El domingo pasado el torero Mario Aguilar opto por la tierra del nunca jamás, y sobre ello leí de la pluma enterada que lo es, la del matador Lorenzo Garza Gaona -Nadie sabe lo que hay detrás de la vida de un torero, sus padecimientos, sus frustraciones o sueños. Muy dura la profesión…- y me tiré a pensar en lo complejo que lo es el mundo de la toreada donde uno de los males lo es la coba (tsunami de alabanzas) de la que son víctimas los toreros vivos y muertos (¿Por qué no se la dieron en vida?), coba para la que los jóvenes no están preparados y con la que se les vicia desde edad primaria y por ello se hacen adictos a las empachadas de melcocha, aunque lo correcto sería decir de engaño.
Con crudeza, si así la quieren calificar los coberos, en repetidas ocasiones hemos preguntado ¿qué caso tiene se les haga creer a los ilusos que tienen posibilidades de ser toreros? y ya en la inconciencia con una orejita, se les augura su ascenso al altar de los ídolos, que no necesariamente son figuras pero tan difícil una etiqueta como la otra, el engaño es una bajeza que en casos llega a oficio pero lucrar con los tiernos es una vileza, aquí habría que preguntarle a la parentela, a los aduladores ¿Qué tan difícil es hablarle a los toreros con la verdad?, ¡No naciste pa’ esto y punto!, o la cuerda se acabó y a otra cosa, porque torero que no es rotundo es rechazado por los empresarios. ¿pa’ qué le sirve? si esto es un negocio.
Más resulta, que ante los chavales se convierten en paleros sin importarles clavarlos claro, como ellos no van a recibir los chingadazos, no van a correr el riesgo de quedar cuadripléjicos pero sobretodo no van a sufrir en carne propia cuando el alma, la moral, el sentimiento se les fracturen, se les desmorone, por la frustración, los descalabros, los engaños y las realidades, esas que calcinan hasta castrar la voluntad como resultado de vivir en la perene frustración de la impotencia.
Más todo eso tiene un origen, repito el engaño, sin que esto exima a los jóvenes que ya son pensantes y ahí siguen en la hamaca de la cachondearía, ¡esto es serio jóvenes! porque luego en los momentos lúgubres viene el demonio y se les mete en la más nefastas de las formas que lo son los churros, los hongos, los peyotes, las amapolas, que sí, son naturales y por eso en forma natural les flagelan las neuronas y de ahí a piltrafas humanas, no hay más que un pase.
Cuando se vive en el infierno, solo la muerte alivia.
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