NI AQUÍ TAMPOCO ALLÁ LE GANAN LA PELEA |
La importancia de México en la Fiesta, en la historia del toreo, es que la Plaza México ha sido desde siempre la plaza donde aquel que presuma o aspire ser considerado figura del toreo con rango universal, debe revalidar los méritos reconocidos por otras aficiones.
Eso era lo que buscaba el domingo el sevillano Pablo Aguado, que emerge en el toreo con los pergaminos que le otorgó la Maestranza de Sevilla la tarde de las cuatro orejas. México, como Sevilla y Madrid en España, es en América junto a lo que ha sido por siglos la limeña Acho,una de las cuatro plazas examinadoras. Son los tribunales inquisidores ante los que hay que corroborar los reconocimientos considerados por otros escenarios.
Desde Belmonte, descubierto por la afición mexicana en 1913, que resumió su juicio a la sentencia que “Belmonte es más grade que su fama”, los mexicanos esperan siempre descubrir un torero para aliñar el caldo de su temporada grande.
Así han sido muchos de los grandes, como lo fue Chicuelo en su día. Más tarde y más contundente Manolete, Camino y El Capea, fueron “toreros de México”… Arruza, Luis Miguel, César Girón, Manolo dos Santos, Paco Mendes que fueron como Luis Miguel y Ordóñez, reconocidos como figuras del toreo, más no calaron en “la raza” como lo hicieron aquellos que se consideraron “toreros de México”.
Ser torero de México, no esa cosa fácil. México ha sido capaz de sostener su hermosa y profunda historia sobre columnas como Armillita, Garza y El Soldado, Silverio, Capetillo, Manolo, Curro y Eloy, pléyade de grandes toreros orgullo de una nación, envidia de muchos pueblos.
Es cierto que no pudo en su presentación Paco Aguado. Le sucedió lo que a Domingo Ortega que hilvanó como cuentas de rosario un fracaso detrás de otro hasta provocar aquello que me contaba Joel Marín que le gritaba La Porra: “Domingo, de domingo a domingo eres el mismo Domingo”…. Hasta que se encontrara a sí mismo, y México le reconociera. México ha de reconocer a Pablo Aguado, porque Aguado es portador del mensaje que solaza al aficionado mexicano. Al muy entendido aficionado mexicano, especial en su sensibilidad, que reconociendo que se enfrentó con viento en contra e incapacidad para descifrar sus toros, sabrá esperarle con paciencia porque, como en su día, está consciente que Pablo Aguado es “… es más grade que su fama”.
La presentación de Pablo Aguado se recordará como la tarde en la que Joselito Adame se reencontró con México, su México, al que llegó como el maestro de Aguascalientes que reclama celosamente que haya sido y sea Enrique Ponce desde hace ya cerca de 30 años ocupa espacio de la gran figura de la plaza grande. Ponce en esta oportunidad no encontró cooperación en sus toros. Joselito, conocedor de la importancia de su rango de figura del toreo en México, no se aguó ante el compromiso. Todo lo contrario, se creció en defensa de su bastión que como mexicano representa y se alzó con un triunfo registrado como inobjetable con su salida a hombros por la Puerta del Encierro.
Fue la tarde que México ha reconocido la injusticia para con Fabián Barba, injustamente postergado. Ha de reconocerle como un buen profesional. Barba pudo haber pasado de puntillas frente al alborozado público pero que piso firme y fuerte ante los entendidos.
MI enhorabuena de Pepe Huerta, el ganadero de Reyes Huerta. Viendo cada uno de los toros recordaba momentos importantes en la Fiesta en Venezuela. Recordaba a Abraham Ortega y a don Reyes Huerta Velasco. Recordaba, con agradecimiento, grandes momentos de la fiesta…Hoy revividos con la divisa poblana.
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