EL VITO
Tras la visita que hice a la finca de Mario
Moreno “Cantinflas” en Toluca, encontré varias llamadas de Rafael Báez en el casillero
del Hotel Gillow. El paisano me invitaba a Monterrey a ver a Eloy Cavazos, que
estaba anunciado con Manuel Benítez "El Cordobés" y Manuel Capetillo
y toros de Pastejé propiedad de Paco Madrazo. También con toros de Madrazo Eloy
actuaría al día siguiente de Monterrey, mano a mano, con Currito Rivera, en
Torreón Coahuila. Recuerdo con claridad que en Torreón se lidió un toro
berrendo en negro, y en Monterrey había dos de capa cárdena, lo que indicaba
que aquellos murubes de Pastejé, de la época de la alternativa de Antonio
Velásquez cuando los famosos "Tanguito" y "Clarinero", se
habían cruzado con encastes diferentes al ibarreño.
La capital de Nuevo León es una gran ciudad.
Urbe de impresionante desarrollo industrial. Con el tiempo tendría el
privilegio de ser testigo de la transformación urbana de la Sultana del Norte,
gran ciudad famosa en el orbe taurino por la grandeza de sus toreros. Lorenzo,
los hermanos Briones, Raúl García, Manolo Martínez y Eloy Cavazos. Son pocas
las comunidades que son tan laboriosas como la regiomontana. Sólo conozco dos
ciudades en las que sus pobladores madrugan para ir a trabajar: Caracas y
Monterrey. Mucho antes que amanezca las calles y principales avenidas de la
Sultana se congestionan de vehículos, con gente camino a sus trabajos.
Monterrey tiene una historia diferente al resto de las capitales mexicanas.
Distinta en sus orígenes y en su formación.
Cuando llegué al aeropuerto regiomontano me
esperaba Báez. Fuimos a la plaza, a los corrales de la plaza de Monterrey, pues
era la hora del sorteo. Más tarde al hotel donde Eloy Cavazos se vestía.
Allí estaba Macharnudo, periodista
taurino de la Cadena García Valsecas, uno de los puntales del famoso emporio
periodístico mexicano. Macharnudo ha
sido siempre un amable amigo y un compañero muy colaborador.
La vida de Eloy ha sido un ejemplo de
constancia, superación y responsabilidad.
Nació Eloy Cavazos en cuna modesta, en la Villa de Guadalupe. Un pequeño caserío junto a la gran ciudad de Monterrey. En la Villa, su padre, don Héctor Cavazos era el conserje de la placita de toros. En realidad la plaza servía de hogar para don Héctor y su familia, porque no tenían techo propio donde guarecerse del duro clima neoleonés. Me contó Eloy que había nacido en una casita de adobe, igual que los ranchitos de los cerros de Caracas y de las fabelas de Río de Janeiro. Sus paredes hechas de pasto seco y barro, que luego sostenían con pedazos de caña.
Nació Eloy Cavazos en cuna modesta, en la Villa de Guadalupe. Un pequeño caserío junto a la gran ciudad de Monterrey. En la Villa, su padre, don Héctor Cavazos era el conserje de la placita de toros. En realidad la plaza servía de hogar para don Héctor y su familia, porque no tenían techo propio donde guarecerse del duro clima neoleonés. Me contó Eloy que había nacido en una casita de adobe, igual que los ranchitos de los cerros de Caracas y de las fabelas de Río de Janeiro. Sus paredes hechas de pasto seco y barro, que luego sostenían con pedazos de caña.
—Ni nací envuelto en pañales de seda, decía
Eloy, ni conocí de escuincle los consentimientos y gustos que le dan los padres
a sus hijos. Llegué al mundo en una choza el día de San Luis Rey, 25 de agosto
del año de 1950. Pasamos mucho trabajo en la familia. Una familia numerosa. Soy
el quinto de los Cavazos-Ramírez ¡Y somos nueve! Ramiro es el mayor, luego
Héctor, que murió, Saúl, José Ángel, después de mí, David (Vito, banderillero)
Toñita y "El Chiripazo", que es el menor, Juan Antonio.
Viviendo en la plaza nos aliviábamos, porque no teníamos que pagar renta y papá no tenía empleo. Estaba desempleado, "en el paro" como dicen en España. Allá, en la placita de la Villa de Guadalupe, nació la afición por la más bella de las fiestas en el alma de Eloy Cavazos. Más que afición, pasión por una profesión que le daría todo en la vida. En especial el reconocimiento del mundo.
