domingo, 26 de agosto de 2012

MANOLETE Y ARRUZA EN EL MARACAY DE GIRÓN


EL VITO

Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, su presentación en Maracay en 1946 junto a Carlos Arruza puede señalarse, sin exageración alguna, como la Partida de Nacimiento de la Fiesta de Toros contemporánea en Venezuela





La temporada “monstruo”, como la calificó en su promoción Andrés Gago, tendría fuerte impacto en el futuro inmediato de Maracay. Fue un salto, desde las tinieblas a la luz, que se encendió con el brillo que solo es capaz de dar un espectáculo como la Fiesta de los Toros aquel primero de mayo de 1946, el mismo día que en el Teatro Apolo de Barcelona, Juanito Valderrama rompía en estrella en el mundo del espectáculo.
 Barcelona sería pronto un escenario definitivo para César Girón en unión de Carlos Arruza.
Manolete y Carlos Arruza fueron la base de aquella Temporada Monumental de Abono, con tres corridas de Guayabita para Manolete, la tarde del primero de mayo,  con Julio Mendoza y Alejandro Montani. El 5 de mayo el moreliano Chucho Solórzano y Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” , con Carlos Arruza y para rematar el mano a mano de Manolete y Arruza el 12 de mayo.

Los aliados habían triunfado en la Guerra Mundial, y la convivencia se notaba en los tendidos de la Plaza de Maracay, en la Mezquita donde se reunieron para disfrutar de la corrida de toros los señores embajadores de Rusia y de los Estados Unidos.

