Fermín Rivera, gloria del toreo mexicano se aquerenció en Caracas donde triunfó en sus mejores años y que en el descanso del retiro vino invitado a participar en festivales del recuerdo que, para la época, estaban en boga. Los caraqueños teníamos la oportunidad de disfrutar de algunos de estos festejos y así recordar aquellos toreros de los años cuarenta y cincuenta, la mayoría mexicanos, de la añorada Época de Oro. El maestro potosino había dejado de apoderar y de representar a su hijo Curro, el maestro Curro Rivera, que hacía brillante campaña en España, destacándose sus apoteósicos triunfos en Sevilla, Madrid y Bilbao. Ahora llega a Caracas como e apoderado de Curro Leal, un torero tenaz, que gracias a su constancia alcanzó cotas importantes como torero y que llegó a sujetar en un puño ordenando sus riendas el difícil corcel de la Plaza México, mandón como gerente de la inmensa plaza Monumental.
Muchas tardes compartíamos con Fermín Rivera en la barra de Los Cuchilleros, y en estas tertulias platicada de su época y de sus protagonistas. Hablaba de su presentación en España, en Aranjuez y de sus éxitos antes del rompimiento entre toreros de España y de México. La política siempre metida en medio, embadurnándolo todo y destruyendo con los pies lo que tanto trabajo había costado edificar con buenos propósitos, tardes de triunfo y éxitos de los maestros.
Entre las anécdotas está la del pasodoble “Novillero”, que algunos creen que fue un homenaje de Agustín Lara para Lorenzo Garza.–Fíjate que Lara dice en la letra: “lo mismo en un quite que en las banderillas...”; y Garza no era banderillero, no ponía banderillas. ¿Cómo podía Lara, gran taurino, muy detallista en todas sus letras, referirse a él “poniendo” banderillas? –Sucede, mi querido Víctor, que la tarde de mi despedida como novillero en El Toreo, le brindé a Agustín la muerte de un toro de “La Laguna” , con el que estuve muy, pero muy bien y él lo agradeció con el pasodoble “Novillero”.
Se emociona Fermín Rivera al recordar aquella tarde de su adiós como novillero de la afición de El Toreo. Alternó con Alfonso Ramírez “El Calesero”, El poeta toero, y con Juanito Estrada, torero de recio arte y de frágil carácter, cuya excelsitud con el capote y con la muleta quedó grabada para la eternidad en las amarillentas páginas de las famosas revistas La Lidia y La Fiesta de México.
- A los días, cuenta Rivera, el maestro Lara me dijo que pusiera cuidado a la radio porque “me tenía un regalo”... Y en su programa semanal sonó el pasodoble “Novillero” y dio la casualidad que al poco tiempo se estrenó la película “Novillero”, en la que el protagonista era Garza, ya para la época convertido en figurón del toreo...Yo que apenas comenzaba era como una breve nube y no podía ocultar la magnificencia de semejante sol. Pero el pasodoble “Novillero” fue un obsequio, la retribución de un brindis que le hice en “El Toreo”, al maestro Agustín Lara.
Este fino señor de la vida, don Fermín Rivera Malabehar, nació en el barrio de San Miguelito de la capital del Estado de San Luis Potosí. Hijo de un ferrocarrilero, don Manuel Rivera, que fue entusiasta aficionado taurino.
–Me entusiasmé al ver a Heriberto García, allá en San Luis, y me dije “¿porqué no yo, si esto es requetefácil”; y es que lo vi tan bonito, eso de torear que desde que vi a Heriberto no pensaba en otra cosa que en hacerme torero. Mi padre, un día con unos amigos, me llevó a la ganadería de Santo Domingo y allí tuve la oportunidades ponerme por delante de una becerra.
“Quedó mi padre tan a gusto con mi actuación que comenzó a tomarme en serio y ese mismo día le compró a don Manuel Labastida un novillo para que yo lo matara a puerta cerrada, a ver si de verdad jalaba. El becerrote con unos trescientos kilos era del rancho de “La Malada”, que no era de lo mejor, como se suponía, pero fíjate que embistió requetebien y estuve, a mi manera y con la poca experiencia que tenía, a gusto. Y les gusté a mi padre, y también al banderillero Ignacio Núñez que me ayudó con el capote en la lidia de aquel mi primer novillo. Nacho se convirtió en mi más ferviente admirador”.