Viviendo en la plaza nos aliviábamos, porque no teníamos que pagar renta y papá no tenía empleo. Estaba desempleado, "en el paro" como dicen en España. Allá, en la placita de la Villa de Guadalupe, nació la afición por la más bella de las fiestas en el alma de Eloy Cavazos. Más que afición, pasión por una profesión que le daría todo en la vida. En especial el reconocimiento del mundo.
Papá antes de ser guardaplaza de la Villa de
Guadalupe, había sido pintor de cruces en el Cementerio Municipal de Monterrey.
Aquella casucha de paredes de barro y techo de lata, que era nuestra casa,
estaba al lado de la caballeriza y de los corrales de la plaza de toros.
Durante el verano era calurosa y se llenaba de plaga y de ratas. Noches había,
narra Eloy, en que mi pobre madre se pasaba horas y horas espantándonos los
moscos con una rama de mezquite y embarrándonos de petróleo —cuando había— para
que los bichos no nos picaran. Dormíamos sobre petos de caballos y mantas para
mulillas. El ambiente de la placita hizo que naciera mi afición. Con los
toreritos que iban a entrenar a la plaza de la Villa de Guadalupe aprendí a
jugar al toro, a torear de salón, a hacer ejercicios. Un novillero de nombre
"El Pony" me regaló para Navidad un capotito, un capote de torear que
serviría para que ganara mis primeros pesos como torero. Eloy toreaba de salón
antes de los festejos de la Villa, en la puerta de la plaza, y los aficionados
le regalaban dinero cuando terminaba. Era tanta la pobreza de la familia
Cavazos Garza, que esos centavos significaban mucho para el sustento diario de
los once miembros del clan... Llegó la tragedia en casa de los Cavazos. El
hermano mayor de Eloy, Héctor, murió en un lamentable accidente, cuando cazaba
palomas y se le escapó un disparo de la escopeta. Héctor laboraba en una casa
de comercio llamada Té de Malabar, y sus patrones, conscientes de que Héctor
era el sustento de la familia, le ofrecieron el trabajo a Eloy. Era amigo de
los hijos de los propietarios del Té de Malabar, y como no había ido a la
escuela ni sabía oficio alguno para poder desempeñar un cargo, se convirtió en
"maestro taurino" de los muchachos, porque ya para esa época Eloy
distraía a los parroquianos con sus faenas de salón. Así, los 145 pesos que
Héctor ganaba a la semana continuaron llegando a la conserjería de la plaza de
toros de la Villa de Guadalupe.
Un día los hijos de los patrones de Eloy
fueron invitados a un tentadero en casa del ganadero Eleazar Gómez, donde los
maestros de la faena campera eran Raúl García y Jaime Bravo. En la ganadería de
Eleazar Gómez conocí a Fernando Elizondo, cuenta Eloy. Elizondo se entusiasmó
con Eloy Cavazos. Tan diminuto, tan gracioso, valiente y enterado. Quiso
cerciorarse Fernando de las condiciones de Eloy y le invitó a la ganadería de
Cuco Peña, en Laredo, para que matara un semental.
Convencido de que Eloy podría ser alguien,
Fernando Elizondo le preparó algunos tentaderos a Cavazos y algunas novilladas.
Elizondo tenía un socio, el venezolano Rafael Báez, con el que llevaba algunos
matadores de toros, como era el caso de Jaime Bravo. La presentación de Eloy
Cavazos fue por una sustitución que hizo en la cuadrilla de niños toreros,
anunciada como Los Monstruos. Falló un muchachito y Eloy se metió en el cartel.
Fue su primera experiencia, y no le fue mal. Al domingo siguiente le anunciaron
mano a mano con el Santacruz, dos becerros y dos vacas. El éxito le abrió las
plazas de la región y llegó a torear más de sesenta festejos. Calas, los llaman
en México, a las becerradas con vacas que antes de ir al matadero, o ser
sacrificadas por los ganaderos de lidia, son aprovechadas por los aspirantes a
novilleros para su formación... Papá había sido mi primer apoderado. Como
becerrista fui a muchas plazas y gané unos pesitos con lo del
"monterazo"; pero llegó el momento en que escasearon los "astados"
y había que llevar lana a casa... Así que cambié la muleta por la caja de
bolero y "a dar bola", que es como llaman en México el oficio de
lustrar calzado. Hasta que conocí a don Fernando en casa de don Eleazar. En
México, casa de Elizondo, conocí a Rafael Báez. Había una reunión, una fiesta, casa de
Fernando Elizondo, y como no debía trasnocharme, para estar siempre preparado y hacer
bien mis ejercicios, Elizondo decidió que me fuera a casa de Rafa, en la calle
de Pilares.
