Bernardo Valencia fue paseado a hombros por el ruedo de su plaza, ahora Monumental Bernardo Valencia,a hombros de matadores de toros, aficionados, gente del pueblo, polvos del barro con el que se hizo su corazón valiente y venezolano
EL VITO
Bernardo Valencia fue para los toros en Venezuela, un torero de época. Hay un período, perfectamente delimitado, que le pertenece junto a “Morenito de Maracay”. Ellos dos ocupan el espacio de la fiesta inmediatamente después de los hermanos Girón, un largo lapso que se inició marcado con el hierro encendido de César y de Curro y que fue desvaneciéndose con los herederos del gironismo. Antes, las épocas en Venezuela, estuvieron marcados con la competencia entre Eleazar Sananes “Rubito” y Julio Mendoza “El Negro”. Esta, la pareja angular del toreo nacional. Rivalidad entre las razas, el rubio y el negro; diatriba social, San José y El Guarataro. La pasión en su más ardiente presentación. Pudieron haberla revivido Luis Sánchez y Alí Gómez, pero la de ellos fue sólo época del “Diamante Negro”.
Bernardo fue tan de época, le perteneció tanto al pueblo de Valencia, que las exequias se oficiaron en La Catedral de Valencia en Misa de Difuntos ayer. Asistencia multitudinaria. Igual que dijeron misa por los próceres de la nacionalidad, allá cuando el General Páez trasladó la capital de la República a la Valencia Republicana. En la ciudad de Valencia, donde también nació la Venezuela republicana al desmembrarse de la Gran Colombia. Mis primeros recuerdos de este torero son en una plaza de palos de madera, allá por predios de La Guacamaya, a un lado del mismo camino que en nuestros días de infancia cruzábamos con los perros perdigueros de mi tío Arturo Medina, para ir a cazar becacinas, güiriríes o perdices, según la época. Bernardo, con ese sabor a pueblo que dan los terrones de El Morro, esa colina con cruces en su cima que se convierten en ollas hirvientes los días de la Semana Mayor, le robó al barrio su rebeldía. Fue Bernardo torero de pueblo, tan de pueblo como antes lo había sido “El Negro” Mendoza, o el Diamante Negro y los hermanos César, Rafael, Curro y Efraín Girón.
Como hombre de su pueblo valenciano se apropió de todo el pueblo venezolano, llevando el toreo a cuanto rincón pudiéramos imaginar. Sus banderillas de la silla, los palos quebrados en el testuz de los toros, sus encendidas tandas con la muleta fueron bandera tricolor aquí, allá y más allá, porque en España fue Cádiz la conquistada, como México se le entregó en sus campañas, lo mismo que hizo toda Venezuela.
Un estallido del corazón fue la causa de su muerte. No podía ser diferente, Bernardo Valencia fue un torero puro corazón.
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