EL TRAPÍO DEL TORO, LA PERCHA EN EL TOREO
El Bardo de la Taurina
El trapío viene siendo en el toro la imagen luminosa proyectada por el espécimen y aquí viene
bien aclarar, que el trapío no necesariamente tiene que ver con la edad,
siempre y cuando ésta sea la adecuada para cada fin, es decir; novillos pa’
novilladas y toros pa’ corridas de toros, y decir que como la belleza es subjetiva, así lo es el trapío, más la
cereza siempre lo será la pulcritud de
las arboladas pues jamás se podrá considerar a un burel pleno de trapío cuando
sus cornamentas hayan sido serruchadas, disminuidas o degradadas y que conste que no con ello estoy diciendo
que el toro ‘peluqueado’ no dé cornadas, lo que estoy diciendo es que el trapío
siempre debe de ser tal cual lo ofrece la naturaleza del animal comenzando por
lo más preciado que lo son los diamantes (¿?) las puntas de los cuernos pues,
así que no permitamos que se los roben al toro porque entonces esto se volvería
una nota no brava sino roja, en donde se reseña todo lo que es fraudulento, como
también lo es aquel burel que salta a la arena avalado por una cartilla de
nacencia alterada o presumiendo de unos kilos de más en la pizarra.
Y ya que ando metido en eso de la belleza ¿o será en la
estética? Me viene aquello que dice el estilista de los pinceles el maestro
Reynaldo Torres, que a él desde la dualidad de taurino y pintor, le gustan los
torero que irradian guapura y siempre cita la percha que se cargaba ese maestro pinturerísimo como el que más,
que lo fue Luis Procuna y ya encarrerado que decir de los auténticos Adonis de luces como lo fueron
Rodolfo Gaona, Gregorio García, Antonio Lomelín, Adolfo Guzmán, personajes
a quien recomiendo les echen un ojo algunos matadores abarrilados y también a varios novilleros y
subalternos los que en vez de desprender arte desprenden botonazos chalequeros
y hasta de braguetas y que nadie me diga que esto es discriminación , porque lo
que es, es exceso de kilos.
Asentado lo anterior creo que estamos viviendo por momentos
y en algunas plazas una fiesta arrevesada donde al toro le falta trapío y a los
que lo torean les sobra báscula.
EL TRAPÍO
Víctor José López EL VITO”
Constantemente
escuchamos los inconvenientes que surgen para interpretar el léxico
taurino. Para muchos, una barrera insalvable, cuando la realidad de lo que
ocurre es que nuestro vocabulario es sumamente semiótico, una relación
explícita entre el hablante y el oyente. Como ocurre en el campo bravo, donde
una sola palabra es capaz de graficarle a quien se dirige el mensaje a qué toro
se refiere el vaquero, o el mayoral en caso que el receptor sea el ganadero.
Además, nos referimos a un espectáculo anacrónico, y teniendo en cuenta su
solera, debemos considerar que muchas de sus expresiones son tan antiguas como
la exigencia misma de la fiesta de los toros. Actividad de castizas raíces en
sus orígenes idiomáticos.
El caso
de la palabra “Trapío”, del que hablaremos hoy por mandato de El Bardo de la
Taurina, es una palabra que hasta confunde a los más avezados.
La
metáfora es un recurso permanente en los toros, muy especial en el caso de la
descripción de las reses como cuando se refiere el vaquero al toro “chorreado
en verdugo” o “chorreado en morcillo”, se refiere el hombre a ese astado que
sobre su piel chorreras que se distinguen entre el resto de su cuerpo por ser
más oscura. Se asemejan a las ropas sucias y desteñidas de los verdugos,
personajes que fueron terriblemente populares. El del “chorreado en morcillo”
es lo contrario, pues sus chorreras serán más claras que el resto del cuerpo y
le recordaron a quien distinguía aquellos astados a las morcillas.
En
Venezuela, el toro “Pato real” es el toro bragado en España, y es que el
vaquero del llano está muy familiarizado con los patos reales que llenan las
lagunas de las sabanas de nuestros llanos en época de lluvias, y eso de
“bragas” no le es familiar.
Como
estos, cientos de ejemplos. Donde la puerca tuerce el rabo es en cuestiones de
“trapío”, donde varía el criterio entre profesionales de la veterinaria,
autoridades taurinas, veedores de toros, ganaderos, aficionados y
periodistas. Nosotros, en un intento de acercarnos a una verdad
intentaremos responder el encargo bardiano de don Arturo López Negrete.
El
siempre recurrido Larousse nos habla de “gracia de una mujer en sus
movimientos”; y agrega “conjunto de cualidades que debe poseer el toro de
lidia”. Entendiendo que “cualidad” es una de las características que distinguen
a las personas. No estamos descarriados. Echamos mano a la metáfora, una vez
más.
La
doctora María Moliner, salvavidas de quienes nos extraviamos en el océano de
palabras que es nuestra maravillosa lengua castellana, considera que “Trapío”
es una palabra de origen portugués, adoptada como metáfora al referirse al
“garbo y la gracia con la que se mueve una mujer”. Y Moliner agrega: “Gallardía
y buena planta del toro de lidia”.
Su
expresión reuniría cualidades morfológicas, más en ninguna parte se entendería
que debe tener un determinado peso o volumen; y estos, el peso y el volumen,
son los recursos permanentes de quienes carecen de capacidad de apreciación
para distinguir individuos en la diversa variedad que tiene el bosque del toro
de lidia.
Lo del
portugués no es una travesura de relación semiótica-semántica. “Velamen” es,
amable y paciente lector, el conjunto de lonas que por piezas se sostienen en
los palos de los barcos, de aquellos que trajeron desde España a nuestros
valles y montañas, los toros y las vacas que formaron los rebaños de los toros
de lidia en América. Lonas sobre las que la fuerza de los vientos hará presión
al inflarlas, para impulsar las naves sobre las aguas.
El
velamen en la barca, como el trapío en el toro de lidia influye en su
aspecto. Tanto que, el trapío, llega a ser característica de cada variedad en
el toro de lidia. Cada una de las cinco castas fundacionales, que dieron
origen al actual toro de lidia, aportó características muy particulares como la
casta Jijona, toros voluminosos y astas muy desarrolladas, y de pelo
colorado encendido, que contrastaban antiguamente con los toros Navarros,
pequeños de tamaño, cabeza pequeña, son chatos, tienen los ojos grandes y
saltones, cuello corto y ancho y cuerpo pequeño. Este ganado fue traído a
Sudamérica por los dominicos al Ecuador, y por los jesuitas para cuidar sus
misiones en el Paraguay.
Su
transporte fue menos complicado que el de otras variedades, por su tamaño.
Cumplía el toro bravo función de celador, pues para el nativo este herbívoro
agresor era una terrible novedad.
Un buen aficionado,
como en sus días lo hacía el joven José Chafik Hamdan, debe especializarse en
el trapío de los encastes. El caso del Saltillo de Llaguno, como con gran
acierto lo distingue el gran investigador Luis Niño de Rivera, nada tiene que
ver con el Saltillo de Alonso Moreno de la Cova o con el toro de Victorino
Martín, ese remozado toro del Marqués de Albaserrada.
Exigirle
volumen y romana, de un Conde de la Corte a un Santacoloma, más que una
majadería es una crasa manifestación de ignorancia.
Igual que
ocurrió en la Inquisición, la ignorancia será más devastadora en la cabaña
brava que la más terrible de las pestes.
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