "Cagancho" de que de Despeñaperros para arriba se trabaja, fue una majadería del gitano.
Manolete es uno de los prototipos de la mayoría de los toreros, y más para Escudero porque fue Manolo hombre de la época del cordobés, además su ahijado en la alternativa.
-Le vi por primera vez cuando confirmó la alternativa en 1939. Luego tuve oportunidad de hablar con Manolete la tarde que me dio la alternativa en Murcia.
-Si de Juan Belmonte el toreo heredó el temple y el mando, de Manolete fue el sitio, la colocación, hilvanar los pases, ligar la faena. Más tarde Manuel Benítez "El Cordobés" rompería los moldes del sitio que pedían los toros, para imponer su sitio... Son Belmonte, Manolete y "El Cordobés" los tres grandes revolucionarios del toreo.
Escudero recuerda momentos importantes en su vida, pero también aciagos:
- Si pudiera borrar de mi mente dos toros, serían dos que me tocaron en Madrid una tarde de 1945. Fueron dos alimañas del Marqués de Albayda, tan peligrosas, duras y difíciles, que "Armillita", después de la corrida, me dijo en el hotel:
-"Manolo, son los más complicados que he visto en mi vida de torero”. ¡Y hay que ver con la facilidad que veía " Armillita" los toros!
Mientras que del que mejores recuerdos tiene fue un toro de Cobaleda que lidió en Madrid.
- Venía de México con la moral por los suelos. En la Plaza Monumental me echaron un toro a los corrales. El primero que se iba vivo en la historia de esa plaza. Como comprenderás, destrozado espiritualmente. En Madrid lidié soberbiamente un toro de Cobaleda, con él realicé la faena de mi vida. Algunos aficionados contaron hasta treinta y tres naturales. Fue una faena completísima en la que brillé como muletero. Me quitaba el "san benito" de que sólo podía torear bien con el capote y realizaba una gran faena con la muleta.
Manolo Escudero fue extrovertido, de gran clase y un temperamento difícil. No aguantaba a los pesados y hacía culto sincero a la amistad. Gozaba hablando de toros, con buenos taurinos. Con los advenedizos es indiferente y a veces un poquito grosero. Es que ya llevo muchos años aguantando a los pastosos.
Muchas veces fui con Escudero al campo, en especial a Los Aránguez" con el doctor Alberto Ramírez Avendaño. Debo decir que han sido los mejores tentaderos que he hecho en mi vida de aficionado, pues Escudero tuvo el don de la fácil explicación y se preocupaba, cuando se siente a gusto y entre amigos, de dar sus explicaciones y sus teorías mezclándolas con la práctica ante las becerras.
No recordaba la tarde del año 44 en San Sebastián, cuando un toro le partió en dos el pulmón al hacerle un quite al potosino Gregorio García. Aquella tarde toreó con El Andaluz y García y la gravísima cornada lo alejó de los ruedos hasta que reapareció en Barcelona, junto a otro mexicano, Silverio Pérez. Cómo estaría Escudero en su reaparición, que cortó cuatro orejas.
Esos viajes que hicimos juntos eran rematados en las veladas con gratas conversaciones, porque Manolo Escudero es un gran conversador y debido a que ha sido un judío errante como viajero, matiza todo con una hilada conversación que salpica sabrosamente con las anécdotas por él vividas. Fueron muchos los caminos que recorrí junto a Manolo, caminos en Venezuela y en España, en el recuerdo y en la historia. Guardo de este maestro del toreo un grato recuerdo, porque a pesar de la diferencia de edades ha sido Escudero un hombre joven, física y mentalmente, abierto a la comprensión aunque aparentemente intransigente. Su modernidad no está reñida con lo tradicional y, como hijo de Madrid, la Villa del Oso y del Madroño debe sentirse orgullosa de él.
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