Cariñosa despedida a El Cid y gran faena de Emilio de Justo en Bilbao
Ambos cortan una oreja y el extremeño resulta herido en una difícil corrida de Victorino
En la Fiesta, Bilbao significa seriedad, toro grande, cuidado de todos los detalles. Este año, en vísperas de un cambio administrativo (se quedará la misma empresa pero en otras condiciones económicas), se anuncian carteles de indudable categoría. Después de un prólogo de toreo a caballo, la primera corrida a pie supone ya un plato fuerte. Bajo la lluvia, con pobre entrada, vivimos una tarde dura pero emocionante, con sangre y con gloria.
Los toros de Victorino, muy bien presentados, con pitones, han sacado muchas dificultades: pegajosos, cortos, con peligro. En su despedida de esta Plaza, El Cid luce su gran estilo y corta una oreja. Otra arranca Emilio de Justo, a costa de una cornada, por una faena muy seria, en la que se juega el tipo de verdad.
El primero, muy serio, se queda corto; porfiando, Curro Díaz le saca buenos derechazos (el único lado potable del toro), con evidente torería, y mata con su estilo habitual, apuntando hacia arriba. El cuarto se queda cortísimo, es una alimaña: Curro no se achanta, recibe un par de golpes y mata a la segunda. Por la herida de Emilio de Justo, mata el último, que vuelve muy rápido. No se amilana, intenta el toreo bueno pero la faena resulta desigual, con momentos de apuro. La estocada queda un poco desprendida y recibe el aplauso por su actitud, toda la tarde.
Naturales profundos
En esta arena cenicienta vivió El Cid la tarde más gloriosa de toda su larga y meritoria carrera, al triunfar con seis victorinos. Le bailan un «aurresku» de homenaje, después del paseíllo, y el público le saluda con una ovación. Brinda a Joaquín Moeckel, su gran amigo, que ha venido de Sevilla para compartir con él esta jornada. Aunque el toro pega gañafones, Manuel hace el esfuerzo, le saca algunos naturales profundos, con emoción y riesgo, y, esta vez, no falla con la espada, como otras veces le ha pasado: oreja. Lidia bien con el capote y brinda al público el quinto, «Bondadoso», que no lo es pero, tampoco, un criminal: con voluntad y gran oficio, le saca algunos muletazos estimables, pero no una faena completa y esta vez no acierta con los aceros.
Emilio de Justo fue la revelación de la pasada temporada y lo está corroborando en ésta, a pesar de varios percances. Acaba de cuajar una tarde muy seria en Huesca, con los toros de Adolfo. Merece entrar en más carteles de primera fila, aunque no sea mediático. En el tercero, muy armado, mirón y complicado, se la juega de verdad en una porfía muy seria, sin concesión alguna, de gran mérito. Al final, con la faena ya hecha, insiste en los naturales de frente: recibe la cornada, que se veía venir, en el muslo y en la oreja, desgarrada, además de la fuerte contusión. Pincha antes de la gran estocada y corta una justísima oreja: ha estado hecho «un tío». Después de la vuelta al ruedo, pasa a la enfermería: los médicos no le dejarán volver al ruedo.
Chaikovski tituló «Obertura solemne» su «1812», que conmemora las glorias militares rusas, en la guerra contra Napoleón, con mucha percusión, campanas y hasta cañonazos (que suelen dispararse de verdad, cuando la obra se ejecuta al aire libre). Solemne ha sido esta obertura de las Corridas Generales, con difíciles toros de Victorino y un emocionado Cid, que ha recibido el cariño del público porque aquí tocó el cielo de los grandes toreros: que guarde toda su vida el recuerdo de esa gloria. Solo en el centro del ruedo, al final, recibe una fuerte ovación, que es el justo premio a su trayectoria. En ambulancia se han llevado al herido Emilio de Justo: puede estar legítimamente orgulloso porque ha realizado una de las faenas que recordaremos, al final de la temporada. Por razones distintas, los dos diestros merecen el premio de la firme y sincera ovación, tan solemne como las campanas y cañonazos de la obertura de Chaikovski.
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