EL GUARDIÁN DE LA TORERÍA
Y LAS DOS CABEZAS DE BORRACHÓN
Por Guzmán Vidales.
El consultorio del que fue uno de los médicos más afamados del país lo presidía una cabeza de toro que a punto estuvo de convertirse en asesino del que fuera torero número uno de México, el regiomontano Manolo Martínez.
Era Borrachón, de San Mateo, su impresionante pelaje negro zaíno, su aterradora cornamenta y ese brillante lunar lucero que le rodea el ojo del lado derecho.
El doctor Xavier Campos Licastro, era en su momento primerísima figura de la fiesta, quien fuera jefe de los servicios médicos de la monumental plaza de toros México y fundador y presidente honorario vitalicio de la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina.
Esta entrevista se realizo un dos de enero del año 2003 y aquí la hemos rescatado del baúl de los recuerdos:
El doctor Xavier Campos Licastro vuelve vista y memoria atrás y pasa revista a sus más de 50 años de ver domingo a domingo corridas de toros, de haber efectuado más de 27 mil operaciones a cual más complicadas, y de haber salvado la vida a la mayor parte de quienes al paso de estos cinco decenios se han dedicado al difícil arte de lidiar reses bravas en todos los redondeles del país.
A Xavier Campos Licastro su padre lo llevó por primera vez a los toros un domingo de noviembre de 1929 cuando en la vieja plaza de El Toreo de la colonia Condesa recibió la alternativa el celebérrimo texcocano Carmelo Pérez de manos del no menos popular gitano Joaquín Rodríguez Cagancho. Fue esa la tarde en que un berrendo imponente ocasionó una terrible maroma al hermano de Silverio, misma que generó tremenda impresión al pequeño y futuro doctor de nueve años, que más tarde se alzaría como salvador non de toros los toreros mexicanos.
Entonces, alargado pero sin recursos para adquirir sus localidades, la amistad del padre con el director de la banda que interpretaba los pasodobles y calentaba el ambiente —Genaro Núñez— dio paso a una treta semanal para que el niño Campos Licastro siguiera entrando a la plaza de manera gratuita. “Núñezme citaba a las dos de la tarde cada domingo —explica el galeno— en el restaurante El Retiro para preparar la estrategia. Y semana a semana entraba yo cargando el estuche del clarinete, mientras que el músico que pulsaba ese instrumento lo llevaba siempre en la mano. Y así pasábamos todos sin levantar nunca la menor sospecha.
No olvida que fue en el hospital Rubén Leñero, allá por 1943, cuando por primera vez intervino quirúrgicamente una herida por cuerno de toro, misma con la que llegó a cuestas un joven novillero poco más que desconocido y pueblerino que respondía al nombre de Eugenio González. “Era yo entonces una rata de hospital porque no salía nunca del nosocomio. Había jornadas que entre novilleritos lesionados y todo tipo de accidentes debía yo practicar hasta diez operaciones al paso de un solo día o tal vez de una sola noche, y ese fue el caudal que me permitió estar lo suficientemente capacitado como para aceptar en 1962 el llamado de Fermín Rivera e ingresar como cirujano a la plaza de toros México y permitirme cumplir uno de mis más caros anhelos”.
Hoy recuerda, casi entre nubarrones de olvido cómo fue que Luis Briones se convirtió en el primer herido por cuerno de toro que en México recibió los beneficios de la penicilina. “Briones brindó a Maximino Avila Camacho, hermano poderosísimo del presidente de la República. El toro, de pronto, le pegó un derrote seco y le clavó el pitón apenas arribita del ojo causándole fractura del frontal y la lógica infección del cerebro. Avila Camacho indagó en la enfermería qué se ofrecía y el clamor de los médicos fue unánime: ‘Necesitamos penicilina’. Entonces don Maximino ordenó que un avión de la Presidencia se trasladara de inmediato a Estados Unidos y en unas cuantas horas estuvo de regreso con el medicamento salvador que impidió la muerte de Luis de Seda y Oro“.
Sufre al recordar esa herida de Manolo Martínez propinada por Borrachón. O la más grande que ha curado en cuanto a destrozos musculares y que sufrió Juanito Escamilla cuando un toro en corrida nocturna prácticamente lo abrió en canal desde la rodilla hasta la cresta ilíaca. O aquella aparatosísima que sufrió el novillero José Angel Adame al ser atravesado de lado a lado en el cuello, interesando yugular y afectando la laringe. O la terrorífica que se llevó al entonces triunfador Antonio Lomelín, cuando Bermejo de Xajay le abrió el abdomen y le dejó los intestinos en la arena.
