EL VITO
Lamentablemente los viejos adagios se repiten en la Fiesta, como
ese muy antipático que reza corrida
de expectación, corrida de decepción … Aunque la verdad es que pudieran
evitarse y dejarlos en el cesto de los papeles estos proverbios,
convirtiéndolos en simples y vulgares
premoniciones que no llegaron a cumplirse.
¡Cuánto abríase agradecido si eso de ayer en la Plaza México no se
cumple!
No era necesario, pero como dice aquella sentencia que le
atribuyen a Albert Einstein Si buscas resultados
distintos no hagas siempre lo mismo… y la empresa, reiterativa en el error,
aunque presume de
renovación no sólo ha repetido manifiestas equivocaciones durante la temporada,
sino que hace lo mismo que por años han hecho los sepultureros que entierran la
fiesta mexicana.
La de ayer en conmemoración del 72 Aniversario de la Monumental
Plaza México más que una expresión dichosa, de poder desplegar un pergamino
histórico, debió de haberse pensado con sentido taurino como reconocimiento a
gran afición.
Son setenta años de identidad ganadera en tan magnífico escenario,
una siembra de razones y de motivos que no puede ni debe tirarse al cesto de los
caprichos como ocurrió en esta oportunidad.
El toro de México, ese toro que es orgullo de un continente,
como orgullosos nos sentimos los aficionados de América de los toreros
mexicanos, no pueden convertirse en un bolillo
donde se enredan los hilos de la infamia.
Infame ha sido repetir la tortura del supuesto toro artista, como ayer lo
expresó el público en su justa y reiterada protesta, lo hizo desde el tendido
de la plaza convirtiendo el disgusto en ardiente lava de un volcán al que le
es imposible guardar tanto desengaño en ese cofre de pasiones que es y ha sido
el tesoro del aficionado de México.
Aburrir durante casi tres horas a un público al que hay que
rescatar es una acción que merecería reconocimiento del movimiento anti
taurino. Así sí se acaba la fiesta, un espectáculo que por estos días hace
aguas por los agujeros que han provocado por cañonazos
de los auténticos enemigos del toreo convertidos en marchantes del toreo.
Hoy, en los corrillos, los balazos van dirigidos a El Juli. ¿Tiene tanta fuerza su capricho? Muy
acertados estuvieron ayer los relatores de la corrida, Heriberto Murrieta y Rafael
Cué quienes, por fortuna, no cayeron ayer en el falso
halago, ni tomaron el camino de la evasión. Fueron críticos, sin ofender, criticaron por defender
la razón de ser de la fiesta que es el toro en su integridad y no el remedo
donde los mercaderes del toreo conducen al rey del espectáculo. Los cronistas
fueron reiterativos en la denuncia, clavaron la verdad en cada escalón del
calvario que significó cada uno de los toros que ayer desfilaron por el ruedo
de Insurgentes enarbolando la divisa de la ganadería del cartel.
Por fortuna echaron mano de las reservas, un toro muy bien
presentado de Javier Bernaldo
Quiroz, bravo y emotivo muy en la línea del auténtico toro mexicano sobre
el que se construyó la afición más importante de América, y otro de Xalpa, toro con identidad de la
diversidad a la que hoy apuesta el ganadero moderno en México, un toro que
en sus diez minutos de gloria llevó más emociones al graderío que las cuentas
del rosario de penas con las que los descafeinados toros del cartel.
Toros que por milímetros estuvieron, a punto de pulverizar lo que años de lucha, sacrificios y entrega ha significado la vida de Sergio Flores, un gran torero que necesita América como también lo necesita México para que en España represente la torería azteca, tan admirada y tan reconocida.
Gracias al Canal de las Estrellas por regalarnos cada domingo la transmisión
de las corridas correspondientes a la Temporada Grande en la Plaza de Toros
Monumental México.
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