Existen dos momentos cumbres que marcan y distinguen a la literatura española, un primero cuando hacia 1605 coinciden en Madrid escritores de máxima categoría como Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Francisco de Quevedo, entre otros. Se conocen, se influyen y se dedican sátiras, en suma, representan el llamado Siglo de Oro de la literatura.
El segundo momento, también en Madrid, alrededor de la Residencia de Estudiantes en 1927, coinciden poetas de primera fila con figuras como Manuel de Falla, Albert Einstein, Orson Welles, Paul Valery o el gran arquitecto Le Corbusier. Un homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla fue el motivo de la posterior llamada "Generación del 27", todo bajo el patrocinio económico del torero Ignacio Sánchez Mejías.
En el mismo año 27, poco antes de la conmemoración gongorina, se recordó en Sevilla el séptimo aniversario del torero "Joselito, Sánchez Mejías hizo ir a dicha ciudad a Rafael Alberti y le encerró bajo llave en el cuarto de un hotel hasta que no escribiera algo sobre José. Esa misma noche en el Teatro Cervantes, leía Alberti las famosas cuartetas de "Joselito en su gloria".
Ya en diciembre tuvo lugar el famoso homenaje que da nombre a dicha generación, llegan a Sevilla los llamados "siete escritores de la vanguardia"; Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Juan Chabás, Jorge Guillen y José Bergamín. Para esta generación la tauromaquia ya no puede seguirse considerando un simple tema castizo o marginal, decorativo o canalla, sino que se integran a un tipo especial de cultura propio de la identidad española.
Y así poco a poco, se van desencadenando los textos con motivo o referencia taurina, un Federico García Lorca punto de referencia de la creación artística como hija de la tradición, con esa apropiación y significado de la Tauromaquia emerge su "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", una elegía desde la presencia, porque Sánchez Mejías fue una presencia real que se agrandó con la amistad y con la complicidad entre toros y literatura que quedó plasmada en esos versos.
El mismo Ignacio es quien presenta al grupo a otro poeta, Fernando Villalón, nunca hasta entonces se había dado una fraternidad semejante, un torero que era dramaturgo y un ganadero que era poeta. Villalón superando timideces, las de su edad y formación posrubeniana, se lanzaba a la gran aventura neogongorina con "La Toriada", aparecida como décimo número del suplemento de la juvenil revista Litoral de Málaga en 1928.
Tras morir en el año 1930, en una mesa de operaciones, se le enterró con tal atuendo, cumpliendo respetuosamente su voluntad testamentaria que refrendaba la declaración poética: "Ordeno que mi cuerpo una vez muerto sea amortajado con ropa de campo, botas de montar y espuelas". Literatura, toros y poesía, fundidos en la vida y en la muerte del malogrado poeta. Villalón además quiso que se le enterrase con su reloj en marcha, detalle que impresionó vivamente a su amigo Alberti, el cual hizo referencia a esa peculiar disposición en la elegía que le dedicó: "Ese caballo ardiendo por las arboledas perdidas".
Además, la muerte de Ignacio fue una conmoción para el grupo, una irreparable pérdida. Había desaparecido el amigo, el mecenas, el torero y el escritor. Había muerto el que practicó "un arte para "no morir", el que encarnó “la representación dramática del triunfo de la "Vida sobre la Muerte". Desde lejanas tierras Alberti enriqueció su poesía taurina con títulos como "Un sólo toro para Luis Miguel Dominguín", o incorporaba el tema taurino a su teatro con La Gallarda.
Por su parte, en el mismo escenario, pero con nuevos colaboradores, Cossío fue sacando nuevos volúmenes de su enciclopedia "Los toros", y de manera paciente y brillante Gerardo Diego culminaba su libro empezado mucho antes, en los buenos tiempos de la década los años veinte titulado "La suerte o la muerte".
La del 27 fue la que le dio una nueva dimensión a la Tauromaquia, en este sentido fue la grande, la única, hasta en sus ùltimas manifestaciones. Sirva como ejemplo el retorno de Bergamín y su entusiasmo ante un torero de innegable signo belmontista, Rafael de Paula, a quien dedicó en 1981 su último ensayo taurino: "La música callada del toreo".
Bibliografía:
Amorós, Andrés. "Ignacio Sánchez Mejías", Alianza Editorial, Madrid, 1998.
Rozas, Juan Manuel. "La generación del 27 desde dentro" Bellatrix-Istmo, Madrid, 1986.
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