Muñecas de goma, espada de juguete
Monumental Plaza México I
MUNDOTORO > CDMX
Fue el asidero de una corrida cogida con alfileres. En presencia y bravura. Con algunos ejemplares esbozando clase pero siempre lastrada por su escaso depósito de raza. Pero la tarde de Juan Pablo Sánchez mitigó los condicionantes negativos de un festejo celebrado bajo un clima desapacible, que derivó en una fuerte tromba de agua en el último toro del espectáculo, que además tuvo un final angustioso con las cogidas de Ginés Marín y su apoderado Jorge Cutiño, que salió al ruedo a auxiliar a su matador.
Tiene temple en sus muñecas Juan Pablo, pero sobre todo tiene clase. Para enganchar las embestidas, para transportar y prolongar cada muletazo y para soltar la embestida con el mismo pulso con el que la ha toreado. Muñecas de goma (y de oro) y espada de juguete, porque el acero le privó del triunfo y dejó en dos insignificantes ovaciones dos actuaciones de mucho fondo. Sobre todo por cómo potenció las estrechas virtudes de su lote.
Toreó al ralentí al primero, toro noble y pastueño, cuya calidad estuvo condicionada por su escasa pujanza, y esa falta de chispa condicionó la transmisión de una faena deletreada con delicadeza y gusto. Puso mucha expresión el hidrocálido, sutileza en los toques, pulso y temple en los embroques, pero lo mucho y bueno de su labor muletera quedó eclipsado por sus fallos con el acero.
Apenas recibió castigo en el caballo el cuarto, otro toro cogido con alfileres al que Juan Pablo potenció con el exquisito temple que brota de sus muñecas, aderezado con una soberbia expresión corporal. Faena maciza, de una estética exquisita, deletreando cada muletazo con parsimonia y cadencia. Sólo un torero de cualidades portentosas como el de Aguascalientes hubiera sido capaz de subyugar al tendido con un toro de tan medidas prestaciones. Como en el toro anterior, dos pinchazos y una estocada tendida echaron todo a perder. Una lástima.
El segundo también pecó, pese a su docilidad y obediencia, de falta de raza. Se vio muy superior a Arturo Saldívar, que llevó largo al de Fernando de la Mora en los primeros compases, y redujo distancias cuando, mediado el trasteo, el astado, ya rajado, se refugió en tablas. La actitud del torero de Teocaltiche fue lo mejor de otro trasteo al que faltó la mecha que no tuvo su oponente.
El quinto fue un remiendo de Xajay, con más presencia y más plaza que el resto del encierro, que a punto estuvo de arrollar a Saldívar en la larga cambiada en el tercio que abrió la lidia. Saludó Diego Martínez tras un arriesgado par al sesgo a un animal que llegó al último tercio con poder, descompuesto y áspero. Se puso por los dos pitones el torero, enseñó las complicaciones del astado, y se fue a por el acero.
Fue protestado de salida el tercero, que no tuvo casta ni tampoco clase en sus embestidas, pues careció de ritmo y recorrido. Lo intentó Ginés Marín en varios terrenos y en distintas distancias, pero en ningún caso contó con la colaboración del deslucido ejemplar. En cualquier caso, no quedó por el extremeño, que, muy enfibrado, incluso robó a su enemigo algún muletazo loable y lo mató con brillantez y facilidad.
Regresó a los corrales el sexto, también muy protestado, y en su lugar salió un sobrero de Montecristo, con más trapío, que no tuvo buenas ideas. Se desató una lluvia torrencial cuando el extremeño inició una faena que por las condiciones del toro nunca llegó a cobrar cuerpo. Resbaló el torero cuando trataba de cuadrar al toro y fue prendido de modo espectacular hasta en dos ocasiones por el astado, que también empitonó a Jorge Cutiño, sacándolo del burladero cuando trataba de auxiliar a su poderdante.
Las primeras informaciones hablan de una herida en el glúteo de la que fue atendido en la enfermería de la plaza por el Doctor Vázquez Bayod. Presentó muchas complicaciones el astado en la suerte suprema y Ginés lo despachó con no poco esfuerzo para poner fin al espectáculo.
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