La número 23. La del mismo guarismo que lució a la espalda en su zamarra -tan roja como su terno sangre de toro y oro de hoy- ese Dios del baloncesto llamadoMichael Jordan. A su misma altura está Julián López ‘El Juli’. Otro mito. Otra leyenda de hambre insaciable como el majestuoso escolta de los Chicago Bulls. Ahí es nada, 23 Puertas Grandes en La México. Una detrás de la otra. La de ayer llegó para virar el rumbo de una tarde a la deriva por el descastadísimo juego del encierro titular de Teófilo Gómez.
Seis mulos salieron de chiqueros. Ni un cuarto de opción dieron.
Julián, desesperado, pidió el
sobrero de regalo, un excelente cárdeno claro de Bernaldo de Quirós y
llegó el elogio a la verticalidad. El trazo relajado. La virtud del temple. La
enésima clase. No aprendieron la lección en Valencia y se lo perderán en Fallas.
El otro contendiente en este mano a mano de la primera Corrida del
Aniversario, Sergio Flores, no se quedó atrás y desorejó a su respectivo
sobrero de regalo, un encastado toro de Santa María de Xalpa, con el que
tejió una emotiva faena llena de entrega -fue prendido sin consecuencias-, que
vuelve a golpear la puerta en pos de un hueco en España. ¿Para cuándo su
regreso a Madrid?
Fue una lámina ese sobrero de
regalo de El Juli. Con el hierro de Bernaldo de Quirós, era
un precioso cárdeno claro, armónico y bien hecho, con cuajo, astifino y
engatillado. Salió con bríos y El Juli, tras una larga cambiada, lo
toreó con cadencia a la verónica para continuar después por chicuelinas en los
medios. Vistoso y templado el quite por lopecinas, donde volvió a cantar su
clase y ritmo el toro. Lo vio claro El Juli y brindó en los medios al
público.
Prendió la mecha enseguida la
bravura del toro al fundirse con la ambición del toreo de El Juli. El
español supo entender las distancias y alturas del toro para formar un alboroto
en una faena de terciopelo. Primero, ligó las tandas en redondo sometiendo al
animal, bravo y con transmision, para después detener el tiempo con la zurda.
Naturales sin mácula, dulces, aprovechando la profundidad del animal, con trazo
de seda. Los cambios de mano y remates, pura orfebrería, abrochando tandas de
siete u ocho muletazos. Relajado siempre. Todo en un elogio a la verticalidad.
Se volcó sobre el morrillo y hundió el acero hasta la yema. En lo alto del
morrillo. De efecto fulminante. Sin puntilla. Lío gordo y dos orejas.
Bajo y de lomo recto, rompió
plaza ‘Coquito‘, un toro negro y acapachado de cuerna, que enseñaba las puntas,
al que saludó El Juli con una suave cordobina en el tercio. Salió
suelto y sin fijeza, pero, tras pegarse dos vueltas al doble anillo, lo
toreó Julián con cadencia a la verónica. Ganando terreno en cada
lance hasta rematar en los medios con una gran media a pies juntos. Cuidó mucho
el castigo en el único encuentro con el caballo.
Pronto y en la mano, Julián le
puso la muleta para torear en redondo sin preámbulos. En el tercio y en la
corta distancia para tratar de aprovechar la bondad de un toro, noble, pero sin
poder ni raza alguna. Hubo dos trincherazos muy templados. En la segunda tanda,
se metió ya entre los pitones. Labor imposible, lo probó, pero con el astado
desfondado, optó por abreviar con buen criterio Certero con la espada,
fue silenciado.
Con más pecho que el anterior
y de lomo recto, el cárdeno tercero, astifino y de pitón blanco, humilló de
salida, aunque le faltó fijeza. Apenas se le señaló un puyazo. Otro toro en el
límite. Buen quite de El Juli por simbióticas chicuelinas y
cordobinas, que remató con temple con una larga cordobesa. Brindó al cielo
a Domingo Hernández y comenzó el trasteo con dos cambiados por la
espalda sin enmendarse. La primera tanda con la zurda, limpia, enganchando y
cosiendo la embestida del toro a los vuelos. De mano baja. Cinco buenos
naturales. Hasta ahí. Perdió las manos el animal en la tanda posterior y, desde
entonces, no hubo acople. Julián vio que no había opción de que
aquello tomara vuelo y tiró por la calle de enmedio. De nuevo, silencio.
