FAENA DE
PUERTA GRANDE EN CARACAS
Nuevo Circo,
11 de diciembre de 1949
Antonio
Velásquez, Luis Miguel Dominguín y El Diamante Negro
Víctor José
López
EL VITO
El año de 1949 fue el año del despertar venezolano. Su riqueza petrolera y una inmigración europea
de gran importancia convirtieron la
nación venezolana en tierra de promisión. Era el amanecer de una tierra que se
incorporaba llena de entusiasmo a la
modernidad, y su perfil de sociedad requería paradigmas sobre los cuales debía
sentar las bases de su perfil.
Uno de estos
ídolos fue Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro”, torero de Ocumare del Tuy
que hizo una brillante carrera de novillero en España la temporada de 1948,
campaña que culminó con una brillante alternativa en Granada de manos de Manolo
González con toros de Félix Moreno Ardanuy. Esta alternativa en Granada y presentaciones en
Madrid y Sevilla y los triunfos logrados en su reaparición en Venezuela
convirtieron al torero de los Valles del Tuy en un ídolo sin precedentes en los
escenarios nacionales.
El empresario
de la plaza de toros de Caracas, don Horacio Carrasquero, al tener en sus manos
el inusitado valor del torero criollo como principal atracción organizó una
gran temporada a finales de año, en un abono de tres corridas de toros con
reses de Colombia, dos encierros de Mondoñedo y uno del sevillano Francisco García, quien había sido mayoral de
la vacada de Sanz de Santamaría, y que se estrenaba como ganadero luego que las
propiedades de don Ignacio fueran embargadas por la Corporación de Fomento.
Carrasquero colocó a Diamante Negro en dos de los tres
carteles del abono. La primera con
Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín, y la segunda, tercera del abono, la tarde de del 11 de diciembre de 1949 con
el mexicano Antonio Velázquez y Luis Miguel Dominguín. El cartel, debido a circunstancias ajenas a
los toros, tenía miga. El ambiente político internacional enfrentaba al México
de la revolución con la España del
franquismo, y la Guerra Fría encendía sus hogueras con los anuncios de la URSS
de tener la Bomba Atómica, y de Mao Tse Tung
al declarar la República China Popular.
La plaza de
Caracas, el Nuevo Circo, vistió sus mejores galas para el acontecimiento. La
boletería agotó sus más de 11 mil
asientos y la barrera fue ocupada casi íntegramente por Embajadores y
Plenipotenciarios de las naciones acreditadas en Venezuela. No fue tarde de
decepción aquella del 11 de diciembre, los toros de Vistahermosa, como
distinguía Francisco García su ganadería, fueron de gran calidad. Velázquez, a
quien por su valor y gentilicio llamaron “El león de León” cortó dos orejas y
un rabo al cuarto de la tarde, Luis Miguel tres orejas, una al segundo y el
rabo al quinto, mientras que el venezolano Luis Sánchez Olivares se alzó
cortando cuatro orejas y un rabo.
Los tres
diestros, y el mayoral de la ganadería colombiana de Vistahermosa, abrieron la
Puerta Grande del Nuevo Circo, y fueron llevados a hombros hasta la plaza
Bolívar de Caracas, que dista a unos dos kilómetros de la plaza de toros.
Por años la
corrida del 11 de diciembre de 1949 fue el festejo del siglo para los
caraqueños. Al extremo fue una referencia que el tenor Alfredo Sadel la recordó
en el pasodoble “Domingo 11” de su autoría e interpretación, considerado una de
las joyas de la música taurina venezolana.
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