sábado, 20 de agosto de 2011

JOSÉ TOMÁS es otra película

La tierra quijotesca estaba de enhorabuena:era el quinto escenario elegido por José Tomás tras su reaparición

ROSARIO PÉREZ / CIUDAD REAL

La estación de Ciudad Real parecía el metro neoyorquino en hora punta. La tierra quijotesca estaba de enhorabuena: era el quinto escenario elegido por José Tomás tras su reaparición. Mientras el sofocante calor derretía las pieles, los corazones se agitaban en el interior como un huracán. «Este torero es otra película», era la frase más repetida. Los ojos de los rebosantes tendidos filmaban cada uno de los movimientos del fenómeno de Galapagar, espigado como un junco dentro de su terno tabaco y con el cabello cada vez más encenizado. La expectación, lejos de menguar, crecía por momentos.
Llegó la hora esperada. Turno para José Tomás. Los poblados graderíos se imantaron al mapa de la soledad, a ese ruedo en el que llenaban todo el espacio el toro y el torero. Resplandecían los flashes en el terno dorado mientras la figura cargaba la suerte desde el saludo a la verónica, volando el capote con pasmoso mimo para colocarlo luego en el caballo en un recorte de estampa antigua. Sin demora, se puso a torear en los medios a derechas. Distancia, temple y muleta planchada y adelantada. A más cada muletazo hasta llegar a la tercera tanda, con los riñones encajados. Sencillamente superior, aprovechando la clase del rival. Tomó luego la senda de la izquierda, asentó las zapatillas en el mismísimo platillo y cuajó una serie descomunal. Danza acompasada entre su cintura quebrada, su muñeca y su «gacheto-brazo» y el pecho por delante para conducir la embestida con pureza, hundido sobre sus piernas. El bravo, ya a medio gas; el hombre, con el motor zurdo revolucionado, mientras la plaza bramaba. Afarolado y capeínas hasta abrochar con poderosos ayudados por bajo, con aguante glacial de las miradas del torete. Y de regalo, dos por alto. Lástima que pinchase antes de la estocada y el doble galardón se redujese a uno.
El gafe de los sorteos le volvió a enlotar el nulo: el jabonero quinto era tan guapo como desfondado. Tras el precioso recibo con lances rodilla en tierra, el gentío empujaba a que embistiera. Pero dijo que nones y no sirvió ni para el arrimón. La puerta grande tendrá que esperar...
Después de aquella naturalidad sin cuento, de ver el toreo, la pose de César Jiménez pareció más cursi que un chihuahua con una lacito de terciopelo rosa. Por no hablar de su rigidez... A su estilo y con algún muletazo notable en el tercero, el madrileño se esmeró por agradar y se aupó a hombros con el mejor lote de Torrehandilla-Torreherberos.
Víctor Puerto reapareció renqueante y con los puntos frescos por su cornada en Málaga. Para el olvido fue la esperpéntica escena con un toro que se partió una pata. Se resarció en parte en el cuarto, frente al que volvió a lucirse con el capote y dejó algún pasaje estimable con un toro de boyante son que acabó rajado. Más de lo mismo...
El filme diferente lo protagonizó José Tomás.

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