Después de aquella temporada de Manolete y Arruza en Maracay, y en Venezuela, solo se hablaba de toros. César le repetía a todo el mundo, en todo momento, hasta el fastidio, que iba a ser torero. No sé cómo se le metió a Pedro Pineda, quien era muy duro y no calaba a César. El favorito de Pineda era Moreno Sánchez. Cuando Manolete y Arruza actuaron en Maracay, César vendía caramelos y guarapo de piña en la plaza de toros. Un guarapo que preparaba el viejo Carlos Girón, padre de la dinastía con conchas de piña y  papelón trayado.  Los caramelos de azúcar morena los metía Girón en una cajita, que él mismo había fabricado. La cajita y el guarapo era el pase de César a la plaza qyue más trarde el mundo distinguiría con su nombre, “Maestranza César Girón”.  Al muchacho le era indiferente Manolete, a Girón el que le llamaba la atención era Carlos Arruza.
Girón una noche después de una de las corridas de aquella temporada de Manolete y Arruza metió escondido por la parte de atrás del Hotel Jardín. Es el mismo edicificio donde funcionó más tarde la Gobernación de Aragua, fue el primer Hotel Cinco Estrellas de Maracay, en la época del general Gómez, donde llegaron los Bienvenida y destacadas figuras de la fiesta contratadas por los hermanos Gómez Núñez para actuar en la plaza del Calicanto. La  parte posterior a la Plaza Bolívar, era un espacio abierto de amplios jardines a los que daban las grandes ventanas de las habitaciones del hotel.  Por una de ellas se metió César Girón escondido para robarle el traje de luces  a Carlos Arruza. Girón metió un gancho en un palo, con la intención de engarzar la chaqueta o la taleguilla del traje, y fue descubierto en pleno hurto.
Le regañaron y armaron una escandalera, pero Carlos Arruza, al enterarse ordenó le regalaran una camisa de las que él había usado y se olvidaran de lo sucedido.
Carlos Arruza más tarde, convertido en histórico de la fiesta y referente de la época de Manolete, sería el padrino de su alternativa en la Monumental de Barcelona, cuando reapareció en la Ciudad Condal, la temporada de la Feria de la Merced de 1952, contratado a precio de oro por don Pedro Balañá.
 Arruza fue el primer torero en la historia en cobrar cien mil pesetas. Lo hizo por cada una de las dos corridas que toreó, y una fue la alternativa de aquel muchacho que en Maracay había intentado
robarle un traje de torear. El traje que vistió César en Barcelona la tarde de su alternativa, fue un regalo de Carlos.
César ha sido la gran figura del toreo americano. Pocos como él sortearon tantas adversidades y se impusieron a tantos problemas. Era muy caraqueño en sus expresiones y modales, de marcado acento del Caribe. Nació en el barrio de la Roca Tarpeya, en la parroquia Santa Rosalía frente a donde ahora se ubica El Helicoide. Llegó al mundo el 13 de junio de 1933. La Roca es una colina rocosa, en aquella época a las afueras de la ciudad, hoy convertida en barrio bravo de la violenta ciudad.  Desde La Roca  se
veía San Juan, barrio bravo, orillero y pendenciero. Cuna de boxeadores y del gran torero caraqueño Julio Mendoza, bandera de los aficionados del tendido de sol,  rival histórico del torero del barrio San José, Eleazar Sananes  “Rubito”, bandera de los aficionados de sombra. Sin embargo, Maracay fue el verdadero terruño de Girón, donde se  hizo hombre y se convirtió en torero.
 Antes que torero quiso ser pelotero, ciclista y boxeador. En el ring lo llamaban “La Vieja”, por su cara de abuelo precoz, pero los contundentes puños de Juan Canelón le quitaron la vocación de pugilista; y como pelotero la verdad es que en aquel Maracay del final del decenio del cuarenta era muy difícil que se dieran cuenta si había, o no, un buen prospecto para la pelota. No había llegado la hora para David Concepción, Miguel Cabrera o de tener un equipo de pelota como los Tigres de Aragua. Los Girón vivían en la casa de vecindad de la Páez, y César, con mucha curiosidad ayudaba a don Carlos en trabajos mecánicos. Era más bien un basurero de piezas desechadas, aledaño al caserón en el que vivía la familia, donde César y su padre realizaban labores sencillas como las de limpiar de grasa los instrumentos, o vaciar los tobos llenos de kerosene y aceite quemado.
Un aciago día, en la madrugada, cuando todos, dormían un voraz incendio consumió en minutos a la precaria vivienda y con las paredes de tablas las escasas pertenencias de los Girón.
El fuego fue causado por la combustión de grasas y aceites dispersos y desordenados en el improvisado taller mecánico del viejo Carlos. Sin pensarlo y con el arrojo y valor que le caracterizaría toda su vida, César sacó a sus hermanitos de entre las llamas hambrientas de destrucción. De aquel acto heroico le quedaron las marcas para el resto de sus días. Cicatrices en las manos y en el pecho. En aquellas manos de largos dedos y avellanadas uñas, por lo que le llamarían “Manoquemá” o “El Quemao”.
La primera vez que César pisó una arena, un ruedo, en una plaza de toros fue cuando se le tiró de espontáneo a un torerito mexicano llamado Licho Muñoz. El mexicanito actuaba en la Cuadrilla Juvenil
de Toreros Mexicanos de visita en Maracay. “Al verle tan carricito me dije que si ese puede hacerle esas cosas al toro ¿porqué yo no?”.
 Licho Muñoz llegó a ser un importante hombre de negocios, destacado  ejecutivo en DEMSA (Diversiones y Espectáculos de México) y manejó toda la temporada de México con más de cuarenta plazas de toros en su organización. En Maracay Girón hizo su debut como novillero, con el español Paco Roldán y Moreno Sánchez el 29 de enero de 1951. Breve sería su campaña de novillero en Venezuela, limitándose a arenas de Valencia, Maracay y el Nuevo Circo de Caracas, ya al final, y fue para consagrarse como prospecto en Venezuela. Su maestro Pedro Pineda le instruyó en su precaria técnica, buscando en la muleta la solución moderna del toreo. Pineda adquirió oficio y precaria maestría en los corrales de la antigua La Ganadera, donde trabajaba. Sus alumnos, que integrarán La Cantera, recibirán de él su concepción del toreo y de los rudimentos de la técnica, pero será La Ganadera la que les proporcionará a los torerillos el proverbial oficio que distingue a los maracayeros.  Pineda se fue a Colombia y al Perú, hecho que lo convirtió en el más experimentado y versado de los toreros aragüeños que conocía la gente de Maracay. La carrera de Pedro Pineda fue breve y realizada por plazas de los Llanos y de los Andes. Se dedicó a enseñar a los muchachos, de allí lo de “maestro”. Tenía una cartilla y, al parecer, esta le dio frutos, porque fueron muchos los muchachos que salieron de la escuela de Pineda en Maracay.
El alumno favorito de Pedro Pineda era Moreno Sánchez, un carricito blanco, de pelo liso y modales muy finos, para el que Pineda guardaba siempre los mejores becerros, los novillos mejor hechos, los consejos más oportunos. Toda su atención para Moreno Sánchez. Por aquella época ya la radio ocupaba espacios importantes en la comunicación, y por Radio Maracay se transmitía el programa “Estampas Taurinas” que se convirtió, gracias a la afición y entusiasmo de su productor José Matos, en la más importante fuente de información taurina en la ciudad. Se informaba lo que sucedía en México y en España y se hablaba de lo que se programaba para darle actividad a la Plaza de Toros de El Calicanto.
Un domingo que Pineda organizó una becerrada, como siempre ocurría, César Girón y Moreno Sánchez y los otros aspirantes salieron por las calles de Maracay a pegar propaganda y a repartir preventivos. Era la condición para torear. Al final de la jornada, César reclamó su paga. Según oferta hecha por el propio Pedro Pineda, era de dos bolívares. El maestro, en vez de darle la moneda a Girón, preocupado tal vez por verlo descalzo, le dio un par de alpargatas. “Para que no andes descalzo”, le dijo. A lo que César, muy molesto, le reclamó a Pineda:
“Mire Pineda, no sea bolsa y deme mis dos bolívares”. Le dieron los dos bolívares y le quitaron las alpargatas.

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