sábado, 13 de octubre de 2018

LA MUERTE DE ANTONIO VELASQUEZ, HACE 49 AÑOS por Víctor José López EL VITO (2)






Víctor José López
EL VITO

Con Cutberto Pérez y Carlos Málaga "El Sol" nos reunimos en casa de Antonio Velazquez la tarde del miércoles 15 de octubre de 1969. Estuvo "El Güero Pollero". "El Soldado" había quedado en ir más tarde. 
La señora Rosario de la Osa, la esposa de Velásquez, de nacionalidad cubana, preparó una pierna de venado muy al estilo antillano, con moros y cristianos de acompañante. La charla de sobremesa la remató una llamada de Rafael Rodríguez , el "Volcán de Aguascalientes" que nos invitó hacer algunos tentaderos en los que participarían los hijos de Velásquez, Joseluis y Rafael, novilleros que iniciaban el camino profesional a la sobra de la fama de su padre.
–Vamos Víctor –me dijo–, verás qué agradable es Rafael. Podríamos ir a cazar venados; y a pescar...
El programa de caza y pesca fue motivo para subir a la terraza, donde Antonio tenía un pequeño taller para reparar anzuelos, armas de fuego, recargar cartuchos…
–Aquí paso buena parte del tiempo ocioso –narraba Velásquez, mientras mostraba un pequeño torno y una caja de herramientas. Nos describió cómo había mejorado la recámara de algunos rifles, y sus ideas para elaborar sus propios anzuelos y cañas de pescar.
 –Es que si no toreo me muero, y como DEMSA me ha vetado por la política de Angel Vázquez, en la que pretende tratarnos a los toreros como si fuéramos funcionarios, los nervios me están matando. La caza, la pesca, el arreglar mis cosas acá en la casa, ir al frontón, es lo que me ha distraído.
Velásquez le contaba a Carlos Málaga lo duro que fueron sus inicios, porque "El Sol", con el brazo derecho escayolado se quejaba de su mala suerte.
 –Fíjese matador, contaba, comencé desde muy abajo sin complejos. El día de la alternativa me del mapa entre el maestro Fermín y el compadre Silverio y sin embargo ya ves , soy un hombre rico. 
- Todo me lo ha dado el toro.
Diciendo esto, Velásquez se separó en compañía de Carlos Málaga "El Sol", al que tomó del brazo, hacia el borde de la cornisa de la terraza. Era la intención de Antonio mostrarle a "El Sol" sus propiedades, todo lo que tenía, las cosas materiales que le había dado el toro. ...No supimos cómo,  pero pisó en falso y cayó al vacío. Cayó a una altura no mayor de seis metros, con tan mala fortuna que la bota del pantalón se le enganchó a la parte superior de una letra de un anuncio de un restaurante que estaba en la primera planta de la casa. "Sherezade", era el nombre del negocio, ubicado en la calle de Mariano Escobedo. Antonio Velásquez murió en el acto. El frontal se le destrozó al golpear con la acera. Carlos Málaga "El Sol", aterrorizado, corrió hacia donde estábamos reunidos con  "El Güero Pollero". Éramos los únicos que quedábamos de la reunión. Carlos gritaba como loco… 
–¡Se cayó el matador, se cayó!...
No entendíamos al principio; pero, al darnos cuenta de lo ocurrido, corrimos escaleras abajo hacia la casa. Luego luego a la calle. Creíamos que la alarma de Carlos se debía a que Antonio tendría algún hueso roto. Un brazo o una pierna fracturados, pero nunca pensamos que había muerto. 
El Panteón Francés de la Ciudad de México guarda los restos mortales de este valiente, a quien le apodaron "El león de León" por su arrojo sin par. México le lloró sin consuelo, y así lo demostró en titulares de prensa y en el interminable desfile de figuras, prohombres de la política y de las finanzas, artistas, que no dejaron de hacer guardia y custodia de día y de noche frente al féretro que contenía el cuerpo cosido a cornadas del gran torero.
Tuvimos que ir a declarar a la policía. Era lógico, el accidente había ocurrido con pocos testigos. Nunca estaré suficientemente agradecido a Chucho Arroyo, quien intervino con gran diligencia en las averiguaciones que hizo la policía mexicana y dio fe de que me conocía con amplitud. Arroyo siempre ha sido una persona de grandes relaciones e influencias en México y su posición de gran jerarquía nunca le ha impedido tener un gran corazón, abierto para la amistad, generoso y amplio con todos. Chucho fue uno de los mejores amigos de Velásquez. Hoy en su famoso restaurante recuerda al leonés al nombrar la plaza de toros del Restaurante Arroyo plaza de toros "Antonio Velásquez". Esta plaza ha sido cuna de grandes toreros mexicanos. Allí se celebran corridas de toros, novilladas y festivales. He tenido el honor de participar en algunos festivales, como aficionado práctico, de gratos recuerdos junto a buenos aficionados como Tobías Uribe, Raúl Izquierdo, Roberto y Rogelio Morales, Rafael García. En la plaza “Velásquez” de Arroyo se realiza una actividad muy positiva, que sólo tiene el propósito de propagar la fiesta de los toros y rendirle un homenaje permanente al gran torero guanajuatense que en vida fuera entrañable amigo de Chucho. En la actualidad, su hijo Pepe Arroyo organiza temporadas de novilladas, transmitidas por el sistema de Cablevisión, a la Ciudad de México. El restaurante Arroyo siempre está en efervescente actividad en pro de la fiesta de los toros. Nunca olvidaré el detalle de Chucho, como tampoco tendré cómo pagarle el afán de sus diligencias en aquella horrorosa noche de la muerte de Antonio Velásquez. Horrible porque los que conocíamos a Antonio llegamos a creer que era inmortal. Un hombre que tenía 29 cornadas en el cuerpo y al que los santos óleos le eran tan familiares, como las plegarias de su mujer. Era como si hubiera nacido para nunca morirse... Y fíjese usted por dónde viene la muerte, por el camino más absurdo de un accidente estúpido en el que jamás se vislumbró el peligro. 
