Cuando César Girón, como ahora Andrés Roca Rey y antes Carlos Arruza fue el mandón del toreo en España y el mundo con uno de los dos rabos en la Maestranza de Sevilla, Feria de 1954. |
Eduardo Soto Álvarez.
03/05/2019
• Al repasar el libro de El Vito, Fragua de Toreros, es interesante poder entresacar anécdotas y datos, no solo de la historia taurina de Aragua, sino de la evolución de la Fiesta Brava en nuestro país.
Las Ferias de Maracay, surgieron de la mano del General Gómez, en 1905, pero sus hijos, más de un cuarto de siglo después, fueron instrumentales en la construcción de la Plaza de Toros de la Ciudad Jardín de Venezuela.
El diseño se debe a uno de nuestros grandes arquitectos, Carlos Raúl Villanueva, con la pincelada del Primer Mandatario, a quien le incomodaba ver toros en el Nuevo Circo, pues su Palco Presidencial estaba muy lejos del ruedo, por lo que, al aprobar el proyecto, le dijo a su vástago: Está bien Florencio, pero mi sitio me lo pones cerquita, decretando así la incorporación de La Mezquita, en la parte baja del tendido; el costo total del coso, se situó en un millón ochocientos mil bolívares.
La primera feria de la Plaza de Calicanto, designación efímera, porque la afición y los revisteros taurinos le acuñaron el nombre de Maestranza, por su semejanza con la de Sevilla, se efectuó en 1933, del 20 al 22 de enero. Así se mantenía la similitud hasta en las fechas y las tres corridas, de las festividades sancristobalenses de San Sebastián. Las ferias maracayeras constituyeron todo un acontecimiento, que estremeció el mundo taurino nacional. Se jugaron reses de La Providencia, ganadería de media casta, que el General Gómez había comprado a Don Raimundo Fonseca, su fundador, con dos toros de Veragua, que le había conseguido Rafael Gómez “El Gallo” y, las dos últimas tardes, hubo encierros combinados nada menos que con Miuras. El paseíllo se hizo al compás del pasodoble Sol de Aragua, compuesto para la ocasión, por el Maestro Pedro Elías Gutiérrez.
Pero el Patriarca de los Gómez era un aficionado muy particular, pues no era partidario de la suerte de varas, en consecuencia, muchas corridas de toros se efectuaban sin picadores y entonces las alternativas no eran reconocidas en ninguna parte del orbe taurino.
• El 31 de enero de 1954, se efectuó a casa llena, en la Maestranza de Maracay, una corrida especial, pues ha sido la única vez, en los anales de nuestra tauromaquia, que alternaron los tres diestros venezolanos del momento y además con un encierro de Guayabita. El Diamante Negro, Joselito Torres y César Girón, el torero más brillante que jamás hayamos tenido, quien esa tarde cortó la primera pata que un diestro venezolano logra en los ruedos nacionales. Para César Girón, 1954 fue un año de gloria: el triunfo no igualado todavía en Sevilla, al cortar cuatro orejas y dos rabos, en dos corridas consecutivas de su Feria; la única pata jamás cortada en la Plaza de Acho en Lima; encabezó por primera vez el escalafón mayor de España, único torero extranjero en haberlo logrado dos veces (la segunda en 1956); no obstante, al recordar el palmarés de César Girón ese año, casi nadie menciona el hecho histórico de Maracay.
Pero la cosa no se queda allí, pues en febrero de 1955, en corrida de cuatro matadores y seis toros de Rancho Seco, para Antonio Ordóñez y Cesar Girón (dos para cada uno), con El Diamante Negro y Curro Ortega, que completaban el cartel. El de Ronda, tuvo su mejor tarde en Venezuela, cortó cuatro orejas y un rabo, pero César descolló al cortarle a un toro las orejas, el rabo y dos patas, la primera vez que se otorgan tales trofeos en la historia de la Maestranza de Maracay y algo nunca visto en la tauromaquia mundial. Sin embargo, este hecho no ha tenido la debida repercusión y no hay ninguna placa que lo recuerde, ni aquí ni en ninguna parte del orbe taurino.
• Santiago Martín, El Viti, se presentó en Maracay en 1966, el cartel lo completaban Curro Girón y el Diamante Negro, con toro mexicanos de Cuatralva. El torero de Vitigudino pasó a ser el mejor pagado en la historia de la Maestranza, pues esa tarde cobró la suma nada despreciable de treinta mil dólares de los Estados Unidos.
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