martes, 3 de abril de 2018

DEL TORO Y SUS OREJAS Jorge Arturo Díaz Reyes



Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Imposible soslayar en este comienzo de temporada, el disgusto de un importante sector del sistema taurino, el profesional. Con otro importante sector del mismo, la autoridad. El primero se duele y el segundo aguanta. Mientras el tercero, que sostiene todo, el público, paga y mira expectante. 

Es un conflicto de poderes, o mejor dicho por los poderes. ¿Pretexto? el toro y sus orejas. --Que los veterinarios descompletando encierros (poco trapío) y los presidentes no sacando suficientes pañuelos (orejas) nos tienen hasta las trancas-- Claman en los medios empresas, ganaderos y apoderados, directamente o a través de sus portavoces. Los aludidos, callan y actúan a discreción.

¿Quién tiene razón? En las discrepancias puntuales, que siempre las hubo, priman la norma y el criterio del dignatario (presidente), y sus técnicos (veterinarios). Para eso existe la ley. Por encima de ella no está nadie. Y aunque hay distintos reglamentos, todos coinciden sobre principios de honestidad y derecho. 

Ya que andamos por abril, citemos el de Andalucía: “La Presidencia de los espectáculos taurinos corresponderá en las plazas de toros de primera y segunda categoría a las personas nombradas para cada temporada por la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en la provincia correspondiente, entre la afición a la fiesta taurina sin ningún interés económico, profesional o de parentesco con los miembros de la empresa organizadora, profesionales actuantes o representantes de las ganaderías que intervengan en el espectáculo, valorándose a dichos efectos el conocimiento, profesionalidad, imparcialidad y experiencia en la materia.”

Más claro no canta un gallo. La autoridad es delegada por el estado (gobierno) a nombre del pueblo en la afición (presidente y veterinarios), independientemente de los intereses particulares (profesionales). 

Desde la taurocatapsia en Creta (estado-religión) 5.000 años atrás, para no retroceder tanto, si hay un rito cuya verdad, pureza, respeto merecieran legislación, vigilancia y garantía fue la corrida de toros. ¿También “modernizar” eso? ¿Ir por libre?

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