lunes, 25 de noviembre de 2019

CUARTA CORRIDA DE LA TEMPORADA GRANDE Crónica de Juan Antonio de Labra / Foto Hidalgo




Ginés Marín
 llena la plaza de arte

Juan Antonio de Labra/ Al toro México

Si bien es cierto que la sólida y convincente actuación de Juan Pablo Sánchez lo deja muy bien posicionado para ocupar un puesto en la corrida de triunfadores mexicanos el domingo 22 de diciembre, lo conseguido por el torero jerezano, que por primera vez consigue entrar de lleno en el ánimo del público, supuso el punto de mayor emoción del festejo.
Y tanto el hidrocálido como al español pudieron lucirse, y no así Diego Silveti, que sorteó el lote más complicado de la corrida, y sólo pudo mostrar más actitud que aptitud, en otra tarde aciaga para el torero de dinastía.
Juan Pablo toreó por nota al toro que abrió plaza, al que le hizo una faena estructurada, templada y recia, que tuvo el mérito de realizarla en los medios del redondel, ahí donde el toro de De la Mora pesaba mucho más, que de por sí ya era bastante debido al cuajo que tenía.
La clave fue la colocación, el tiempo y las pausas, pues la falta inicial de fuerza del toro así lo requería, y logró darle muletazos tersos, llevándolo en la línea en muletazos de excelente acabado, en las que fue dosificando la cantidad de los pases.
Una estocada entera, un tanto delantera, le puso en las manos la única oreja concedida a lo largo de la tarde, que para Sánchez se redondeó mediante otro trasteo inteligente y sobrio en el que brilló su trazo al natural, pues por ese pitón dio los mejores muletazos a un toro sin demasiado fondo, que a veces buscaba topar en la tela y no acabó de entregarse. No obstante, Juan Pablo insistió y volvió a demostrar su oficio, acompañado de una claridad de ideas que hoy le permitió torear a placer a sus dos toros, en una nueva demostración de madurez.
Como rúbrica de esta actuación, dejó una estocada entera, con mucho arrojo, pues el toro echó la cara arriba en el momento del embroque. A pesar de la fuerte petición de oreja, el juez Enrique Braun inexplicablemente no la soltó, negando así la oportunidad a Sánchez de salir por la Puerta Grande. La gente lo llamó a dar una aclamada vuelta al ruedo, sin duda el premio más democrático en el toreo.
La primera faena de Ginés Marín fue un tanto desarticulada. Sin embargo, mostró deseos de agradar y tuvo algunos chispazos de calidad que entusiasmaron a un público que estuvo receptivo a su toreo ante un toro que duró poco y careció de consistencia en sus embestidas.
Pero el sexto era bajo, hondo y cortó de manos, descolgado de cuello y acucharado de pitones, y tenía hechuras para embestir, lo que hizo con gran clase desde que apareció por toriles.
Motivado con la entrega del público en un vistoso recorte en el que se cambió el capote de mano, el jerezano toreó con un gran desparpajo a lo largo de una faena que comenzó de rodillas, toreando con desmayo y temple, mientras el toro planeaba con cadencia imantado en su muleta.
Después vinieron las series en redondo, toreando con buen gusto, enredándose por la faja las despaciosas embestidas de un toro que embestía a cuentagotas, pero cada vez con más lentitud, casi a cámara lenta.
Y poco más tarde, las dosantinas, lo cambios de mano, los pases de pecho mirando al tendido en distintos alardes y adornos con pellizco, mientras la intensidad de la faena rayaba el éxtasis de un público rendido a la inspiración de Ginés.
Un pinchazo previo a la estocada, y una bella agonía del toro, al que instantes más tarde levantó el puntillero, no enfriaron los ánimos de un público que pidió la oreja con fuerza. Y al margen de que Ginés se haya marchado de la plaza con las manos vacías, se llevó el cariño de la gente, y también la consigna para la empresa de ser tomado en cuenta en la segunda parte de la temporada.
Silveti enfrentó en primer lugar un toro alto y largo, un tanto acaballado y basto de hechuras que fue encastado y exigente. Desde el quite por delantales confirmó que el castigo en varas había sido muy breve, y acometió con fuerza a la muleta, a veces andando demasiado y obligando al torero a reponerse con cierta dificultad. Aunque Diego lo intentó, no acabó de poderle, y para colmo de males mató de un infame bajonazo y la gente se metió con él cuando se marchaba, cabizbajo, a la barrera.
El quinto era el toro de más bonita de lámina del encierro de De La Mora, y fue a partir de este momento en que el viento comenzó a soplar con fuerza. A pesar de ello, Diego hizo un valeroso quite por gaoneras que sí no tuvo la limpieza esterada, sí los arrestos de una riesgosa ejecución.
El toro vino a menos en la faena, y por más intentos que hizo Silveti, no logró acomodarse en una faena en la que anduvo un tanto a la deriva. Antes de concluir, se empecinó en hacer unas bernardinas, en las que la voltereta estaba cantada, y así fue como pretendió devolver crédito a una actuación intrascendente que terminó de cualquier manera.
Al final el escaso público que acudió al festejo salió feliz tras aplaudir, a la par, la solvencia de Juan Pablo y la inspiración de Ginés. Y si la víspera Roger Federer llenó la plaza de gente, hoy el torero rubio de Jerez la llenó de arte.


Ciudad de México.- Plaza México. 
Cuarta corrida de la Temporada Grande. Un cuarto de entrada (unas 8 mil personas) en tarde nublada y fresca, con ráfagas de viento a partir del 5o. 

Toros de De La Mora, que sustituyeron a los de Villa Carmela, muy bien presentados, de variado comportamiento, de los que destacaron 1o. por su transmisión y el 6o. por su clase. Pesos: 570, 595, 561, 563, 525 y 570 kilos. 
Juan Pablo Sánchez (teja y oro): Oreja y vuelta tras fuerte petición con aviso. 
Diego Silveti (burdeos y oro): Pitos y palmas tras aviso. 
Ginés Marín (solferino y oro): Ovación y vuelta tras aviso. Incidencias: Destacó en banderillas Cristhian Sánchez, saludo en el 5o.
 Diego Silveti pasó a la enfermería la muerte del 5o. para ser revisado de un fuerte golpe que recibió durante la lidia de su segundo toro.

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