El coleta tovareño cortaría tres orejas (dos de ellas
simbólicas), tras dos actuaciones completas y preñadas de entrega. Por su parte
Alejandro Talavante dejaría los momentos más artísticos, sacando partido a dos
toros de potable condición. Morante de la Puebla dejaría ramalazos de su
personal arte, muy poco para tanta expectación por verle.
RAFAEL ORELLANA CONFIRMA CON SU APOTEOSIS QUE ES "EL TORERO DE VENEZUELA" |
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos: José León
La fría tarde se tornaría en nueva tromba de agua
sobre los tendidos de la Plaza de Toros de Mérida. Ni con eso se movieron de
sus asientos quienes ayer nos dimos cita a uno de esos carteles marcados con
asterisco en el abono emeritense. Al final, taurinos y aficionados saldrían
satisfechos de la gran dimensión ofrecida por el torero tovareño Rafael
Orellana, quien se ha crecido en ambición y firmeza, ante dos figurones del
toreo como Morante y Talavante, palabras mayores en el planeta de los toros.
Precisamente Talavante alteraría, tras acuerdo previo
con sus compañeros de cartel, el orden de lidia de la jornada, pues debía de
viajar ayer mismo de nuevo a México en el curso de su extensa campaña que ha
venido desarrollando por suelo azteca, abriendo plaza ante el jabonero que le
correspondió en lote, animal el cual desde capote dejaría ver chispazos de
nobleza, aprovechadas al máximo por el mencionado coleta. El medido castigo en
varas, así como la buena brega de Eduardo Graterol, dieron pie a que el
famélico diestro extremeño con la pañosa desde el principio hiciera gala del
temple y sitio que le ha colocado en lo que es, torero de primer nivel.
Por la mano diestra se gustaría Alejandro en encajadas
series, para subir enteros en toreo sobre la zurda, momento el cual su trasteo
tomó ribetes mayores, contando además de la entrega del ejemplar de Hugo
Domingo Molina, quien seguía con tersura y mando la pañosa del coleta en
mención. Olés profundos se escucharían en la garganta de los asistentes, para
luego de ceñidísimas bernardinas cincelar su trasteo de estocada entera,
ligeramente contraria, que requeriría el golpe del descabello, para cortar una
merecida oreja.
El otro apéndice que se dispendió Talavante fue ante
el que hizo cuarto, bravo y más seriecito ejemplar en cuanto a trapío, donde
nuevamente el imantado trazo en el muletazo sobre la diestra y zocata valieron
las ovaciones unánimes, sacando partido al bravo recorrido del astado, que en
manos de torero tan curtido como este se vio mucho mejor aún. Tras dos viajes
con el acero, el primero marrando ostentosamente, el volapié con la que le
despachó finalmente valdría para el corte de la segunda oreja que se llevaría
en su esportón -tras dos avisos- así como la vuelta al ruedo al ejemplar, sin
duda el mejor del lote que desde La Porquera enviaron los Molina Colmenares.
Morante de la Puebla era esperado como un Dios por los
aficionados de gustos exquisitos. En su primero poco claro lo vio ante la
desconcertante embestidas del anovillado burel, que de salida en el capote,
abanto y descastado mostró condiciones. No se complicó el genio de Puebla del
Rio, para quitárselo en medio, sin despeinarse, de estocada ligeramente
desprendida y descabello.
Pero los ramalazos del concepto artístico de este
torero se verían con el desmochado a la exageración quinto, en garboso saludo
por verónicas, embarcando con magisterio en el vuelo de su capote las
embestidas del ejemplar. Medido en varas, el quite por chicuelinas fue una
muestra de la disposición del torero, para luego en la muleta iniciar en
doblones por ambos pitones de supremo magisterio. Relajada la figura, en series
sobre la derecha de enorme plasticidad, cuando se pensaba que la cosa iba a
grandes cotas, la inoportuna voltereta que recibiría, incluyendo un fuerte
varetazo en la cara interna de la pierna derecha, hizo que todo cambiara. Ya no
sería el mismo Morante, quien limitado de condiciones físicas hizo el esfuerzo
y poco más para despachar lo que pudo haber sido el proyecto de faena grande,
tras el toro así mismo tornarse áspero, y desarrollando complicaciones que no
quiso entrar en detalles el espada sevillano. El medio espadazo trasero y
tendido fueron ración toricida para luego pasar a la enfermería de donde se
haría ver de nuestro personal médico de plaza.
Sin duda alguna que el más necesitado de triunfo en el
cartel era el tovareño Rafael Orellana, y vaya que lo demostró de principio a
fin. Su primero, noble ejemplar, tuvo el condicionante del fuerte aguacero que
se desató cuando iniciaba trasteo muleteril. Fue cuando rodilla en tierra
Orellana daría pie a una labor intensa, profunda, de gran calado en los
tendidos ante la tromba de agua que acompañó una faena donde los pases por la
derecha así como una gran serie por la zurda que interpretó, colocaría en
unanimidad toda la plaza. No así con el toro, noblote y mansurrón que salía con
la cara “por las nubes” al que ni siquiera sangría le hicieron en el caballo.
Con todo esto, su trasteo no perdería interés, desatando la petición de un
indulto absurdo y ridículo que solo los neófitos avalarían y que diligentemente
el presiente del festejo –que no se niega en momentos conceder si es posible
todo el toro, para así satisfacer a la masa- sacaría el pañuelo naranja, dando
certificado a uno de sus indultos característico donde impera un criterio con
graves conceptos de lo que es diferencia entre bravura y lo que es mansedumbre.
Ni con reglamento nuevo se les escapa tales gazapos.
En el que cerró plaza Orellana saldría a rematar una
tarde embalada para él. El castaño que cupo en suerte le dejaría expresarse en
sabroso toreo por verónicas, para en la muleta ocuparse Rafael en pasar por
ambas manos la noble condición del morlaco, incluso haciendo alarde del toreo a
la galería. El pinchazo sin soltar previo al espadazo entero y desprendido dio
validez a la concesión de la justa oreja que paseó ante los vítores de los
presentes.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de Mérida.
Sábado 14 de febrero de 2015. Poco más de tres cuartos de plaza, en tarde
nublada y fría, que luego se tornó en diluvio de agua a partir de la lidia del
3er toro, interrumpiéndose por 20 min, tras consulta con los toreros actuantes
sobre las condiciones del ruedo.
Se lidiaron toros de Rancho
Grande (1º) , (2º), (3º) y (6º) así como El Prado (4º) y (5º), justos de
presencia, descaradamente afeitados al extremo, vergonzosamente ante la
complacencia de la autoridades de plaza; en su conjunto mansurrones,
desarrollando genio, a excepción del noblote 3º, de nombre «Polaco» N° 194 de
465 kilos, indultado y el bravo y boyante «Campanero» N° 26 de 460 kilos,
premiado con la vuelta al ruedo.
Pesos: 475, 475, 465, 460,
438 y 432 kilos.
Morante de la Puebla: silencio
en ambos.
Alejandro Talavante: oreja en
ambos, en su segundo tras dos avisos.
Rafael Orellana: dos orejas
simbólicas y oreja.
Incidencias: Destacaron en
las banderillas Salvador Camero y Fabián Ramírez. Certero con la puntilla
Eliecer Paredes.
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