domingo, 14 de septiembre de 2014

EN ARLES JUAN BAUTISTA PLENÓ DE MAGIA Y DE TORERÍA EL COLISEO MILENARIO


 

JUAN BAUTISTA
 CINCO OREJAS Y UN RABO

Plaza de Toros de ARLES (Francia) - Feria del Arroz - Corrida Goyesca - Sábado 13 de septiembre de 2014 - Toros de Puerto de San Lorenzo, Hubert Yonnet, San Mateo, Adolfo Martín, La Quinta y Garcigrande
 Juan Bautista (ovación, silencio, dos orejas, silencio, oreja y dos orejas y rabo.

Tarde mágica, intensa y emotiva la regalada por Juan Bautista con motivo de la celebración de sus 15 años de alternativa. Supo estar a la altura de tal acontecimiento en Maestro dominador, presente a lo largo de la lidia, mandando con autoridad el desarrollo de cada toro, valorando cada animal y demostrando sus facultades para entender todo tipo de toro. Tarde de gran responsabilidad que Juan Bautista, en torero curtido, seguro de su técnica y de sus capacidades físicas, supo administrar con maestría, honor y pundonor hasta banderillando los tercero y sexto toros, mostrando un aspecto físico muy notable. Desde el paseíllo, el público que llenaba totalmente el anfiteatro arlesiano, lo recibió con una formidable ovación, subrayada por la presencia en el ruedo de las Reinas de Arles que desearon acompañarle durante tal acontecimiento.



El primer toro de la tarde de la ganadería de Puerto de San Lorenzo salió exigente. Pedía una colocación de la más perfecta y no hubiera admitido un solo error por parte del torero. Embistió sin humiliar, Juan Bautista supo solucionar los problemas durante una faena de poder y variada sobre ambos pitones. Tras una estocada y dos descabellos, el público, conciente del esfuerzo, le invitó a saludar una ovación.

El segundo, que llevaba el hierro de la ganadería de Hubert Yonnet, salió complicado, no tenía transmisión con una embestida áspera y acabando los muletazos soltando la cara. A pesar de ello, Juan Bautista estuvo en gran profesional, yendo al final de la lidia y dando lo máximo con la meta de corregir los defectos del toro. Gracias a su técnica, consiguió dibujar una buena tanda de derechazos. Lamentablemente, la espada no encontró el sitio deseado.

Con el tercero de la tarde, un toro de San Mateo, Juan Bautista instrumentó la excelencia del toreo. Tras haber sido variado con el capote y banderillado de manera notable, Juan Bautista empezó la faena las dos rodillas en tierra. Acompañado por el Conciert de Aranjuez, Juan Bautista toreó de manera desmayada con mucha suavidad por muletazos largos y armoniosos. Al final de la faena, dejó la ayuda en el suelo para dibujar tandas de naturales en ambos pitones para rematar esa obra de arte e invitar al público a la magia del toreo. Tras un estoconazo a recibir, cortó dos orejas con fuerza, a las que se hubiera podido añadir un rabo si la muerte del toro, que fue premiado por la vuelta al ruedo, hubiera ocurrido con más rapidez.  

Frente al cuarto, un toro muy serio de Adolfo Martín, Juan Bautista se mostró un gran lidiador. Pidiendo a su picador que se ponga en el eje del ruedo, Juan Bautista colocó al toro en el centro de donde embistió hasta tres veces el caballo de picar, mostrando así su respeto para el toro de lidia. Con la muleta, el toro desarrolló sentido. Mientras se quedaba corto, miraba al torero muchas veces, Juan Bautista realizó una faena muy meritoria, de una tecnicidad de alto vuelo sin dejar ganarse la pelea. Lamentablemente, no anduvo acertado con los aceros.

Con el quinto de la tarde, un toro de La Quinta, serio y de buenas echuras, Juan Bautista supo adaptarse a las embestidas nobles pero sosas, dando lo que el toro no tenía. Realizó una faena templada, justa, de gran tecnicidad, brindada a las Reinas de Arles. Supo llevar emoción a la lidia por su oficio y su gran facultad para entender los toros. Tras una estocada y un descabello, cortó una oreja.      


Frente al buen sexto de Garcigrande, Juan Bautista, tras haberle recibido con el capote por dos largas de rodillas y luego por una tandas de chicuelinas, decidió banderillarlo. Clavó tres pares con soltura y poniendo al público de pie. El primer par al quiebro, el segundo de calafía y el tercer par al cuarteo muy metido. La faena, empezada como con el capote, las dos rodillas en tierra, fue un modelo de implicación y de poder. Juan Bautista llegó a la cumbre de la tarde por muletazos largos, con ritmo y profundidad, pegados en ambos pitones a un toro completamente empapado por la muleta poderosa y dominadora. Al final de la faena, el toro bajó de intensidad y Juan Bautista se metió en los pitones para seguir con su obra y hacer que el toro le rodeara alrededor de su cuerpo abandonado, totalmente relajado, demostrando una seguridad pasmosa. Tras otro estoconazo recibiendo ejecutado en las reglas del arte, y que dejó al toro sin puntillas, Juan Bautista cortó las dos orejas y rabo bajo la ovación general del público que aclamó al torero de Arles mientras salía a hombros de la plaza de toros. 

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