sábado, 12 de diciembre de 2015

Hay ganaderos que están haciendo abdicar al rey de la Fiesta

Se le manipula y falta su respeto desde su dehesa
¡Este es el toro!

 RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

Desde que se conoce la existencia del arte de la tauromaquia, se ha afirmado con vehemencia que el Rey de la Fiesta Brava es el TORO, así de simple, pero no cualquier toro… el toro bravo y encastado. Ese poderoso toro que una vez dominado por la sabiduría del torero que le enfrenta, apoyado en la técnica, en la propia serena inteligencia, en esa verdad inobjetable que le sustenta como artista, podrá crear a través de su inspiración, imborrables momentos escultóricos, y aunque resulten efímeros para el espíritu del diletante taurino, permanecerán para la eternidad.
De esto estábamos seguros, hasta que comenzaron aparecer los veedores de los figurines en el campo bravo; sí aquellos que van a las ganadería a buscar lo más cómodo y lo más dócil, para la comodidad del toreador. Si no cumplen con esta premisa, el figurín en turno, se ofenderá y dará la espalda a esa ganadería, y con el látigo del desprecio la enviará al ostracismo.
Lo absurdo, es que el grupo de los figurines -en España no pasa de 7, en México y Sudamérica no hay-; son estos los que deciden, dictan, manejan el porvenir de la Fiesta, a través de minimizar irresponsablemente la grandeza del toro. No obstante, quienes en la realidad tienen la culpa, son todos esos ganaderos que sucumben ante esta pretensión, de permitir a los figurines juguetear con sus disminuidos bovinos, en supuestas faenas de estética, tan deslumbrante como el oropel; y claro, tendrán como recompensa ser las ganaderías predilectas que venderán sus encierros en abultados precios, más que satisfactorios.
¿Eso es lo que vale la dignidad? ¡Por supuesto que esto no es la Fiesta Brava ni Encastada! ¡Por supuesto que esto no es la grandeza del arte de la tauromaquia! ¡Por supuesto que con esto no se le guarda respeto ni a la liturgia ni al rito ni al gran público ni a la tradición! ¡Vamos! ¡Ni ellos mismos se guardan respeto!
Y penosamente, el panorama taurino está llevando a ver salir, en la mayoría de las ocasiones, encierros mansos y descastados; la viva imagen de las ovejitas campiranas. ¡Sí!
De impresentables pequeñajos que acuden con docilidad borreguna a los capotes y muletas de los figurines, para hacer… supuestamente, las delicias del público.
Pero… no hay verdad, no existe honorabilidad, no se puede hablar de honestidad en quien torea, al enfrentar una aproximación y no la grandeza del toro auténtico.
¿A dónde están llevando al rey de la Fiesta? ¡Lo están llevando a abdicar en favor del engaño, de la mentira, de la comodidad, de la mediocridad… de la miseria!
¿Puede retomarse el camino hacia la luminosa grandeza? ¡Por supuesto que sí! Cuando esos señores ganaderos inflamados en su espíritu, por la contundente verdad, por la ejemplar ética, por la aleccionadora honestidad, decidan devolverle la casta y la bravura al toro. Y… sólo así, la Fiesta volverá a recuperar su esplendor.
Entonces, en todos los redondeles del mundo, se rendirá tributo al arte de la tauromaquia, y se estará en toda la posibilidad de afirmar, que, se han reunido para crear luminosos momentos escultóricos…


 EL TORO AUTÉNTICO PARA EL TORERO DE VERDAD. / PEPE MATA – www.torosenelmundo.com

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