El fenómeno / Por Paco Delgado
José Tomás Romá Martín
El fenómeno
Paco Delgado
Hablan y no paran de lo hecho por José Tomás
en Nimes. Cuentan y no acaban de las maravillas realizadas por el
taumaturgo de Galapagar en el Coliseo nimeño. Cantan y no cesan las
alabanzas. Dicen que hasta hubo quien lloró viéndole torear, quien se
arrancó la camisa y quien intentó hasta sacarse los ojos, puesto que ya
lo había visto todo en esta perra vida y no merecía la pena ver nada
más.
Desde los tiempos de Manuel Benítez El Cordobés
ningún torero había despertado la pasión que levanta JT. Un diestro que
excede ampliamente el calificativo de figura, máxima consideración para
quien se viste de luces, y al que hay que dar el tratamiento de
fenómeno.
Porque, al margen
de que esta definición, que se aplica a la persona que destaca por sus
excelentes cualidades, le caiga como anillo al dedo, fenómeno es todo
aquello que aparece o se manifiesta. Y, como la Virgen de Fátima se aparecía una vez al mes a unos pastorcillos portugueses, llevando tras ellos a miles de personas, José Tomás Román Martín,
cada vez que se anuncia arrastra tras de sí a miles de seguidores,
creyentes o no, aficionados o simples coleccionistas de acontecimientos,
al igual que muchos de aquello que acudían al lugar que Lucía, Jacinta y Francisco señalaban como el del prodigio celestial y que, al final, terminaron convencidos de haber visto a la Virgen en persona.
Tras su última
aparición en Nimes, muchísimos son ya -muchísimos eran ya antes- los
nuevos devotos de este matador cuya gesta en la ciudad romana del sur de
Francia hará que, de aquí a poco, se haya multiplicado el número de
espectadores en la misma, al igual que, por ejemplo, no hubiesen podido
acoplarse en seis o siete plazas los que decían haber asistido a la
alternativa de Parrita. Todo el mundo estuvo allí.
Un fenómeno, pues, José Tomás, como lo fue cuarenta años antes El Cordobés.
Pero si este, pese a las enconadas críticas y los feroces detractores
que tuvo, supuso un importante revulsivo para la fiesta, arrastrando
gente a las plazas a punta de pala, generando afición - cuando sus
contrarios argumentan que al retirarse sus seguidores dejaron de ir a
los toros yo les digo que no es verdad: yo seguí yendo-, fomentando la
propia fiesta y generando riqueza para todos:
los toreros siempre han dicho que fue Benítez
quien les puso en dinero y cuando en algún sitio la entrada había
flojeado, el de Palma del Río encargaba a su gente "que a este hombre
-el empresario- le quede lo suyo", aquel ha diseñado una extraordinaria
estrategia mediante la cual, desgraciadamente, sólo se beneficia él.
Que cada cuál se
busque la vida como pueda, dirán. Y efectivamente, así es. Cada uno es
muy libre de gestionar su carrera. Y de administrar sus esfuerzos y
miedos. José Tomás, después de retirarse, aburrido cuando mejor toreaba por la supremacía de Ponce,
y alejado del toreo durante varios años, en su regreso a los ruedos ha
sabido encontrar la fórmula para ganar en unas pocas corridas lo que
otros no consiguen en toda una temporada. Su tirón es tan extraordinario
como incuestionable y donde se anuncia es como si hubiese tocado la
lotería.
Por eso, tal como
está la cosa, sería muy de agradecer que se prodigase más. No soy quien,
faltaría, para exigir nada, pero claro que me gustaría que torease más.
No digo que haga una temporada completa. Con su presencia en 15 ó 20
festejos sería más que suficiente, en plazas de primera, en ferias de
relevancia y responsabilidad y compitiendo con sus iguales. Eso sí que
sería echar una mano a la fiesta. Y si encima se pudiese ver en la tele,
el colmo.
Me parece de perlas
que los medios de comunicación, tan rácanos com el tema taurino, se
vuelquen con José Tomás, pero no entiendo que no lo hagan con los que de
verdad tiran del carro, Ponce, El Juli, Manzanares, Hermoso...
Claro que estos son
figuras y no un fenómeno y que, al torear y triunfar muy a menudo lo
suyo no sea ya noticia, como lo pueda ser el que el niño muerda al
perro. Otro fenómeno que cada vez es, sin embargo, más frecuente.
Si estás ahí, manifiéstate. Sólo un poco más, hombre.
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