Fermín Rivera debutó en San Luis junto a Jesús Solórzano y Pepe Amorós, el mismo que un par de años más tarde, en 1933, inauguraría la plaza de toros de Maracay. Hablamos del año de 1931, cuando sucedían estos hechos en San Luis en el inicio de su brillante carrera. Acontecimientos que narraba Fermín en la barra del bar de la Avenida Urdaneta, uno a uno, como si fuera ayer, cada día que nos reuníamos.
–Aunque los becerros que toreamos en San Luis la tarde de mi debut como novillero eran de Atenco, fue de Santo Domingo, un sobrero, al que le corté la primera oreja. El primer trofeo de mi vida.
“En México, luego de algunas vueltecitas me fui a vivir con Alberto Cossío, “El Patatero”, que tenía para esa época una Escuela Taurina a la que asistían matadores de toros y novilleros. Alberto Cossío “El Patatero” fue una institución taurina en México y tuvo autoridad e influencia al impartir sus clases. Formó una escuela, tuvo sentido en la preparación de los toreros.
“Comencé como banderillero en las cuadrillas de Heriberto García, matador de toros, Ricardo Torres y “El Ahijado del Matadero”, novilleros. Era la forma cómo nos hacíamos en esa época. Durante la semana a aprender los secretos de la lidia en la escuela, con “El Patatero”, a jugar mucho frontón, para hacer piernas y poner los reflejos a tono; y los fines de semana a verle la cara al toro, como banderillero.
“Te diré la verdad, “El Patatero” no me tenía mucha confianza al principio; y si me aguantaba era porque don Manuel Labastida me había recomendado al señor Juan Zarzosa, quien fue el que llevó a la casa de Alberto Cossío; pero no me tenía mucha confianza, y lo demostró cuando me hizo mi primera novillada en “El Toreo” con cuatro novillos de Ajuluapan. Cartel con “El Minero”, Juan Escamilla y una mujer gordísima, a la que anunciaban como “la mujer más gorda del mundo”. “El Patatero”, por la poca confianza que me tenía, me anunció como “Fermín Ramírez”, por si las cosas no marchaban bien...
“Y hubo tanto éxito que Juan Aguirre “El Conejo Chico”, célebre picador de toros, más tarde ganadero y en esta oportunidad empresario, me anunció para una repetición; pero “El Patatero” prefirió guardar el contrato “para la próxima temporada, cuando esté más cuajado”.
Juan Aguirre “Conejo Chico” fue famoso picador de toros que le hacía los tentaderos a don Antonio Llaguno. El prócer de San Mateo le tuvo mucho afecto y le vendió toros y vacas de San Mateo, con lo que Juan Aguirre fundó su ganadería que más tarde, tras muchos años, fue el hierro que compró Pepe Chafik, el apoderado de Manolo Martínez y con el que fundó su ganadería de San Martín.
–Eduardo Margeli, empresario español, me contrató para la alternativa en la temporada de 1935. Fue “Armillita” mi padrino de alternativa, con toros de Rancho Seco, y de testigo aquel gran torero de Valladolid, Fernando Domínguez que venía de Venezuela donde había toreado en el Nuevo Circo.
La fecha de la alternativa de Fermín Rivera fue el 8 de diciembre de 1935. El toro, cárdeno ensabanado de pelo y marcado con el número 53, llevó por nombre “Parlero”. Fue un toro de muchas carnes, pues pesó 565 kilos. La cabeza me imagino debe estar en poder de Currito Rivera, pues siempre la guardó el maestro Fermín en su casa potosina. A este toro le cortó las dos orejas. Aunque triunfó con el toro de la alternativa en El Toreo, la primera plaza de México, la temporada de 1936 no se le presentó muy clara. Había pocas oportunidades para los toreros que no tenían jerarquía de figuras del toreo, y Fermín no alcanzaba, aún, el grado. Decidió marcharse a España.
España siempre ha sido un hito importante en la carrera de los toreros americanos, en especial de los mexicanos. Han sido las plazas españolas los teatros consagratorios. Madrid, Sevilla y Bilbao son las plazas que multiplican los esfuerzos y los éxitos. Un triunfo fuera de ellas no es tan importante. La siembra de los esfuerzos no tiene igual fruto que los logrados en estas históricas arenas.
