martes, 5 de junio de 2018

LA CRÓNICA DE PATRICIA NAVARRO DE LA XXVIII CORRIDA DE SAN ISIDRO

Octavio Chacón, torero de plomo ante lo posible y lo imposible

Tarde muy difícil para toreros solventes con la de Saltillo y bochornoso palco que premió con vuelta a un toro sorprendentemente

OCTAVIO CHACÓN / EFE

Las Ventas (Madrid). Vigesimoctava de la Feria de San Isidro. Toros de Saltillo. El 1º, bueno por el derecho sin humillar y peligroso por el izquierdo y sorprendentemente premiado con la vuelta al ruedo; el 2º, orientado y complicado; el 3º, rajado, manso y peligroso; el 4º, peligroso e imposible; el 5º, mirón y complicado; el 6º, imposible y peligrosísimo. Media entrada. 

Octavio Chacón, de celeste y oro, estocada trasera (vuelta alruedo); estocada (saludos).
Esaú Fernández, de azul marino y oro, pinchazo, estocada (silencio) ; ocho pinchazos, estocada corta, estocada, aviso (silencio).
Sebastián Ritter, de cereza y oro, estocada, aviso (silencio); pinchazo, estocada, descabello, aviso (saludos).

Tuvimos que mirar al palco no una vez sino varias para dar crédito de lo que ocurría. ¡Qué vergüenza por dios! En Madrid, en plena Feria de San Isidro, había pasado. ¡Cómo contarlo! Fue el primer toro de la tarde de Saltillo el que fue tres veces al caballo por generosidad de su matador Octavio Chacón. Torero. Cuajado. Sereno y hecho. Le puso de largo. Le aguantó para que fuera. Le lució para gusto de todos. El toro se tomó sus tiempos. Y fue en la distancia. No apretó con los riñones, que es lo que hacen los bravos. Impecable resultó la faena de muleta del diestro. Toda, o casi, por el derecho, porque ni uno tenía el animal por el zurdo. Coladas asesinas regalaba sin pensárselo, a pesar de que el oficio del torero resolvía, pero se iba derecho al torero del cuerpo. Nobleza sacó en los derechazos que sacó el torero, erguido, pulcro y templado. Muy torero y firme, ligando las arrancadas del toro que duraron poco, sobre todo la humillación. Pronto salía de los envites sin entrega, desentendido y con poco gas. Intentó la misión imposible del natural y se tiró a matar prendiendo una estocada punto trasera. Se le pidió la oreja y la sorpresa fue cuando de presidencia, qué bochorno por favor, qué manera de convertir la plaza más importante del mundo en un poblachón, con permiso de los pueblos, sin necesidad de charanga y habiéndose jugado la vida un torero de la cabeza a los pies. Contrariado el torero y cualquiera que ocupara la localidad con mínima sensatez. ¡Tierra trágame! Vuelta al ruedo para el toro. El mismo toro que fue un asesino por el izquierdo y el mismo toro que tuvo poca duración y apenas se entregó, divina virtud de la bravura. Un asesino en serie fue el cuarto. ¡Qué barbaridad! Cumbre estuvo su banderillero Vicente Ruiz jugándose la vida de verdad. Oficio, entrega y valor de acero, que convencieron al público de Madrid. Un tipo capaz de estar con una corrida tan difícil no merece estar en casa.
De suicidio. El segundo muletazo del tercer toro era de suicidio. No había manera. El toro manso y rajado iba directo al pecho, barriga... Lo que pillara en ese camino de rectitud en el camino de la huida. Un trago tuvo Ritter por el derecho. Lo intentó al natural y en esa huida medio le dejó ponerse. Muy por encima el diestro. Una tragedia fue estar delante del sexto Saltillo del festejo. Tuvo mucha miga el toro. Bien lo supieron los banderilleros que pasaron lo suyo, pero cuando Ritter se quedó con el toro a solas era un asesino en serie que esperaba su momento para el ataque. A la espera, remoloneando, haciéndose pasar por lo que no era para buscar el momento idóneo para la caza. Tremendo. El momento en el que veía a un torero sin engaño apretaba detrás de él como si no hubiera mañana.
Tampoco lo puso fácil un peligroso segundo a Esaú Fernández, que bastante hizo con matarlo y salir ileso. Mirón y difícil fue el quinto y al sevillano le desbordó esa manera tan compleja de embestir el animal. Los aceros no los vio por ningún lado. Fue tarde de las de llegar al hotel sano y salvo y festejarlo

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