Cuarta corrida de la Temporada Grande, Plaza México. Toros de La Mora, para Juan Pablo Sánchez, Diego Silveti y Ginés Marín.
Los viejos creemos que el pasado se puede revivir, cuando las circunstancias reaniman la memoria con detalles que llevamos muy marcados en los recuerdos. Ha sido el caso de David Silveti de quien entre muchas tardes recordamos aquella corrida Guadalupana en la Plaza México, y su faena a un toro de don Fernando de la Mora y Ovando, el criador de Tequisquiapan, divisa de la que que tantos capítulos importantes hemos vivido. Varios de ellos con David Silveti como protagonista. Así ocurrió en diciembre del 89 y eso creí se repetiría aquel momento que no ha dejado de narrar mi muy apreciado a Pedro Echenagucia ganadero de La Cruz de Hierro, quien con lágrimas de emoción no dejaba de ver a David Silveti y le comentaba a Chavola que “esto es lo que soñaba, esto es lo que buscaba en Sevilla, y este tesoro es lo que descubro en México”.
Ayer creí que la asociación simbiótica entre Fernando de la Mora y David Silveti se prolongaría con los toros de los herederos de don Fernando y Diego Silveti del Bosque, hijo del Rey y nieto de mi muy recordado Juan Silveti Reynoso.
No tuvo suerte Diego, tampoco tuvo decisión. Los toros de de la Mora que le tocaron en el sorteo no se prestaron para el comportamiento esperado y deseado. Eso sí, qué duda cabe, el vástago del Rey estuvo muy profesional en la aciaga tarde. Bien vestido, trajeado de borgoña y oro o de burdeos y oro como preferiría definirlo Juan. Llegó Diego Silveti a la arena de Insurgentes con el sello del profesional maduro, del representante de una heráldica que debe respetarse por su trayectoria y por historia pero sin la disposición que hay que tener para triunfar ante situaciones que de superarlas con las que hacen a las figuras del toreo. Lo de Diego fue un trámite, y así no se llega.
Aquella recordada tarde guadalupana le cambió el derrotero a la fiesta de los toros en México. La hizo más mexicana y menos dependiente de los grandes toreros españoles. David se reunió en el grupo especial de Mariano Ramos, Miguel Espinosa “Armillita Chico” y Jorge Gutiérrez. Ayer esperaba se realizaran sus recuerdos. Sueños de viejo.
Lamentablemente se hundió aún más de lo que estaba, no ocurrió el milagro deseado que Diego dejara de ser el torero patético, el hijo del genio y se convirtiera por su propio mérito en lo que sí puede, porque le sobran facultades y razones para ser un artista, dueño de un valor sereno impresionante y, sobre todo, una enorme convicción para ponerse en el sitio.
A flote salieron Juan Pablo Sánchez con el arma de su templada muera y el jerezano Ginés Marín que pisa tablas de figura del toreo envuelto en el buen gusto de su lidia. Mancuerna que llevó poca gente a la plaza.
Habrá que vestir de torero a Federer para llenar el embudo de Insurgentes, llenarlo como lo llenaba Procuna, igual que lo llenaron a placer Manolo y Eloy, como lo hizo, que yo lo vi, David Silveti luego de coronarse en Guadalajara y más tarde convertirse en ídolo en Venezuela, donde cada día le recordamos como un torero de excepción y un amigo muy particular.
Habrá que vestir de torero a Federer para llenar el embudo de Insurgentes, llenarlo como lo llenaba Procuna, igual que lo llenaron a placer Manolo y Eloy, como lo hizo, que yo lo vi, David Silveti luego de coronarse en Guadalajara y más tarde convertirse en ídolo en Venezuela, donde cada día le recordamos como un torero de excepción y un amigo muy particular.
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