No olvida Campos Licastro cornadas tremendas como la de Camisero a Capetillo, la de Escultor a AntonioVelázquez o la de Pablito de ReyesHuerta en el vientre a JoselitoHuerta en 1968.
Operaciones como las 27 mil que ha practicado Xavier Campos Licastro con éxitos casi siempre crecientes, éxitos que lo alejaron a diario de ese trajecito dominguero de la plaza de El Toreo de la Condesa, o de la subrepticia entrada al coso solapado por el director de la banda de Genaro Núñez.
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Las Dos Cabezas de Borrachón Por el Bardo de la Taurina:
En el ‘Cuerno de la Taurina’ llega a haber circunstancias que se vuelven legendarias y en ocasiones se constituyen como parte aguas, tal es el caso de lo acontecido aquella tarde del 3 de marzo de 1974 en la Plaza México donde alternaban Manolo Martínez, José Mari Manzanares y Mariano Ramos ante toros de San Mateo.
Entre los que venía ‘Borrachón’ que saltó a la arena en cuarto lugar correspondiéndole por lo tanto al diestro regiomontano quién para lidiarlo vestía de Catafalco y Oro y que le había ligado un par de naturales con el sello de la casa antes de que ‘Borrachón’ que había sido marcado con el cabalístico número 13 y que dio en la romana 444 Kg. le tirara un ‘gañafonazo’ con dictamen de muerte que penetró secamente el muslo izquierdo del torero partiéndole las arterias femoral y safena con pavorosas trayectorias que alcanzaron 34 y 24 cm. de destrozos.
La sangre magentosa brotaba a una velocidad descomunal el boquete del ‘tabaco’ era tan inmenso que por él se logró meter una toalla para tratar de taponearle la herida, al arribar Manoloa la enfermería y verse el cráter mortuorio entro en shock, el Dr. Xavier Campos Licastro fue bordando la faena clínica con magistral sabiduría sorteando el hilo invisible que separa a la vida de la muerte al grado que en dos ocasiones cuando a Martínez se le paralizaron los signos vitales su médico de cabecera el Dr. Salinas Rivero le referiría al Dr. Campos Licastro ‘¿Xavier, no estarás operando un cadáver?’.
Veinticuatro horas después la muerte seguía acechando al ‘Torero Mandón’ quién en un acto que lo pinta tal cual era, contestaría al Maestro Rafael Cardona quién le pregunto en la Central Quirúrgica ¿Qué te retiras? ‘Que me retiren los toros, no los pinches periodistas…’ (Manolo Martínez Genio y Figura / Donaciano R. Botello)
Ante todo esto era obvio que la cabeza del toro ‘Borrachón’ que habría mandado al inmenso torero a la tierra de nunca jamás pues no solo valdría una millonada , sino que se convertiría en parte de la historia del mundo taurino y poseerla seria como tener un tesoro morboso y legendario, así que ese domingo tal vez en el destasadero de la Plaza México se empieza a escribir una historia nebulosa y aclaró lo de ‘tal vez’ porque es posible que alguna de ‘las cabezas de ‘Borrachón’ no necesariamente salió del rastro de la plaza o a lo mejor salió por partida doble, lo que si me queda claro que jamás hemos visto salir por la puerta de Toriles a un toro con dos cabezas y bueno todo esto viene por que con el paso del tiempo resulta que existieron dos cabezas del mismo toro, una de las cuales supuestamente original se quemo en un incendio y la otra está a la venta y ¡claro! esto cobra relevancia por estar inmiscuido en ello, aparte del ícono del toreo que lo sigue siendo Manolo Martínez personajes relevantes y públicos de la vida taurina.
Una de las cabezas dice el taxidermista Genaro Hernández ‘El General’ que le fue entregada por el carnicero de la plaza para que la guardara y posteriormente la disecara, cuando ya Manolo hubiera muerto a consecuencia ¡claro! de la cornada, lo cual no ocurrió y el Dr. Campos Licastro en su libro ‘Solo…cincuenta años de operar toreros.’ escribe ‘el novillero Genaro Hernández cuando le atendí de una grave herida en el cráneo, dijo “No tengo con que pagarle lo que hizo por mi, le voy a regalar la cabeza del toro ‘Borrachón’” y sigue escribiendo el Dr. Campos Licastro “El malvado incendio de mi clínica, me la destrozo” y agrega “He sabido que por ahí hay otras cabezas de ‘Borrachón’, yo no puedo comprobar que la mía era la buena”, hoy la Familia Sánchez Valle tiene a la venta otra cabeza de ‘Borrachón’ cuya historia arranca cuando la cabeza le fue comprada en la propia plaza al carnicero por el Dr. Leopoldo Sánchez Valle, sin duda ‘Aquí hay gato o más bien toro encerrado’ ante eso mientras son peras o son manzanas, pues aguas con la piratería.
