Información y Opinión Taurina de Venezuela para el Mundo, por el periodista y crítico taurino venezolano Víctor José López "EL VITO"
domingo, 25 de diciembre de 2011
VITICO RAMÍREZ. ¡Gracias Maestro Faraco!
Han pasado ya unos cuantos días desde la muerte del maestro César Faraco y aunque el tiempo amortigua algo el impacto de tan infausta noticia, sin duda su pérdida se hace cada día mas patente, sobre todo en aquellos que tuvimos la fortuna de conocerle y tratarle. Siempre que alguien fallece todos nos apresuramos a descubrir las bondades del personaje en cuestión, aunque en este caso todo lo bueno que se ha dicho y escrito del maestro, es aparte de cierto, corto, pues se necesitarían muchos folios, muchas páginas, demasiadas palabras para describir a cabalidad la bondad, sabiduría, humildad y grandeza del “Cóndor de los Andes”.
Faraco era un gran señor alejado de toda la parafernalia de la adulación gratuita y la coba que tanto se da en esto del toro, pues siendo un gran torero era un extraordinario ser humano que estaba por encima de sus logros en el ruedo. Y no son estas palabras escritas por trámite, tuve la suerte de conocer bien al maestro, desde el año 1996, en la Fundación Escuela Taurina de San Cristóbal, donde más que a torear el maestro enseñaba sobre todo bondad, rectitud, caballerosidad, respeto y sencillez. Seguramente no alcancemos las cotas humanas del maestro, pero qué duda cabe que con su ejemplo, gallardía y rectitud, por lo menos sabemos cual es el camino a seguir.
El maestro Faraco siempre estaba en contacto con sus amigos, en nuestro caso particular siempre me llamaba por teléfono por lo menos una vez a la semana, sobre todo los domingos por la noche, pues quería saber cómo estaba la fiesta, lo que pasaba en La México, lo ocurrido en España y sobre todo para hablar con auténtica pasión del toro bravo y del toreo, su vida en definitiva. Una inmensa sabiduría de la fiesta albergaba el maestro que la desgranaba con la misma naturalidad con la que toreaba. La sencillez de sus argumentos taurinos eran sin embargo sentencias inapelables. Siempre hablaba de que el torero debía andar por la plaza con garbo, nada de esas modas modernas de lanzar la montera desde los medios al callejón, suplicar al presidente de la corrida por una orejita, andar en el callejón despistado de la lidia, todo eso lo veía el maestro como una tremenda falta de respeto a la fiesta.
César Faraco afrontó la muerte solo en su hogar, con el mismo valor que enfrentó al toro y a la vida, seguramente antes de la partida final por su mente pasaron mil recuerdos, de los cuales tuve la fortuna de escuchar en largas conversaciones en ese apartamento en el que paradójicamente hizo el paseíllo eterno. Gracias maestro por tantas cosas, por su sabiduría, bondad y caballerosidad, siempre vivirá en nuestros corazones. Hasta siempre Maestro Faraco.
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