Tampoco el quinto, serio y
largo, aunque algo acarnerado y veleto, mejoró el escenario en Insurgentes.
Cierto es que tuvo algo más de bríos en el capote de El Juli y en los
primeros tercios, donde pasó sin pena ni gloria, pero siempre tendió a soltar
la cara y salir de los engaños muy desentendido. Muy torero el comienzo por
doblones del madrileño, pero no pudo pasar de ahí. Enseguida el de Teófilo
Gómez protestó y mostró su descastada condición, El Juli no vaciló y pidió
el sobrero de regalo antes de machetearlo y despenarlo con celeridad. Silencio por
partida triple.
No se quiso quedar
atrás Sergio Flores y también buscó la vereda del triunfo en el
sobrero de regalo. De Santa María de Xalpa en su caso. Fino de cabos,
largo, con trapío, tocadito de pitones. Salió con muchos pies y Flores lo
toreó con variedad. Repitió repertorio en el quite con un surtido de
chicuelinas, tafalleras y cordobinas. Brindó al público y comenzó con un cambio
por la espalda para torear en redondo sin probaturas a un toro que rebosaba
transmisión.
Encastado, el de origen Parladé,
toro para echar la moneda al aire y el de Tlaxcala no titubeó. Quiso
y tuvo premio. Emotiva faena llena de entrega, muy jaleada en el tendido, más
aún después de una fenomenal voltereta al descararse con el burel. Lo prendió
de feísima manera por el vientre y, al caer, desmadejado, le dejó la taleguilla
hecha jirones. Imperturbable volvió a la cara del toro y prosiguió hasta el
epílogo por bernadina. Enterró el acero entero al primer viaje y, de nuevo,
asomó el doble pañuelo en el palco. Dos orejas.
Muy protestado de salida por
su justo trapío, al cariavacado y corto segundo le faltaba remate. Lo
recibió Sergio Flores por chicuelinas y recibió un puyazo, fijo el
toro en el peto, bajo un clamor de protestas. Pasó el corte la res, pese a
todo. Brindó Flores a su banderillero Fernando López, herido
hace menos de 24 horas en Querétaro, y se puso a torear en el tercio como
si el astado lo permitiera, aunque no amainaron las protestas. Sacó algún
muletazo estimable por ambos pitones, pero la realidad es que no le echaron
cuentas. Sin rédito posible, tomó el camino de la espada. Silencio.
Bizco del derecho, el cuarto,
algo zancudo y más largo, tenía también más cara, enseñando las palas. Lo toreó
con temple a la verónica Sergio Floresaprovechando una embestida humillada
y con ritmo. Como a sus hermanos, tampoco recibió excesivo castigo en varas.
Brindó a los ganaderos de San Joséel torero de Tlaxcala y lo
probó por ambas manos, pero la sosería del toro, sin raza alguna, convirtieron
el trasteo en una quimera porque no había emoción alguna. Flores,
contrariado, acortó su labor. Inédito. Silencio.
El sexto, con muchos pitones
y astifino, altón, pero escurrido de carnes, fue muy protestado en cuanto salió
de chiqueros. Corto y sin viaje, perdió las manos antes de llegar al caballo y
claudicó estrepitosamente en el peto. Devuelto. Salió un sobrero de Bernaldo
de Quirós, sin exageraciones por delante, pero cuajado y de buenas hechuras. Lo
saludó a la verónica Flores. En los primeros tercios, se le apreció
una lesión en los cuartos traseros, que condicionó su lidia. Lo probó el
azteca, pese a todo, pero no hubo manera de salvar la falta de pujanza y casta
del astado. Sexto silencio de la tarde.
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