sábado, 29 de noviembre de 2014

La historia de otro tachirense que persigue el sueño de ser torero.

MUCHO GUSTO, SOY SEBASTIÁN CASTILLO



Kike Rosales.-

En color sepia están las imágenes de los maletillas, esos que se lanzaban a luz de la luna para poder torear, los que siempre están en la parte alta de la tapia en los tentaderos. Hoy en día las escuelas taurinas practicamente han dejado al margen ese lado romántico del toreo, pero todavía quedan soñadores, Sebastián Castillo es uno de ellos.
Su padre estuvo haciendo campaña por los suelos tachirenses. En los años 70, cuando en Venezuela se daban muchas novilladas, apareció el peruano Victoriano Castillo “El Piti”. De allí es donde quizás le venga esa desmedida afición. Su carrera novilleril no tuvo respaldo en Venezuela y entonces con más sueños que realidades decidió en el 2007 arrancar a España; sin conocer a mucha gente, sin haber toreado mucho, carente de documentos y para hacer más difícil la cosa: sin dinero. Vivió los amargos sabores de la soledad, pasó hambre y miedo; y nunca dejo de luchar… Lo más curioso es que no tiene rabia. Si no tiene dinero para guardar, menos va a abrir espacio al resentimiento. Lo único que quiere es ser tomado en cuenta. Ha toreado por tierras españolas y francesas. Al preguntársele sobre si pensaba  dejar eso de torerar… se molestó y respondió: “mientras más piedras  pongan en mi camino, más grande será mi castillo”.

Extraña a su familia que no ve desde que dejó estos lares para llegar a Europa. Anda convencido de que va ser torero y de los buenos, a pesar de todas las dificultades planteadas; con una personalidad única  le está diciendo a los suyos, que poco lo conocen: “¡mucho gusto, soy Sebastián Castillo!”

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