EL VITO
Manuel Rodríguez Sánchez
“Manolete”, su presentación en Maracay en 1946 junto a Carlos Arruza puede
señalarse, sin exageración alguna, como la Partida de Nacimiento de la Fiesta
de Toros contemporánea en Venezuela
La temporada “monstruo”, como la
calificó en su promoción Andrés Gago, tendría fuerte impacto en el futuro
inmediato de Maracay. Fue un salto, desde las tinieblas a la luz, que se
encendió con el brillo que solo es capaz de dar un espectáculo como
la Fiesta de los Toros aquel primero de mayo de 1946, el mismo día que en el
Teatro Apolo de Barcelona, Juanito Valderrama rompía en estrella en el mundo
del espectáculo.
Barcelona sería pronto un escenario definitivo
para César Girón en unión de Carlos Arruza.
Manolete y Carlos Arruza fueron
la base de aquella Temporada Monumental de Abono, con tres corridas de
Guayabita para Manolete, la tarde del primero de mayo, con Julio Mendoza y Alejandro Montani. El 5
de mayo el moreliano Chucho Solórzano y Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de
Triana” , con Carlos Arruza y para rematar el mano a mano de Manolete y Arruza
el 12 de mayo.
Los aliados habían triunfado en
la Guerra Mundial, y la convivencia se notaba en los tendidos de la Plaza de Maracay,
en la Mezquita donde se reunieron para disfrutar de la corrida de toros los
señores embajadores de Rusia y de los Estados Unidos.
Después de aquella temporada de
Manolete y Arruza en Maracay, y en Venezuela, solo se hablaba de toros. César
le repetía a todo el mundo, en todo momento, hasta el fastidio, que iba a ser
torero. No sé cómo se le metió a Pedro Pineda, quien era muy duro y no calaba a
César. El favorito de Pineda era Moreno Sánchez. Cuando Manolete y Arruza
actuaron en Maracay, César vendía caramelos y guarapo de piña en la plaza de
toros. Un guarapo que preparaba el viejo Carlos Girón, padre de la dinastía con
conchas de piña y papelón trayado. Los caramelos de azúcar morena los metía
Girón en una cajita, que él mismo había fabricado. La cajita y el guarapo
era el pase de César a la plaza qyue más trarde el mundo distinguiría con su
nombre, “Maestranza César Girón”. Al muchacho le era indiferente
Manolete, a Girón el que le llamaba la atención era Carlos Arruza.
Girón una noche después de una de
las corridas de aquella temporada de Manolete y Arruza metió escondido por la
parte de atrás del Hotel Jardín. Es el mismo edicificio donde funcionó más
tarde la Gobernación de Aragua, fue el primer Hotel Cinco Estrellas de Maracay,
en la época del general Gómez, donde llegaron los Bienvenida y destacadas
figuras de la fiesta contratadas por los hermanos Gómez Núñez para actuar en la
plaza del Calicanto. La parte posterior
a la Plaza Bolívar, era un espacio abierto de amplios jardines a los que daban
las grandes ventanas de las habitaciones del hotel. Por una de ellas se metió César Girón
escondido para robarle el traje de luces a Carlos Arruza. Girón metió un gancho en un
palo, con la intención de engarzar la chaqueta o la taleguilla del traje, y fue
descubierto en pleno hurto.
Le regañaron y armaron una
escandalera, pero Carlos Arruza, al enterarse ordenó le regalaran una camisa de
las que él había usado y se olvidaran de lo sucedido.
Carlos Arruza más tarde,
convertido en histórico de la fiesta y referente de la época de Manolete, sería
el padrino de su alternativa en la Monumental de Barcelona, cuando reapareció
en la Ciudad Condal, la temporada de la Feria de la Merced de 1952, contratado
a precio de oro por don Pedro Balañá.
Arruza fue el primer torero en la historia en
cobrar cien mil pesetas. Lo hizo por cada una de las dos corridas que toreó, y
una fue la alternativa de aquel muchacho que en Maracay había intentado
robarle un traje de torear. El
traje que vistió César en Barcelona la tarde de su alternativa, fue un regalo
de Carlos.
César ha sido la gran figura del
toreo americano. Pocos como él sortearon tantas adversidades y se impusieron a
tantos problemas. Era muy caraqueño en sus expresiones y modales, de marcado
acento del Caribe. Nació en el barrio de la
Roca Tarpeya, en la parroquia Santa Rosalía frente a donde ahora se ubica El
Helicoide. Llegó al mundo el 13 de junio de 1933. La Roca es una colina rocosa,
en aquella época a las afueras de la ciudad, hoy convertida en barrio
bravo de la violenta ciudad. Desde La
Roca se
veía San Juan, barrio bravo,
orillero y pendenciero. Cuna de boxeadores y del gran torero caraqueño Julio
Mendoza, bandera de los aficionados del tendido de sol, rival histórico del torero del barrio San
José, Eleazar Sananes “Rubito”, bandera
de los aficionados de sombra. Sin embargo, Maracay fue el verdadero terruño de
Girón, donde se hizo hombre y se
convirtió en torero.
