Maestro de Maestros en su Apoteosis |
Once orejas, un rabo y un toro indultado en su encerrona ante reses de cinco diferentes ganaderías y el milenario Coliseo Arenas de Nimes absolutamente lleno
VICENTE LOZANO RIVAS
Enviado Especial a Nìmes, Francia
Nunca imaginé la capacidad de ningún artista, José Tomás
incluido, de reunir las expresiones de su arte en una obra. Y esta mañana eso
ocurrió en Nimes. Sucedió en las Arenas de Nimes, donde desde el año 27 de la
Era Cristiana se han celebrado espectáculos de la más diversa índole y corridas
de toros desde 1876. Me comentaba un nimeño, compañero en la barrera al
finalizar esta epopeya la que me cuesta creer haber sido testigo, que “José
Tomás dijo e hizo todo el toreo”
Mañana cruel para pintores, mañana de sol y de luz sin
sombra.
Actuación histórica |
Carlos Ruiz Villasuso, más allá, más debajo de la barrera
comentaba que José Tomás “con una variedad de toreo de capa que pareció que el
torero se había traído a todo México para vaciarlo en la arena del
coliseo”.
El maestro, -y qué maestro- estuvo preciso con el toro de Victoriano del Río que abrió
plaza. Luego vino un toro con poder, de Jandilla, y Tomás estuvo ¡Poderoso! El
de El Pilar presumía ser bravo, pero encontró enojado al torero. Un gran toro
de Parladé fue el cuarto, grandeza la de José Tomás al acoplarse. Como lo son
sus dehesas de Salamanca, el de Garcigrande fue muy sincero en sus
planteamientos. La variedad de su arte incluye el suspenso cuando la muerte
acaricia con los pitones de los toros los muslos del torero, y eso ocurrió con
el toro de Victoriano del Río con el que estuvo muy valiente el madrileño dejándose
acariciar una y otra vez el bordado de
su taleguilla con la punta de sus pitones.
Lejos de una crónica técnica, ni siquiera la literatura queda al alcance de describir las sensaciones de una encerrona que ha sido el paradigma de saber estar, de saber ser, de saber hacer el toreo. Tan previsible hemos hecho el toreo que es un arte sabido. Lo peor de un arte es que se conozca previamente. Tiró José Tomás cualquier norma al suelo, rompió los moldes de lo previsible y llegó a la cumbre de la mañana con el toro de Parladé al que toreó y quitó superior de capa para luego plegar el capote como un pañuelo, ligarle tres naturales y uno de pecho. Más alejando aún de la norma se fue al centro del coliseo con la muleta en la cintura y sin ayuda para ligarle dos tandas con la izquierda de una limpieza, largura y ligazón impresionantes, seguidas de otras dos tandas aún mejor con la mano derecha y sin ayuda. Pero aún mejor fueron los naturales a pies juntos de cuerpo encajado y cintura quebrada que precedieron al pulgar en alto de los miles de almas que pidieron el perdón de la vida de 'Ingrato', paradójico nombre pues su bravura, en manos de José Tomás, es el ejemplo de la gratitud del toreo.
Con tres tandas sin apretar al toro de Victoriano del Río que abrió plaza, cortó las primeras dos orejas. Al de Jandilla, toro de poder que sólo cogía ritmo a partir del segundo y tercer muletazo, puso mando y tensión. Tandas de hasta ocho muletazos le recetó al toro de El Pilar, un animal con poder pero sin clase. Regresó a lo medido con el de Garcigrande, ejemplar de clase al que le faltó fondo y en el último, un toro de Victoriano de mal carácter y recorrido escaso jugó al juego de no me coges dejándose llegar los pitones a la barriga para, cuando se le veía cogido, llamarlo con la muleta y vaciar su embestida.
Lejos de una crónica técnica, ni siquiera la literatura queda al alcance de describir las sensaciones de una encerrona que ha sido el paradigma de saber estar, de saber ser, de saber hacer el toreo. Tan previsible hemos hecho el toreo que es un arte sabido. Lo peor de un arte es que se conozca previamente. Tiró José Tomás cualquier norma al suelo, rompió los moldes de lo previsible y llegó a la cumbre de la mañana con el toro de Parladé al que toreó y quitó superior de capa para luego plegar el capote como un pañuelo, ligarle tres naturales y uno de pecho. Más alejando aún de la norma se fue al centro del coliseo con la muleta en la cintura y sin ayuda para ligarle dos tandas con la izquierda de una limpieza, largura y ligazón impresionantes, seguidas de otras dos tandas aún mejor con la mano derecha y sin ayuda. Pero aún mejor fueron los naturales a pies juntos de cuerpo encajado y cintura quebrada que precedieron al pulgar en alto de los miles de almas que pidieron el perdón de la vida de 'Ingrato', paradójico nombre pues su bravura, en manos de José Tomás, es el ejemplo de la gratitud del toreo.
Con tres tandas sin apretar al toro de Victoriano del Río que abrió plaza, cortó las primeras dos orejas. Al de Jandilla, toro de poder que sólo cogía ritmo a partir del segundo y tercer muletazo, puso mando y tensión. Tandas de hasta ocho muletazos le recetó al toro de El Pilar, un animal con poder pero sin clase. Regresó a lo medido con el de Garcigrande, ejemplar de clase al que le faltó fondo y en el último, un toro de Victoriano de mal carácter y recorrido escaso jugó al juego de no me coges dejándose llegar los pitones a la barriga para, cuando se le veía cogido, llamarlo con la muleta y vaciar su embestida.
El Premio Nobel de Literatura testigo de la epopeya taurina |
En mi diario de viajero taurino anoto, trémulo por la
dicha vivida, feliz de vivir esta vida: 16 de septiembre, año de 2012. Les
Arenes del Coliseo, Nîmes Francia. Feria
de la Vendimia, quina corrida de toros. Toros de distintas ganaderías, lleno en
el Coliseo que alberga 17 mil espectadores. José Tomás, único espada.
1.- Toro de Victoriano del Río, (noble y justo de
empuje) Dos orejas
2.- Toro de Jandilla (berreón y con poder) Dos
orejas
3.- Toro de El Pilar (con más poder que clase)
Dos orejas
4.-Toro de Parladé, (Ingrato, nº 31, negro, 510 kg
INDULTADO) Dos orejas y rabo simbólicos.
5.- Toro de Garcigrande (con calidad y justo de
raza)
6.- Toro de Cortés (complicado y con peligro)
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