Rafael Báez y su esposa Betty vivían en un
apartamento muy amplio. Al principio no me gustó la idea. Eso que un venezolano
y una gringa fueran mis cuidadores, no me parecía que iba bien con la idea que
tenía de ser torero. Con el tiempo comprendería cuan equivocado estaba. Betty
fue de las mejores personas que he conocido en la vida; y de Rafael Báez, ¿qué te
puedo decir? Mi amigo, mi compadre, algo más que un apoderado. Nunca hemos
firmado un documento. Jamás hemos hecho cuentas, y ya ves...
A pesar de su diminuta apariencia que le
impedía meter la cabeza en las plazas de toros, Elizondo y Báez convencieron a
don Nacho García Aceves, empresario de la plaza de toros El Progreso de
Guadalajara, para que Eloy Cavazos hiciera su debut como novillero.
Nacho García no quería contratar a Eloy porque lo veía demasiado chico. ¡Es muy escuincle el chavo! Eloy salió a hombros de Guadalajara y cuando salía por la puerta grande, vio entre los curiosos asombrados a don Nacho; y le gritó: Don Nacho... ¿Verdad que ahora no soy escuincle?
Nacho García no quería contratar a Eloy porque lo veía demasiado chico. ¡Es muy escuincle el chavo! Eloy salió a hombros de Guadalajara y cuando salía por la puerta grande, vio entre los curiosos asombrados a don Nacho; y le gritó: Don Nacho... ¿Verdad que ahora no soy escuincle?
Esa novillada no la vio Báez. La primera vez
que Rafael Báez vio torear a Eloy Cavazos fue en León... "camino de
Guanajuato, que pasas por tanto pueblo no pases por Salamanca que allí me hiere
el recuerdo. Vete rodeando veredas, no pases porque me muero". Una
novillada que tenía mucho ambiente entre los aficionados de León porque
anunciaban un encierro de lujo, de la ganadería del Lic. Alberto Bailleres.
Después de la novillada Rafael me dijo de
plano que no le había gustado nada. Lo que me provocó honda pena. Rafael Báez
sabía que estaba frente a un torero importante, a pesar de que en León no le
había gustado. Eloy entrenaba muy fuerte todos los días, mientras que Báez le
conseguía novilladas. Fueron 47 novilladas antes de presentarse en la
Monumental de México. Una de las metas que se habían trazado en esta primera
parte de la carrera de Cavazos... Aquella temporada, el as de los novilleros
era Manolo Martínez, otro novillero de Monterrey. Se hablaba mucho de Ernesto
Sanromán "El Queretano" y de El Sepulturero...
–No teníamos dinero para comprar un traje
decente para presentarnos en la Plaza México. Betty, la mujer de Rafa, fue al
Monte de Piedad, en El Zócalo, y empeñó todas sus prendas. Lo hizo sin que nos
enteráramos. Cuando Rafael lo supo, cogió un berrinche que ni te imaginas. La
pagó conmigo. No me hablaba, y cuando me dirigía la palabra era para
recriminarme algo.
Eloy Cavazos, con gran expectativa, se
presentó en la Monumental, el 12 de junio de 1966. Toros de la ganadería
michoacana de Santa Martha. El novillo del debut se llamó "Trovador".
Completaron el cartel aquella memorable tarde en la carrera de Eloy Cavazos,
Leonardo Manza y Gonzalo Iturbe... Cortó dos orejas, salió a hombros y su
cartel, que estaba muy alto, llegó a las nubes. Cavazos se cotizó mucho y muy
pronto. Era un gran atractivo para las empresas, pero no volvió a la México,
sino para confirmar la alternativa de matador de toros, que alcanzó en
Monterrey en 1967, con Antonio Velásquez y Manolo Martínez y toros de San
Miguel de Mimiahuapan. La confirmación fue en 1968 con Alfredo Leal y Jaime
Rangel y toros de Chucho Cabrera. Eloy cortó tres orejas y se ganó "El
Azteca de Oro", como triunfador de la temporada. En aquella temporada la
México presentó 14 festejos; y fueron contratados al Derecho de Apartado y en
corridas sueltas, los matadores Manuel Capetillo, Alfredo Leal, Joselito
Huerta, Raúl García, Mauro Liceaga, Jaime Rangel, Chucho Solórzano, Alfonso
Ramírez "Calesero Chico", el maracayero Adolfo Rojas, uno de los
buenos toreros venezolanos, que actuó en dos tardes y llegó precedido de gran
fama tras su destacada campaña como novillero en la plaza Monumental de Las
Ventas de Madrid, de la que salió varias veces a hombros. También estaban en el
derecho de Apartado Raúl Contreras "Finito", Ricardo Castro, Antonio
Lomelín, El Ranchero Aguilar, Antonio del Olivar, Fernando de los Reyes
"El Callao", los venezolanos Curro Girón y César Faraco, Gabino
Aguilar, Rafael Muñoz "Chito", Manolo Espinosa "Armillita",
Leonardo Manzano y Joel Téllez "El Silverio"...
