San Isidro:
lidiar un manso
sí tiene premio
Joselito Adame corta una oreja en un interesante encierro de Alcurrucen
ANDRÉS AMORÓS
Los toros de Alcurrucén salen abantos, como suelen, pero dan un juego variado, interesante. Joselito Adame vive las dos caras: no está a la altura del excelente segundo y tarda en dar la lidia adecuada al quinto, manso, pero acaba lográndolo y corta un trofeo.
Curro Díaz es toreo de gusto exquisito y estilo personal. En el primero, corre la mano con clase y naturalidad; cae al suelo y sufre un volteretón; citando de frente, todavía logra algún natural limpio pero el toro se apaga. El cuarto huye, hace floja pelea. Comienza con unos bonitos doblones (por supuesto, mirando al toro, sin la absurda moda actual de mirar al tendido). El toro pega arreones, con feo estilo. Ha lucido su torería, en pases sueltos.
Juan del Álamo no tuvo suerte con las reses de Las Ramblas; tampoco la tiene esta tarde. El tercero sale de la muleta con la cara alta, desentendiéndose. ¿Por qué lo brinda al público? No logra reducirle los defectos. El sexto embiste con temple, le permite dibujar muletazos suaves pero falta vibración.
He dejado para el final a Joselito Adame. El segundo se crece en el caballo, mete bien los riñones. Parean muy bien Miguel Martín y Fernando Sánchez. El toro repite, con suavidad y nobleza, se come la muleta, transmite emoción. El diestro comienza haciendo la estatua, muestra su oficio pero poco más, la faena va a peor.
En el quinto vivimos el momento más interesante de la tarde. Se le recibe con protestas. ¿Por qué? Porque se aburren y porque han visto la tablilla, 506 kilos; si no, creo que no lo harían. Ya se ve para qué poco sirve. Además, el toro se frena, mansea claramente, cocea en el caballo y las protestas aumentan. Un irónico vecino se pregunta: «¿Se devolverá otra vez a un toro sólo por manso?» Gracias a Dios, no se ha repetido. De hecho, el manso, yendo hacia chiqueros, embiste fuerte al picador de reserva. El toro está muy suelto y Adame comienza intentado hacer la faena habitual, con derechazos y naturales, en el lugar de siempre: como es lógico, el toro sigue yendo a su aire y no pasa nada. Mediada la faena, cambia de táctica y hace lo que debía haber hecho desde el comienzo: aceptar que el toro vaya a su querencia, sujetarlo por bajo, pelearse con él; es decir, lidiarlo. Para sorpresa de muchos, resulta, entonces, que el toro sí embiste, saca casta, transmite emoción. Mata bien y corta la oreja. Aunque algunos protesten el trofeo, la mayoría se ha emocionado como si hubiera visto algo insólito. Sin quitarle mérito al oficio y la decisión de Joselito, la realidad es que ha hecho lo que tantas veces ha supuesto un triunfo grande, en Las Ventas: Paco Camino, Capea, Roberto Domínguez, Fernando Lozano, Enrique Ponce, Roca Rey, bastantes más…
Este año, el pregonero taurino de Sevilla dijo que, para luchar contra los antitaurinos, si sale un toro manso, hay que retirarlo: un dislate. Hace unos días, así se ha hecho, en Las Ventas: otro disparate. Tengo que repetirme: los mansos sí tienen su lidia; más aún, lidiando un manso es como suele verse la categoría de un diestro. Dicen algunos que eso ya no se hace porque el público actual no sabe apreciarlo. ¡Que se lo pregunten a Joselito Adame! Ante un toro manso, con la faena al uso, iba camino del fracaso; dándole la lidia adecuada, ha conseguido un triunfo. ¿Aprenderemos alguna vez la lección? Torear no es ponerse bonito sino dar a cada toro la lidia que requiere.
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