EL TOREO NACIONAL
Y SU PROPIA"DOCTRINA MONROE"
EL VITO
DIAMANTE NEGRO, JOSELITO TORRES Y CÉSAR GIRÓN EN MARACAY, … TOREROS QUE SE IMPONÍAN Y NUNCA FUERON IMPUESTOS (Foto Carlos Lazo) |
A
Maracay le pasó lo que al camarón, sus toreros se han dormido y se los lleva la
corriente. No hay maracayeros en los carteles para la temporada de la vecina
Valencia, donde la empresa anuncia las contrataciones para su Feria del Socorro,
ahora en noviembre próximo. La plantilla criolla es de sólo toreros
valencianos: Manolo Muñoz, Eduardo
Valenzuela, Rubén Darío y César
Valencia quien hoy – 3 de agosto, 2014-, torea en Las Ventas de Madrid y,
en noviembre, alcanzará el grado de matador de toros en la Monumental de El
Palotal, la plaza “Bernardo Valencia”.
Mientras
se anuncian las corridas en Valencia aplicándose esta extraña “Doctrina Monroe” – Valencia para los
valencianos, en revancha para lo que ha sido la costumbre en Maracay y en los
Andes- , Caracas ha desaparecido del firmamento taurino. Ha sido la consecuencia
del mazazo que le dieran las autoridades socialistas a los toros, eliminando el
Nuevo Circo como arena taurina. Recurrieron a la fuerza de la irracionalidad y
del abuso de poder, y convirtieron la histórica plaza de Caracas en Centro para
la instrucción de delincuentes y Consumo
de Estupefacientes.
La
capital y su torería llegó a ser en el principio de la historica cuna de
espadas destacados. Fueron los caraqueños
Chicuelo de Caracas, Chaleco, Joaquín
Briceño “El Trompa”, primer ídolo de multitudes en Venezuela, y Vicente Mendoza “El Niño”, rival
enconado del andino Pablo Mirabal “El
Rubio”, promotores de las grandes temporadas en el Metropolitano.
“El Niño”, padre de Julio Mendoza que compitió con el
también caraqueño Eleazar Sananes
“Rubito”. La pareja más importante en la historia del toreo nacional, San
José y San Juan, el pueblo y la oligarquía, la democracia contra el terror de
la dictadura gomesista.
Más
tarde sería César Girón, caraqueño
de nacimiento y maracayero de formación, junto a Diamante Negro, Joselito Torres, César Faraco y Curro Girón el naipe de triunfo de la torería nacional.
Hoy
Caracas está representada a distancia por Leonardo
Benítez, especie de “último de los
mohicanos”. Benítez, en el 1997 y con toros de La Cruz de Hierro, cerró la plaza agustina antes que Rafael Branger Rutman le bajara
definitivamente la santamaría con intenciones de derrumbarla y explotar su solar
que fue terreno municipal, propiedad del pueblo, en un gigantesco edificio de
oficinas y apartamentos.
Hoy
no hay plaza, ni edificio y mucho menos beneficio para los ciudadanos.
Ni
lo uno, y tampoco lo otro como diría el guabinoso presidente del Uruguay, Pepe Mujica, pues los alcaldes
socialistas, El Gordo Barreto, Jorge
Rodríguez y la mujer del dedo de
Chávez, Jacqueline Farías,
plenipotenciaria socialista en el Valle de Caracas que se ha dedicado junto al
Alcalde de Libertador a sembrar vagos, disfrazados de maromeros, convirtiendo
la histórica arena en un antro generador de delincuentes.
Así
la situación de Maracay y de Caracas, las dos plazas que por decenios
sostuvieron con sus toreros la Fiesta en Venezuela. Ambas en un momento
creyeron en Erick Cortéz, como Girón
nacido en Caracas y como el gran César criado en Maracay. Había motivos para
creer en él, como creímos en Leonardo
Coronado y en aquella pléyade de muchachos que surgieron gracias a los
esfuerzos de los ganaderos criollos.
Aunque
Valencia, cuna de buenos y entusiastas aficionados, nunca alcanzó con sus coletas la jerarquía de Caracas o de
Maracay, se defiende en la historia con dos nombres importantes: Alí Gómez, “El león de Camoruco” y Bernardo
Valencia, “El torero de la emoción”.
Alí fue gran rival de Diamante Negro, y Bernardo, amplio en su palmarés, rival de
Morenito, competencia en emociones con las grandes figuras del toreo.
Hoy
Valencia para su temporada cuenta con los toreros anunciados para noviembre en
El Palotal. Manolo Muñoz, hasta
ahora golondrina de una sola tarde, Eduardo
Valenzuela, torero con mensaje que no se decide enviar la carta, Rubén Darío, a quien acorrala el tiempo
perdido y Cesar Valencia convertido
en pavesa luego de ruidosa campaña de becerrista.
En
los carteles valencianos no han tenido
cabida los andinos, no están los triunfadores de San Cristóbal como lo fueron César Vanegas y Fabio Castañeda.
Queda
fuera el emeritense Rafael Orellana,
considerado por su coterráneos como “el
torero de Venezuela”.
Por
lo menos así le anuncian
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