Antes que torero quiso ser pelotero, ciclista
y boxeador. En el ring lo llamaban “La Vieja”, por su cara de abuelo precoz,
pero los contundentes puños de Juan Canelón le quitaron la vocación de
pugilista; y como pelotero la verdad es que en aquel Maracay del final del
decenio del cuarenta era muy difícil que se dieran cuenta si había, o no, un
buen prospecto para la pelota. No había llegado la hora para David Concepción,
Miguel Cabrera o de tener un equipo de pelota como los Tigres de Aragua. Los
Girón vivían en la casa de vecindad de la Páez, y César, con mucha curiosidad
ayudaba a don Carlos en trabajos mecánicos. Era más bien un basurero de piezas
desechadas, aledaño al caserón en el que vivía la familia, donde César y su
padre realizaban labores sencillas como las de limpiar de grasa los
instrumentos, o vaciar los tobos llenos de kerosene y aceite quemado.
Un aciago día, en la madrugada,
cuando todos, dormían un voraz incendio consumió en minutos a la precaria
vivienda y con las paredes de tablas las escasas pertenencias de los Girón.
El fuego fue causado por la
combustión de grasas y aceites dispersos y desordenados en el improvisado
taller mecánico del viejo Carlos. Sin pensarlo y con el arrojo y valor que le
caracterizaría toda su vida, César sacó a sus hermanitos de entre
las llamas hambrientas de destrucción. De aquel acto heroico le quedaron las
marcas para el resto de sus días. Cicatrices en las manos y en el pecho. En
aquellas manos de largos dedos y avellanadas uñas, por lo
que le llamarían “Manoquemá” o “El Quemao”.
La primera vez que César pisó una
arena, un ruedo, en una plaza de toros fue cuando se le tiró de espontáneo a un
torerito mexicano llamado Licho Muñoz. El mexicanito actuaba en la Cuadrilla
Juvenil
de Toreros Mexicanos de visita en
Maracay. “Al verle tan carricito me dije que si ese puede hacerle esas cosas al
toro ¿porqué yo no?”.
Licho Muñoz llegó a ser un importante hombre
de negocios, destacado ejecutivo en
DEMSA (Diversiones y Espectáculos de México) y manejó toda la temporada de
México con más de cuarenta plazas de toros en su organización. En Maracay Girón
hizo su debut como novillero, con el español Paco Roldán y Moreno Sánchez el 29
de enero de 1951. Breve sería su campaña de novillero en Venezuela, limitándose
a arenas de Valencia, Maracay y el Nuevo Circo de Caracas, ya al final, y fue
para consagrarse como prospecto en Venezuela. Su maestro Pedro
Pineda le instruyó en su precaria técnica, buscando en la muleta la solución
moderna del toreo. Pineda adquirió oficio y precaria
maestría en los corrales de la antigua La Ganadera, donde trabajaba. Sus
alumnos, que integrarán La Cantera, recibirán de él su concepción del toreo y
de los rudimentos de la técnica, pero será La Ganadera la que les proporcionará
a los torerillos el proverbial oficio que distingue a los maracayeros. Pineda se fue
a Colombia y al Perú, hecho que lo convirtió en el más experimentado y versado de los toreros aragüeños que
conocía la gente de Maracay. La carrera
de Pedro Pineda fue breve y realizada por plazas de
los Llanos y de los Andes. Se dedicó a enseñar a los muchachos, de allí lo de “maestro”. Tenía una cartilla y, al parecer, esta le dio frutos, porque fueron muchos los muchachos que salieron de la escuela de Pineda en Maracay.
El alumno favorito de Pedro
Pineda era Moreno Sánchez, un carricito blanco, de pelo liso y modales muy finos,
para el que Pineda guardaba siempre los mejores becerros, los novillos mejor
hechos, los consejos más oportunos. Toda su atención
para Moreno Sánchez. Por aquella época ya la radio
ocupaba espacios importantes en la comunicación, y por Radio Maracay se transmitía
el programa “Estampas Taurinas” que se convirtió, gracias a la afición y
entusiasmo de su productor José Matos, en la más
importante fuente de información taurina en la ciudad. Se informaba lo que
sucedía en México y en España y se hablaba de lo que se programaba para darle
actividad a la Plaza de Toros de El Calicanto.
Un domingo que Pineda organizó
una becerrada, como siempre ocurría, César Girón y Moreno Sánchez y los otros
aspirantes salieron por las calles de Maracay a pegar propaganda y a repartir
preventivos. Era la condición para torear. Al final de la jornada, César
reclamó su paga. Según oferta hecha por el propio Pedro Pineda, era de dos
bolívares. El maestro, en vez de darle la moneda a Girón, preocupado tal vez por verlo descalzo, le dio un
par de alpargatas. “Para que no andes descalzo”, le dijo. A lo que César, muy
molesto, le reclamó a Pineda:
“Mire Pineda, no sea bolsa y deme
mis dos bolívares”. Le dieron los dos bolívares y le quitaron las alpargatas.
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