La Funeraria Eusebio Gayoso se convirtió en un hervidero de personajes famosos; y, debo ser sincero, me impresioné mucho. Daba mis primeros pasos en el periodismo. La experiencia que tenía hasta esa fecha era la de hacer guardias en una redacción deportiva, en el diario El Nacional, las veces que le hice las vacaciones a "Caremis", con la decidida ayuda de Abelardo Raidi, Pepe Polo y de Heberto Castro Pimentel... No sabía cómo enviar los despachos a Caracas. No existía el fax ni tenía acceso a los télex internacionales. Sin otro recurso que una maquinita de escribir portátil, que me había regalado mi padre, la que aún conservo y que en muchas oportunidades ha sido compañera de aventuras noticiosas, escribí varios reportajes y los envié por Viasa, gracias a la buena disposición de su tripulación. Los envíos los hice desde el Aeropuerto Internacional Benito Juárez  la Ciudad de México. 
La colaboración de las aeromozas fue decisiva, lo mismo que la de los pilotos y sobrecargos.
Conocí a Manuel Benítez "El Cordobés"que hizo acto de presencia en la funeraria Gayoso en compañía de Paco Ruiz. Nos presentó la apreciada amiga Ángela Hernández.  Manuel Benítez vivía los días estelares de su carrera en cappaá organizada por Manolo Chopera con el matador de toros regiomontano Raúl García de compaéro en los carteles por plazas de México. El Cordobés era un dios, idolatrado por la afición. Más interesaban las noticias que producía que lo que ocurría en la política mexicana que, por aquellos días destapó "al tapado",  es decir, que el PRI (Partido Revolucionario Institucional), con las riendas del poder desde la culminación del capítulo de la Revolución Mexicana, había anunciado, de manera oficial, quién sería su candidato para el próximo sexenio. 
En pocas palabras, sehabía destapado en secreto de quién iba a ser el próximo Presidente de la Repúblioca. 
La noticia fue que sería el licenciado Luis Echeverría, que sustituiría al licenciado Gustavo Díaz Ordaz.  Díaz Ordaz estuvo en la funeraria para darle el pésame a la familia de Velásquez. Le llamaban "El Muelón" o "El Dientón", había perdido mucha de su popularidad a raíz de los lamentables y trascendentales sucesos de La Noche de Tlatelolco en 1968, cuando las Fuerzas Armadas de México reprimieron las protestas estudiantiles arremetiendo contra los manifestantes, universitarios y obreros en la Plaza de Tlatelolco; y, porque el Presidente de la República vivía un ruidoso affaire con Irma Serrano "La tigresa", una vedette pintarrajeada en exceso, de pestañas postizas grandísimas, descotes descomunales, cirugías estéticas que le daban perfil de quirófano a sus facciones y que a diario aparecía en las páginas de los diarios más escandalosos, en actitudes provocativas, diciendo cosas con mucho desenfado, que caían muy mal a los más tradicionalistas y contrastaban con la figura del Presidente de la República, con pinta de chupatintas, poco agraciado y mucha boca para desplegar su horrible dentadura. Claro que sí, fue muy notoria y ruidosa la llegada del Presidente Díaz Ordaz a la Funeraria Eusebio Gayoso; pero el barullo a su alrededor, con todo y el culto a la personalidad, que existe en México, no se comparó al alboroto que despertó la visita de Manuel Benítez, y mucho menos a la de Lorenzo Garza. El maestro de Monterrey fue rigurosamente vestido de negro. Camisa blanca, muy almidonada. Cerrado el cuello, sin corbata. De la mano derecha, tomado con la punta de los dedos índice, medio y pulgar, un sombrero que, si no era de ala ancha, lo parecía. Botas de caña baja y su andar como si se partiera plaza. Cabellera blanca y un puro entre los apretados labios de una boca que no se sabía si sonreía o burlaba... Por ojos dos ojales, escrutadores, a su paso, de los rostros asombrados, admirados, que le admiraban... Andrés Blando, Luis Briones, todos estaban allí para decirle adiós a Toño Velásquez, antes que la tierra mexicana cubriera el féretro. 
Conversaba con Fermín Rivera, el gran torero de San Luis Potosí, cuando llegó otro de los dioses del olimpo mexicano: Mario Moreno "Cantinflas". Le rodearon al astro del celuloide de inmediato, e hicieron un círculo impenetrable alrededor suyo. Don Mario, que era la manera cómo se dirigían al famoso cómico sus allegados, con lentes oscuros de fino carey, pelo teñido de un castaño retinto, contrastante con su estirada piel olivácea, vestía un tweed de costosa apariencia. No se sabía quién era quién a su vera, por ello solicité del amable maestro Fermín Rivera me ayudara a llegar hasta el personaje central, que había construido a su rededor un infranqueable búnker humano.
–Siempre y cuando en el reportaje no se mencione a "Cantinflas". ¿De acuerdo? El trabajo debe ser sobre la ganadería de los hermanos Moreno Reyes, y usted debe estar a las dos de la tarde, de mañana, en la finca, que es cuando vamos a embarcar los toros que se van a lidiar en Valencia.

Texto del libro Memoria de Arena, VJLópez El Vito

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