12ª Corrida de la Temporada Grande:
Muchas veces pasa que las corridas de gran expectación son a la hora de la verdad un petardo, y así ocurrió ayer. El plato fuerte de la que llamaban “corrida del arte”, tuvo causas concretas: los toros ni los toreros tuvieron la clase esperada. Acudió el público a solazarse con el arte y se hubo de contentar con la raza de un veterano torero que parece incombustible.
La mayoría de la afición que acudió ayer a la Plaza México fue con la ilusión de ver triunfar a Juan Pablo Sánchez y al Payo, pero se encontraron con una figura del toreo, que aunque parece que no está en su mejor momento, cuando tiene que dar un golpe en la mesa lo da siempre con fuerza.
Fue en el séptimo de la tarde de nombre “Río Dulce” -un toro de regalo- cuando un Castella arrollador les pego un baño a los mexicanos con todo el público a su favor, aunque sólo fuera para darles a los “eternos suspirantes” en el orgullo.
De manera que Castella, al que equivocadamente algunos consideraban -en teoría, claro- un relleno del cartel que supuestamente iba a consagrar a los del arte mexicano, inició su faena tras el brindis en los medios con un pase cambiado. Después llego una tanda por el lado derecho con la figura muy relajada y un cambio de mano de mucha largueza por bajo, que puso de pie al público en el tendido.
“Río Dulce” al sentirse podido intento irse a las tablas, pero Castella logró sujetarlo con la mano izquierda para pegarle una serie de naturales largos y templados, a los que prosiguió una tanda de derechazos con enorme temple y una gran amplitud en su trazo. Llego una nueva tanda derechista que sin quitar el engaño emociono por su temple y verticalidad, brillando pese a la falta de raza del burel, después le ligo el pase de la ranchera y la faena estába hecha. Pero Castella alargo de más y pegarle tantos pases a un toro sin raza, tiene sus consecuencias. No le fue fácil encontrarle la muerte y termino señalando un bajonazo que estropeó una faena de Puerta Grande.
El torero encaprichado encaró al juez por no ortogar los trofeos, pero La México tiene que ser así, rigorista en la concesión de premios. La vuelta al ruedo tuvo más categoría para la buena faena de Castella que una oreja de consolación. Y mientras el diestro francés daba la vuelta al ruedo, la gente miraba con el rabillo del ojo a los mexicanos, como si así se vengaran de su mala tarde.
Con un lote que le brindo pocas posibilidades, Castella estuvo correcto.
Pero la realidad fue que el único afectado después de la faena de Castella al séptimo fue El Payo, ya que con su toro de regalo se le vio destemplado y fuera de sitio. Pero ¡alto ahí!, porque con su primero dibujó unas verónicas con todas las cualidades con las que ha despertado tantas ilusiones, pero esta vez la categoría de los lances no estuvo tanto en la estética de la figura, sino en la técnica. Y la técnica fue ésta: Lo fijó, templó los lances, ganó terreno en el remate de cada uno de ellos y cerró la serie con una media torerísima, casi arrastrando el percal, en un momento de mucha torería.
El toro de nombre “Quitapenas” fue el mejor del encierro de Fernando de la Mora, con el que El Payo anduvo confiado y dispuesto, pero no consiguió redondear su faena a pesar de haber conseguido buenos momentos. El punto más alto fue tras un trincherazo a pies juntos, un cambio de mano y ligar pese a un momento de duda, tres naturales y una serie de derechazos algo encorvado, pero que emociono al tendido. El mismo efecto sucedió con la dosantina y el desdén. Pero hasta ahí. La labor del torero habría tenido más importancia si también se hubiera dedicado a encelar al toro por el derecho -que pudo haber sido una mina de oro- pero El Payo prefirió instrumentar muletazos finísimos, eso nadie lo podrá negar, pero aprovechando siempre el viaje. Así que ya me contará usted.
Al final mucha pose y poco aguante ante un toro muy noble y con clase, que se mereció una mejor muerte al no conseguir El Payo rematar su trasteo con la espada. Es cierto que por momentos torea con sabor y temple, muy despacio y por bajo, pero en otros se le ve amontonado y las faenas se le emborronan.
El segundo de su lote fue un manso perdido con el que intento abreviar, pero acabo pasando un mal rato con la espada.
Me da la impresión de que El Payo parece no entender que el toreo es, además de técnica y de arte, conexión con el tendido, identificación del artista y el público, y eso no lo consiguió ayer, salvo en algunos momentos con su primero.
Un torero que si se decidiese un día a torear con más ajuste y corazón ponía todo el escalafón de cara a la pared: ese es Juan Pablo Sánchez. Mas ayer no tocaba. Y se tuvo que conformar con cubrir el expediente.
Tampoco tuvo su tarde, aunque estuvo animoso con el tercero, un torillo de nada, e hizo lo que pudo con el impresentable sexto, un manso perdido que sé defendía en tablas.
Al final solo la vergüenza torera de Castella, rescató la tarde del tedio que produce la mansedumbre y el conformismo.
Monumental Plaza de Toros México. Décimo segunda corrida de la Temporada Grande 2018 – 2019. Menos de media plaza. Ocho toros de Fernando de la Mora bien presentados en general, pero de juego desigual. de los que destacarón el 2º y el 7º por nobleza y clase.
Sebastián Castella: Ovación y aviso y silencio tras un aviso. Vuelta con petición en el de regalo.
El Payo: Ovación con división y silencio. Leve división de opiniones en el de regalo.
Juan Pablo Sánchez: Silencio y silencio tras un aviso.
Incidencias: Destacaron en banderillas, Fernando García padre e hijo y Rafael Romero.
Twitter @Twitaurino
No hay comentarios:
Publicar un comentario