domingo, 7 de julio de 2019

PAMPLONA 2019 Por ANDRÉS AMORÓS: Sin casta brava, imposible la emoción

 

Los descastados toros de Puerto de San Lorenzo impiden cualquier lucimiento


La falta de casta brava de las reses del Puerto de San Lorenzo (y La Ventana del Puerto) frustra la primera corrida de toros de la Feria. Aunque algunos sean manejables, estos toros no transmiten emoción alguna. En Pamplona, los mozos se divierten cantando, comiendo y bebiendo…  [Así lo contamos en directo]
A pesar de la muy preocupante situación política de Navarra, con el PSOE apoyando a los independentistas, la gran fiesta popular sigue muy viva. A las ocho de la mañana en punto, la emoción única del primer encierro: los primeros cánticos, los primeros sustos, los primeros percances… Los toros que abren la Feria han protagonizado un encierro tranquilo, al comienzo, pero complicado, al final, por la acumulación de corredores propia del domingo, con un herido de pronóstico grave. (Una vez más, pese a todas las repetidas advertencias el herido no es español y no parece haber seguido las lógicas recomendaciones. Si yo, sin ninguna preparación, entrara a conducir un bólido en un circuito de alta velocidad, probablemente sufriría un grave accidente). 
El 7 de julio, por la mañana, se saca siempre en procesión solemne al Santo, desde su iglesia de San Lorenzo. Hay testimonio documental de ese acto ya en 1527. La talla, del siglo XV, conserva reliquias del Santo en el óvalo del pecho. El capotillo, en el que tanto confían los corredores del encierro, procede del siglo XVIII, mide dos metros, de punta a punta, y está bordado en oro y plata.
Preside el festejo el nuevo alcalde, Enrique Maya. La reacción del público muestra con claridad lo radicalmente dividida que está ahora mismo esta sociedad. Deseo que consiga salir de esta encrucijada sin perder unas señas de identidad, aquí, tan arraigadas.
Emilio de Justo, en un pase de pecho
Emilio de Justo, en un pase de pecho - Efe
No está teniendo suerte Emilio de Justo, esta temporada, con una serie de percances, ha perdido ya ocho festejos, pero sigue siendo la esperanza que se dio a conocer el pasado año. El primero, un «tío», con más de 600 kilos, reservón, pega arreones, queda corto. Emilio se muestra firme, le saca algunos muletazos pero el toro es muy deslucido. Mata con habilidad. En el cuarto, logra buenas verónicas aunque el toro protesta, mansea en el caballo pero es manejable. Emilio traza muletazos templados, clásicos, insuficientemente valorados porque la gente está merendando. Mata con decisión pero el toro tarda en caer y falla, con el descabello. Sin trofeos, ha dejado una seria impresión.
Continúa López Simón con su toreo vertical, impávido, que le hace cortar trofeos. Recibe al segundo, bragado, acapachado de pitones, enlazando verónicas y chicuelinas (una mala moda actual). El toro es suavón, mansote, se deja. Comienza Alberto con ocho muletazos de rodillas, que calientan a la solanera, pero el toro enseguida se apaga y la faena se frustra. Si un toro tiene tan poca casta, no hay nada que hacer. Entrando de lejos, como suele, la espada hace guardia. El quinto, colorado, con los pitones vueltos, le busca las vueltas al caballo, sale muy suelto. De nuevo comienza de rodillas (y descalzo: una fea costumbre). El toro pasa por allí, sin humillar ni «decir» nada. El marmolillo acaba echándose: ¡vaya desastre! Mata entrando de muy lejos y da una vuelta al ruedo.
Posee Ginés Marín notables cualidades; sobre todo, la claridad de ideas y la estética. De su carácter depende que llegue al puesto que sus condiciones merecen. En el tercero, muy suelto, traza con facilidad buenos naturales aunque el toro pronto se desentiende. Mata bien pero a la segunda. El sexto es manejable pero pierde las manos. Los pulcros muletazos de Ginés Marín apenas encuentran eco. Alarga la faena y suena el aviso.
La conclusión es obvia: sin casta brava, es imposible la emoción. Lo peor es que tendremos que repetirlo muchas veces, me temo, a lo largo de la temporada. 
Nota final: se suele decir que cada diestro mata a la distancia que prefiere. No es eso lo que dicen los clásicos: hay que matar «en corto y por derecho». El gran matador Rafael Ortega me lo explicaba: «Es muy fácil: basta con sentir la baba del toro en la mano izquierda, antes de cruzar». ¿No saben eso muchos toreros actuales?

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