Guadalajara: Por favor, las golondrinas para la seriedad en el Nuevo Progreso
Lo decía el público: “Esto es un atraco”. A coro lo decían en el tendido: “¡Esto es un atraco; manos arriba!” pero amigos no hay por qué escandalizarse ni de los encierros terciados, ni de la falta de trapío o de las sospechas de afeitado. Esto es lo que sucede cada tarde cuando actúan juntos Enrique Ponce y José Adame. El atraco típico de invierno.
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Guadalajara, Jalisco.- Estábamos en las afueras de la plaza esperando entrar al coso del Nuevo Progreso, cuando vimos pasar unos amigos de esos aficionados de “toda la vida de Guadalajara”, amigos de tal y tal ganadero, del empresario, del periodista de la “tele”, de algunos toreros de moda o en el retiro, así como de todos sus hijos, nietos y hasta de los taquilleros.
Nos saludamos y de pronto uno del grupo soltó un comentario que iba según lo recuerdo de esta manera; “que bueno que han venido los De SOL y SOMBRA para ver al maestro Ponce, porque hoy será su tarde, ya lo verán” remató su comentario con cierto aire aflamencado este tapatío de cepa, muy elegantemente vestido siempre y de los pocos taurinos fieles qué hay todavía en esta plaza.
Casualmente nuestros asientos no estaban muy alejados y entre toro y toro pude ver a nuestros amigos muy serios toda la tarde en sus barreras de sombra esperando la puerta grande, que apenas antes del paseíllo se daba por segura para Ponce y al final ni se abrió ni nada.
– ¿Que te digo? Esto es una ciencia imperfecta le comenté a la salida del festejo al oráculo tapatío.
Y es que el ambiente era inmejorable, tres cuartos de entrada y casi todos daban por segura la puerta grande para los tres matadores y también para los ganaderos de moda, lo que propiciaría una vez más el titular habitual de las reseñas taurinas de provincia: “La tercia y el ganadero por la puerta grande”.
Pero nada de eso paso porque el encierro de los Encinos y de Jaral de Peñas fue en líneas generales manso, desclasado y muy justo de fuerza.
Después de un inicio de festejo amable, la tolerancia de la afición disminuyó por el poco juego de los tres primeros astados que saltaron al ruedo y lo demás fue pan y circo. Pero toreo lo que se dice toreo verdad no hubo, tan solo vimos un remedo de ese toreo moderno vulgar que pulula en toda la urbe taurina por estos días.
Porque no vea usted qué límites alcanzó el pegapasismo de los meritados artífices. Vamos a excluir al Conde que ayer dijo adiós tras una faena a su segundo toro de Los Encinos, en donde por momentos anduvo asentado con la muleta -tras un brillante tercio de banderillas- en una faena de series cortas, que finalmente pudo rematar con una gran estocada para llevarse dos orejas y el reconocimiento del público tapatío. En este toro cometió una grave pifia el veterano juez de plaza Alfredo Sahagún, al otorgarle inmerecidamente el arrastre lento al toro.
Pero los que si no tienen perdón son Enrique Ponce y José Adame cuyo desaforado pegapasismo alcanzó niveles francamente intolerables en el Nuevo Progreso. Afortunadamente ambos contaron con un público desinformado que atribuye a la maestría todo en cuanto hagan, así sea correr, cómo efectivamente hace Enrique Ponce entre pase y pase. Además en la peor versión que le he visto en nuestro país.
Ponce que en esto de correr es un maestro, ayer nuevamente se estrelló con la incomprensión y el repudio de un sector del público tapatío que no le permitió nada durante su actuación. Así hubiera pegado cien pases con cien carreras, el sector serio de la plaza no le compró el abuso del pico; ni los pases al hilo del pitón descaradamente fuera de cacho; ni tampoco sus poncinas.
Al segundo de su lote de Jaral de Peñas, un toro justo de presencia que fue protestado durante toda la faena, le instrumento una faena superficial, ventajista e interminable entre gritos de ¡novillero! del tendido, que culminó con un bajonazo. Y ya no hubo puerta grande, ni oreja, ni aplausos, ni nada. Al final lo único que se escuchó fueron pitos y protestas para el torero de Chiva en ambos toros.
El Conde anduvo discreto con su primero del hierro de Jaral de Peñas, un toro noble que sacó algo de casta, en una faena por derechazos poco fundamentada y otra por naturales sin echar la pata pa’ lante según mandan los cánones. A su segundo de Los Encinos le cortó las dos orejas y para su buena suerte, su despedida resultó triunfal y emotiva.
José Adame que ahora es dirigido artísticamente por El Zotoluco, le montó al primer de su lote una faena malísima por derechazos, larga y muy poco aplaudida. Y al sexto le pego también otra faena interminable, voluntariosa, pero sin arte alguno, pero que fue muy aclamada por el sector “light” del público; y solo porque mató mal no le dieron la oreja. Que es de lo que se trataba hoy para Ponce y Adame, de abrir la Puerta Grande, algo que solo el torero que decía adiós consiguió finalmente.
Por cierto el palco de la plaza de Guadalajara dió risa y es que permitieron el juego de un encierro terciado sin el rigor que exige esta plaza.
Ojalá que esta corrida no sea recordada por haber arruinado el exiguo crédito de la plaza de toros del Nuevo Progreso, o la que terminó por echar a los pocos aficionados fieles que quedaban en esta ciudad y que acabó definitivamente con la fiesta verdadera en esta ciudad cargada de tradición taurina.
LOS ENCINOS, JARAL DE PEÑAS / PONCE, EL CONDE, ADAME
Tres toros de Los Encinos (1, 3 y 5) tres de Jaral de Peñas (2, 4 y 6), algunos justos de presentación, inválidos y dóciles, siendo él lidiado en cuarto lugar muy protestado por su falta de trapío, el quinto de la ganadería de Los Encinos fue premiado equivocadamente con el arrastre lento.
Enrique Ponce: Pitos en su lote.
Alfredo Ríos “El Conde” que decía adiós a los ruedos: Silencio y dos orejas.
José Adame: Silencio en su lote.
Plaza “Nuevo Progreso”. Cuarta y última corrida de aniversario. Tres cuartos de entrada.
Twitter @Twittaurino
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