El año de 1936 se presentó excesivamente conflictivo: los toreros españoles y mexicanos se enlazaron en un absurdo pleito que tuvo como nudo gordiano la presencia triunfal e imponente de “Armillita”, el genio de Saltillo, que puso a sus pies el toreo universal e hizo de las grandes figuras españoles su corte imperial. Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Vicente Barrera, todos conspiraron contra Fermín Espinosa, en lo que Juan Belmonte acertadamente llamó “el boicot del miedo”. Le cortaron la apoteósica carrera a “Armillita” rompiendo cobardemente las relaciones taurinas hispano-mexicanas.
–Reventó la Guerra Civil en España y no pude torear. Me vi en la obligación de volver a México, derrotado sin haber fracasado. Era muy duro dar la cara y por eso hice campaña en ruedos de Sur América, vine a Caracas y fui a Bogotá. Llegúe hasta Lima. Fueron ocho largos y muy duros años en un escenario de segundón, pues las puertas de España seguían cerradas por las causas de la guerra, primero y luego porque seguían rotas las relaciones taurinas. Así que en 1944 me fui a Portugal. Hice mi presentación en Campo Pequeño y gané cartel.
“Al reanudarse las relaciones hispano-mexicanas fuimos contratados Arruza y yo, ya que él como yo estábamos en Portugal haciendo campaña. Fueron los festejos que denominaron “corridas de la concordia”. Corrida de La Concordia en México y Corrida de La Concordia en España. Las de España fueron en Barcelona, Madrid y Aranjuez.
“Arruza deslumbró con su toreó atlético, valeroso, deportivo, de fresco mensaje lleno de competencia y de entrega, y yo toreé en Aranjuez y en Toledo. Hubo malos entendidos entre Arruza y yo, por lo de la contratación a Barcelona y Madrid, lo que quebrantaría para toda la vida nuestra amistad.
“En Toledo tuve una actuación grandiosa. Le corté las orejas y el rabo al sexto toro de la tarde. Ese día actué junto al monstruo: Manuel Rodríguez “Manolete”. Me impresionó el cordobés por su aparente soberbia y su profunda generosidad. Con nosotros toreó “El Estudiante”, al que le pegué un repaso en un quite que hicimos. Y eso que Luis ha sido un grandioso torero con el capote
“Las corridas de Aranjuez y Toledo me dieron buen nombre en España. No quise volver a México a pesar de que estábamos a finales de la temporada. Debes saber que hablamos de septiembre de 1944, así que preferí quedarme en Salamanca, en el frío campo charro en el que están sembradas las ganaderías bravas salmantinas. Había que hacer un gran sacrificio, pues mi meta era la de conquistar España para poder entrar en México. Las plazas de mi tierra las tenía cerradas a cal y canto. Motivos políticos, empresariales en cierto sentido, pero cerradas. Y eso para mí era mortal.
“En Salamanca me preparé muy bien, aunque invertí en mi estada en el Campo Charro mi escaso patrimonio. El invierno en España es una gran lección. La falta de la luz mediterránea, el frío entumecedor, el bajo perfil de la fiesta de los toros y de sus protagonistas, ubica la realidad en puntos más visibles. Allí vi la realidad, la gran realidad de la diferencia entre el toreo de España y de América: la ambición. Sin ambición de gloria y de dinero no se puede ser torero. Quien no la tenga, mejor no lo intente.
“En Madrid confirmé la alternativa con una corrida de Sánchez Fabrés, lo que antes era “Coquilla”, los santacolomas de Salamanca, bajitos, cárdenos, encastados, bravos, de gran movilidad; pero no sería hasta el 30 de septiembre que Madrid me cancelaría mi cuota de grandes sacrificios: salí a hombros de Las Ventas.
“La temporada más brillante de mi carrera, en México, fue la de 1947-1948, cuando don Tomás Valle era el empresario de la capital”.
Pero si un título pudiera llevar la biografía de este gran torero y excelente amigo, debe ser el de “Clavelito”. En ninguna otra biografía taurina este nombre marca tres momentos históricos.
En febrero de 1951, Fermín Rivera le cortó las dos orejas y el rabo al toro “Clavelito” de Torrecilla, y se colocó en figurón del toreo.
En febrero de 1955, lidió a “Clavelillo”, también de Torrecilla y le cortó las orejas y el rabo.
Y el último toro de su brillante carrera, la tarde del adiós en México, fue de Torrecilla y tuvo el nombre de “Clavelito”. Nuevamente cortó las dos orejas y el rabo, y le puso punto final a una brillante historia, de la que nos dejó como herencia a la grey taurina a un gran torero: Curro Rivera.
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