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Borrachón Por Ele Carfelo:
En alguna columna pasada, decíamos que el Doctor Xavier Campos Licastro, quien fuera una eminencia médica, especializado en cirugía taurina, quien estuvo al frente de los equipos médico de las Plazas “México” y “El Toreo”, cuando ya estaba instalada en “Cuatro Caminos” a la salida de la carretera a Querétaro, del Distrito Federal, había sido el cirujano que operó satisfactoriamente a Manolo Martínez de los destrozos que la cornada del toro “Borrachón” de “San Mateo” le infringió en la Plaza “México” el 3 de marzo de 1974, había declarado que esta cornada había sido la más grave que se le había presentado en una enfermería.
Al interrogar al extraordinario ortopedista, traumatólogo, con posgrado de Cirugía reconstructiva, posteriormente, sobre sus declaraciones anteriores, declaró que, en efecto, él consideraba que era la cornada más difícil, ya que despertó en él una gran desesperación y enorme impresión, porque en esta cornada aparecieron dos factores que originaron un gran “shock” en la humanidad del torero, pues el primero, afectó el sistema nervioso, el shock neurogénico.
El segundo factor, la enorme pérdida de sangre, y sobre todo, tal brusca, el shock hipovolémico.
“Cuando teníamos a Manolo en la mesa de operaciones, el Doctor Salinas Rivero, quien era el médico de cabecera del torero, y me ayudaba mientras operaba, me advirtió que Manolo, en un momento dado, no tenía pulso ni en las manos ni en los pies…” ¿No estarás operando a un cadáver?” me dijo… Yo me estremecí de pies a cabeza, aunque yo sabía que había falta de pulso, pero el corazón estaba latiendo. Afortunadamente, seguí y pudimos terminar a tiempo y con éxito… Pero los momentos vividos, fueron tremendos.
Campos Licastro declaraba esto, a pesar de que él había practicado la cirugía en las tremendas cornadas sufridas por Joselito Huerta en la Plaza “El Toreo” de Cuatro Caminos por el toro “Pablito” de ReyesHuerta, y la de Antonio Lomelín en la Plaza “México”, cuando banderilleaba a un toro de Xajay.
“Cuando teníamos a Manolo en la mesa de operaciones, el Doctor Salinas Rivero, quien era el médico de cabecera del torero, y me ayudaba mientras operaba, me advirtió que Manolo, en un momento dado, no tenía pulso ni en las manos ni en los pies…” ¿No estarás operando a un cadáver?” me dijo… Yo me estremecí de pies a cabeza, aunque yo sabía que había falta de pulso, pero el corazón estaba latiendo. Afortunadamente, seguí y pudimos terminar a tiempo y con éxito… Pero los momentos vividos, fueron tremendos.
Campos Licastro declaraba esto, a pesar de que él había practicado la cirugía en las tremendas cornadas sufridas por Joselito Huerta en la Plaza “El Toreo” de Cuatro Caminos por el toro “Pablito” de ReyesHuerta, y la de Antonio Lomelín en la Plaza “México”, cuando banderilleaba a un toro de Xajay.
En ambos casos, los dos toreros habían llegado a la enfermería, con el “paquete intestinal” prácticamente “entre las manos”.
Manolo Martínez convaleció de la cornada en la Central Quirúrgica de la ciudad de México, habitación No. 619, hasta que pudo trasladarse a su casa en Monterrey, donde terminó su rehabilitación, para regresar al campo bravo, a prepararse para continuar su carrera taurina.
El Doctor Xavier Campos Licastro tenía su consultorio particular en la Colonia Roma del Distrito Federal y en ese local tenía también innumerables recuerdos taurinos sobre todo de sus experiencias como Jefe de los Servicios Médicos de las Plazas “México” y “El Toreo”. El brillante cirujano, mandó disecar la cabeza del toro “Borrachón” y encuadró un “poster” del momento de la cornada de Manolo Martínez, ambos recuerdos, colgados en las paredes de su consultorio, y testigos del gran trabajo profesional de este gran cirujano al que mucho deben –incluso la vida- muchos toreros.
Manolo, ya retirado, y siendo un ganadero de reses bravas exitoso y solicitado, ya retirado de los ruedos, falleció víctima de una tremenda afección hepática.
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