Ya para esa época Rafael Báez se había hecho
cargo de Eloy. Aunque Báez estaba en activo, toreaba poco. En realidad, a pesar
de su vocación, nunca despuntó como matador de toros. Rafael Báez es caraqueño, de la parroquia San
José y se formó como torero en las escuelas taurinas que por los años cincuenta
existían en la capital venezolana. Sus actuaciones en Caracas, Los Teques,
Maracay, Valencia y los pueblos andinos como Ejido, Lobatera, Zea y Táriba,
fueron esperanzadoras. Rafael Báez se marchó, primero a Colombia, y más tarde a
México, en el año de 1953, donde se radicó. En Maracay tuvo una gran tarde en
compañía de Pepe Cáceres, coincidencia que le abrió una gran amistad con el
gran torero colombiano, al que luego representó en México. En Báez se unieron
la inteligencia del taurino con la sagacidad del hombre del trópico, hasta
convertirse en el mejor apoderado de México. Llevó a muchos toreros en su
larguísima y ejemplar carrera, pero fue Eloy Cavazos su punto cimático. Rafael
Báez es un hombre de grandes cualidades y su joya es la intuición y su recio
carácter. Báez ha formado con Eloy la pareja más estable y sólida de las que ha
conocido el toreo en América, entre un apoderado y un matador de toros. En
Europa, él y Cavazos, fueron ejemplo a seguir durante las brillantes temporadas
del regiomontano por plazas de España, Francia y Portugal... Elizondo se
ocupaba de otros menesteres taurinos y Báez se dedicaba en exclusiva al aniñado
diestro de la Villa de Guadalupe.
Después de la corrida de Monterrey, viajé en
automóvil hasta Torreón, Cohahuila, en compañía del célebre banderillero David
Siqueiros "Tabaquito", miembro de la cuadrilla de Eloy. Hicimos el
tramo desde Monterrey hasta Torreón en horas de la mañana. Por la tarde Cavazos
actuó, mano a mano con Curro Rivera. Se lidiaron toros de Madrazo, tres de
ellos muy buenos y tres fatales. Fíjense ustedes como es la suerte en los
sorteos. Curro Rivera tuvo un lote malísimo, para disgusto de su padre, el
maestro potosino Fermín Rivera, que para la época apoderaba a Currito. Eloy Cavazos
cortó seis orejas y un rabo, salió a hombros y ganó el trofeo en disputa. El
maestro Fermín, Curro Rivera y su cuadrilla, salieron disgustadísimos de la
plaza lagunera tras la enjabonada de Eloy. Entrada la noche continuamos
carretera, esta vez en compañía de Nacho Carmona y de El Yucateco, picador y
banderillero de la cuadrilla de Cavazos, además de "Tabaquito". Viaje
eterno, larguísimo, muy pesado, entre penumbras. El aliciente de la larga
travesía fue conocer la vida de estos hombres narradas por ellos mismos.
Especial de "Tabaquito", primo del genial chihuahuense David Alfaro
Siqueiros, alumno privilegiado de la Escuela Santa Anita, cuna de expresiones
en las Bellas Artes, que llevaron al mundo las voces protestatarias de las
raíces populares del México revolucionario.
David Alfaro Siqueiros fue protagonista de
esa gran Revolución en su fase armada, tergiversada en sus dos capítulos
finales. Me habló Tabaquito de la
difícil relación entre Siqueiros y Diego Rivera, otro monstruo de los murales,
rebelde en el propio Kremlin, de quien me aseguraba había sido mucho mejor
pintor de caballete que de paredes. Habló de cárceles, exilios, hombres y
mujeres en la vida de Siqueiros, y despertó en mí la curiosidad por darle la
mano, conocer la vida de esos tres mosqueteros que aún hoy me asombran en cada
una de las líneas que descubro en el guión de sus vidas. Claro que me refiero a
Siqueiros, Orozco y Diego Rivera, cuyo "Picador de Toros" merece ser
la presentación de la más exigente pinacoteca taurina.
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