martes, 2 de agosto de 2011

PACO AGUADO: Desde el barrio

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Se lo merecía. Pocos homenjes pueden ser más justos hoy en día en el toreo como el que se le tributó el pasado sábado en la Plaza Arroyo a Víctor José López "El Vito", maestro de periodistas no sólo de tema taurino.

Viendo desde este barrio madrileño ese video que colgó Al Toro México, esa vuelta al ruedo de El Vito al paso lento con que caminan los auténticos sabios, y seguido por esa fantástica "!cuadrilla" de grandes toreros mexicanos, sólo cabía emocionarse. Por la belleza del momento y por el cabal reconocimiento a quien ha sido y es una referencia del periodismo americano. Aquel era, entre claveles y ovaciones, un verdadero y auténtico homenaje a la veteranía, a la sabiduría, a la dignidad, a la honestidad y la maestría profesional de un hombre bueno apasionado por el toreo.

Caminaba despacio el maestro Víctor. Tan despacio como se torea y como se habla de toros. Tan despacio como departe y disfruta en esas tertulias tan sabrosas que, junto a un puñado de irreductibles, sigue manteniendo vivas en su Venezuela acosada. Caminaba despacio El Vito porque, después de tantos años de afición y pasión, lleva colgadas en sus fuertes hombros toneladas de experiencias y conocimientos, miles de crónicas, unos cuantos libros y millones de vivencias inolvidables al lado de los más grandes, de allá y de acá, de la Iberia brava y de la América encastada.

Han cambiado los tiempos, y las prisas y la tecnología han condicionado el fondo y la forma del nuevo periodismo. Y Víctor, que es hombre inteligente, ha sabido adaptarse a todo ello a la perfección, incluso lidiando y sometiendo las embestidas de marrajo de los intereses comerciales que gobiernan los actuales medios de comunicación.

Pero, con ser cierto eso, también lo es que en ese paso quedo de su vuelta al ruedo de Arroyo latía el sentir de otra época, el ritmo de las rotativas, el eco de los viejos micrófonos, el blanco y negro de los televisores, el olor de la tinta, el golpeteo de las teclas de las máquinas de escribir… todo ese añejo rito periodístico que, más despacio pero más profundamente, alimentaba las leyendas del toreo y ayudó a forjar, a impulsos de admiración y de sueños, nuestra afición de niños.

Desde aquí, esa vuelta al ruedo del maestro Vito se contempla con emoción pero también con tristeza. La que provoca ver cómo, tan lejos de las malas tripas de una España que devora y maltrata a sus hijos con la voracidad del goyesco Saturno, en México aún hay tiempo y sensibilidad para reconocer a quienes trabajaron en pro de la Fiesta, dentro o fuera del círculo mágico. Y en especial a todos esos genios de la palabra –Pepe Alameda, Paco Malgesto, El Vito…– que han sabido traducir tan bellamente las emociones del ruedo hasta convertir su oficio en un cantar de gesta.

Por eso alegra y enorgullece ese homenaje al maestro venezolano. Y por eso duele y entristece el ignorante desdén general con que a este lado del Atlántico se ha tratado el fallecimiento de Joaquín Jesús Gordillo, otro maestro del periodismo taurino, por parte de unos medios tan rápidos para transmitir notaas insustanciales como para olvidar los méritos de quienes les precedieron.

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